Ubicada a solo dos kilómetros de la Ciudad de Calkiní, y a una hora aproximadamente de la capital del Estado; Tepakán, cuna de grandes alfareros, es también una comunidad poseedora de conocimientos ancestrales que nutren de misticismo la cultura de la región en el Camino Real.
En medio de leyendas sobre los “aluxes”, la “Xtabay” y “el torero vampiro”; Tepakán conserva fielmente la tradición de celebrar el Janal Pixan y todo lo relacionado con el Día de Muertos. También celebran durante la primera mitad del año a la Virgen del Pilar, y en la segunda mitad a San Bartolomé Apóstol, patrono y protector de la localidad.
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Es ahí, en ese rincón del municipio de Calkiní, donde hombres y mujeres por igual, convierten el barro en unos silbatos peculiares que, según la creencia de los pobladores, emiten un sonido particular que guía a las almas en su regreso a la tierra, para celebrar el día de los fieles difuntos.
Una herencia de nuestros antepasados mayas, que involucra a toda la familia y que permite transmitir de generación en generación, los secretos y la “magia” para moldear la arcilla.
La elaboración aparentemente es fácil, pero se requiere paciencia, técnica e ingenio; ya que no es fácil hacer que estos objetos funcionen y cumplan el propósito para el cual son elaborados.
Los alfareros mencionan que, “si no se hace el agujero correctamente, en el lugar preciso, jamás sonará y, por tanto, las ánimas no escucharán el llamado para regresar a casa y disfrutar de su altar. Estarán tristes si se les olvida”. De acuerdo con las creencias de la zona, si no se llama a los difuntos con estos silbatos, no podrán compartir momentos con sus seres queridos.
Las artesanías se elaboran en el torno maya, un mecanismo antiguo que consiste en un trozo de madera circular que es girado con los pies, mientras que con las manos moldean las figuras.
Un trabajo que requiere experiencia y habilidad, pero sobre todo el sentimiento, ya que cada objeto refleja la imaginación e inspiración de su creador. Quienes los elaboran afirman que debe ser con respeto y armonía, ya que le imprimen su personalidad, su aura y esencia.
Los alfareros ofrecen los silbatos en sus casas, comercios, e incluso viajan a comunidades de otros municipios para entregar encargos. También son demandados en Yucatán, la Ciudad de México y hasta en el extranjero.
El precio varía entre los 20 y los 25 pesos por pieza según el tamaño, el diseño y los acabados.
Gracias a esta actividad, no solo se preserva la identidad cultural de la comunidad, sino despunta la economía local, ya que son demandados en todo el Estado, y se atrae a visitantes interesados en conocer su elaboración y adquirir alguno.
Una actividad familiar que permite ingresos
Desde inicios de octubre la avenida principal de Tepakán se ilumina con los colores de los silbatos elaborados por alfareros de la comunidad, pero también con otros artículos de barro para adornar los hogares y negocios; hay de diferentes precios, al alcance de todos los bolsillos.
Si bien, los más demandados son los silbatos, también hay alcancías, macetas, jarrones, tinajas, maceteros, porta velas, incensarios y una gran variedad de artículos coloridos y llamativos.
“Antes los silbatos tradicionales que más buscaban los clientes eran los pavitos, venaditos, perritos y los gallos; con la modernidad, las caricaturas y los personajes televisivos, los pequeños los piden ahora con formas más modernas” afirman los artesanos locales.
Es por ello que los trabajos inician desde el mes de mayo para que en estas fechas solo se metan al horno, se pinten y saquen a la venta. Doña Nancy Marcela, quien es maestra de profesión, lleva más de siete años dedicándose a esta actividad. Junto con su hijo los comercializan y se han adaptado a los gustos de los clientes.
Elaboran desde calaveritas y calabazas; hasta brujas, hadas y ranitas entre otras figuras decorativas para jardines de los domicilios y algunas oficinas. Madre e hijo ofertan estas artesanías en las puertas de su casa, sobre la calle 10, en pleno centro de la comunidad, ya que es paso de turistas y atrae la atención de los visitantes a Tepakán.
Manuel Jesús Cam Chi, por ejemplo, indica que elaboró más de mil “pitos” para esta temporada, una producción que lleva varios meses de trabajos ya que son moldeados a mano, al igual que los detalles como la pintura y los acabados.
Manuel elabora estos objetos tradicionales con ayuda de su esposa; se preparan desde meses antes para no dejar mal a los clientes, entre ellos diversas instituciones, quienes les solicitan previamente los diseños que querrán, e incluso los colores.
Ellos han rehabilitado un viejo taller artesanal familiar que fue abandonado por muchos años; y aunque ahora solo queda una enorme bodega que está a punto del colapso, no se dejan vencer. Relatan que este taller dio empleo a muchos lugareños, sin embargo un mal manejo de las finanzas ocasionó la quiebra y que tuvieran que cerrar. No obstante, este deterioro no los desanima en su propósito de no permitir que esta tradición desaparezca de nuevo en la familia.
El arte en barro, es un sello que caracteriza a Tepakán y lo hace destacar en todo el Estado de Campeche.