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Campeche

Dejemos nuestra zona de confort

Ayer, durante la homilía en la Iglesia Catedral, el capellán Guillermo Barrera Fernández, señaló que hay muchos católicos que se dedican a hacer novenas a lo largo del año, pero no son capaces de acercarse a la iglesia o de asistir a misa. El Evangelio de hoy nos invita a salir de nuestra zona de confort.

Queridos hermanos, hoy (ayer) nos hemos reunido en la casa de Dios para hacer oración, pedirle por los nuestros, ofrecerle muchas cosas, pero sobre todo para hacer reflexión en nosotros. Durante la lectura algunos habrán pensado, ”yo conozco a alguien de lo que está hablando la escritura”, somos muy dados en juzgar y a decir que queremos componer a todos, pero no podemos, “el hombre no puede componer al hombre, sólo Dios”, pero sí podemos hacer algo por nosotros mismos, cambiar con la ayuda de Dios. Cuántos de nosotros decimos: “mira yo lo conozco como la palma de mi mano”, pero si te doy un lápiz y una hoja no lo vas a hacer.

Por eso necesitamos estar pendientes, encontrarnos con nosotros mismos para reconocer lo que soy, no te preocupes por aquél o por aquella, preocúpate por ti, porque la salvación es personal. Me gusta mucho la primera lectura que dice: si tú quieres puedes guardar los mandamientos, permanecer fiel a ellos es cosa tuya, Dios te ha dado la libertad, el Señor ha puesto delante de ti fuego y agua, extiende la mano donde quieres, delante del hombre está la muerte y la vida. Nosotros escogemos el camino. Dice la escritura: “les será dado lo que él escoja”.

Cogemos el bien o el mal, elegimos lo que queremos, el cielo o el infierno, queremos ir con Dios o queremos ir con el chamuco, cada uno de nosotros va a buscar lo que necesita según su criterio; los mandamientos fueron dados por Dios para liberar al hombre que siempre fue esclavo del pecado, vivía los mandamientos y los cumplía, pero estaba vacío; la ley antigua no le estaba favoreciendo porque no era entendida, ya que la ley no era fundada y Jesucristo hoy nos dice que vino a darle plenitud, la ley no consiste en cumplir todos los preceptos, sino obrar guiados en el amor.

La nueva ley nos pide antes que nada pureza en el corazón, por eso hay que aceptar la gracia y la conmoción, la gracia de la libertad porque eso es lo que da la gracia de Dios, nos da esa libertad y la perfección, nos da la santidad vivir la nueva ley, es vivir en plenitud del amor, nunca olvidemos queridos hermanos que Dios nos ama, y así también nosotros si nuestra justicia no es mayor que los escribas y fariseos no entraremos en el reino de los cielos.

Dios no ve lo malo en nosotros

Porque Dios no ve cómo vemos nosotros los hombres, Dios no ve lo malo en nosotros, Dios siempre ve lo bueno y quiere que seamos perfectos como mi Padre es perfecto; sean Santos como mi Padre celestial, en el mundo hay mucha justicia cuando el hombre se deja iluminar por Dios, pero también hay mucha injusticia por parte de los hombres que quieren actuar solos y sin Dios.

Hoy Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier hombre cumplidor de la ley, muchas veces queridos hermanos, la costumbre de nuestros actos endurece el deseo de la búsqueda de la Santidad, amoldando a unos muy fácilmente a la rutina del comportamiento del bien y nada más.

A veces estamos muy adecuados y habituados a decir “yo estoy bien, yo no me meto con nadie, yo no me meto en problemas. Yo ni me enfrío ni me caliento, yo nada más veo, oigo y callo; y eso es de los peores pecados, el pecado de omisión que todos nosotros dejamos al decir el Credo”.

En el mundo hay mucha justicia cuando el hombre se deja iluminar por Dios, pero también hay mucha injusticia cuando no se dejan guiar por Dios. Hoy Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier hombre cumplidor de la ley, muchas veces queridos hermanos las costumbres de nuestros actos endurecen el deseo de la búsqueda de la santidad, moldeándonos muy fácilmente a la rutina del comportamiento del bien y nada más.

La Santidad queridos hermanos no cae del cielo, hay que salir de la comodidad y buscarla con nuestras horas, con nuestro testimonio, con nuestro compromiso, con voluntad y sobre todo con mucha fe, pero esta invitación que hoy recién nos hace a muchos de nosotros lo despreciamos, muchos de los hombres decimos: “yo no voy a lugares malos para no pecar, estoy bien es perfecto, pero tampoco va a misa y qué tiene de extraordinario, otras veces escuchamos a mujeres decir yo le hago su novena a la Virgen de Guadalupe, al Divino Niño, pero no van a misa, no frecuentan los sacramentos, no vienen a la casa de Dios, no participan en la Eucaristía, no hay Comunión”.

La lectura de hoy nos dice que Jesús nos da una invitación celestial, una invitación divina que quizá sea una invitación única y personal, y que muchos de nosotros dejamos pasar creyendo tal vez que tenemos comprada la vida, por eso queridos hermanos no es justo que despreciemos algo de alguien que viene del cielo y que nos regala siempre misericordia y no lo aceptemos todos.

Nosotros hemos cantado en el salmo, dichoso el que cumple la voluntad del señor.

Sí, queridos hermanos, la dicha está en eso, en cumplir la voluntad de Dios. Todos queremos ser dichosos, pero queremos ser dichosos con el poder, con el dinero, con cosas materiales, las cosas no las da Dios si somos dichosos, porque cumplimos la voluntad de Dios. Dios sabe de tus problemas, de tus necesidades, de tus enfermedades, de tus logros, de tus cosas que deseas, de las que quieres, tener tus caprichos, de todo y dice la escritura,” todo lo demás se te dará por añadidura, pero primero creo en Dios y hago su voluntad”.

San Juan Bosco solía repetir, bueno es el enemigo de lo que vio porque necesitamos dar un plus, sacar un esfuerzo; San Pablo nos decía que no podemos ser tentados más allá de nuestras fuerzas, todo lo podemos hacer con la voluntad de Dios que nos permite hacer cosas mayores, ser perfectos como el Padre celestial o es de tal manera hacerte renegar de nuestro hermano, menospreciar que no son adecuadas para el discípulo del reino que ha sido llamado nada más y nada menos aseguran que la tierra y luz del mundo y escuchamos la semana pasada Jesús con autoridad nos manda a arreglar. Cualquier pleito, ya sea de palabra, obra y omisión; pero también de mirada y pensamiento, porque de lo contrario la invalidez de la ofrenda se devolverá contra la nuestra.

Jesús nos dijo ámense los unos a los otros como yo los he amado, amar a su prójimo como a ti mismo. Cómo puedo amar a mi prójimo si muchas veces me levanto en las mañanas y en lugar de decirme cosas bonitas me veo en el espejo y lo primero que digo, “que feo estoy, mira mis canas, mira mi gordura, cómo puedes hablar bien de tu hermano si no puedes hablar bien de ti mismo, necesitamos aprender a amarnos, por eso Jesús nos ha dicho cuando hagas oración entra en tu cuarto en tu privacidad, en tu rincón, en tu habitación, cierra la puerta porque te encontrarás con Dios, andamos buscando a Dios afuera y Dios está con nosotros.

Dice Manuel rebúsquense, encontrémonos de nuevo, elevémonos, mostrémonos que somos naturaleza, que somos hijos de Dios, la caridad queridos hermanos no hace mal al prójimo, pero necesitamos la caridad con nosotros mismos.

La caridad es la ley de Dios, por lo tanto queridos hermanos hoy necesitamos renovar el compromiso que nos ha dado porque en su calidad nos ha mandado al mundo, es misericordioso por eso préstale tu rostro a Dios, préstale sus palabras para que cambie todo.

(Karina Gómez)

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