Pedro de la Hoz
El matrimonio entre la ópera y el cine tiene sus raíces desde que este último arte pasó del silencio al sonido. Lo que comenzó como pretexto para la comedia disparatada en Una noche en la ópera, de los inefables Hermanos Marx en 1935, se ha extendido en el tiempo con resultados admirables registrados –aquí cuenta mi gusto personal– por Francesco Rosi con su Carmen (1984) y las actuaciones de Julia Migenes y Plácido Domingo, y el Kenneth Branagh de La flauta mágica (2006) cantada por Amy Carson y Joseph Kaiser.
En estos y otros muchos ejemplos fue la ópera la que visitó al cine. Lo raro es que suceda al revés, que una película dé lugar a una ópera, como la que a inicios del presente otoño llegó a la escena del principal teatro musical de Frankfurt.
Compuesta por la austriaca Olga Neuwirth, Lost Highway tuvo su estreno quince años atrás en el Festival de Nueva Música de Graz y fue montada después en Estados Unidos por estudiantes de canto y drama en Oberlin y Nueva York. Ahora, con la acogida por la Ópera de Frankfurt, puede decirse que llegó, al fin, al circuito lírico internacional de primera línea.
La importancia de su inclusión en la actual temporada de la casa alemana radica en el espaldarazo que recibe una obra experimental de radicales planteamientos musicales y dramatúrgicos por parte de una institución que incluye en su programación corriente Las bodas de Fígaro, de Mozart; Rusalka, de Dvorak; y Ariadna en Naxos, de Richard Strauss.
Lost Highway responde a una idea del cineasta norteamericano David Lynch filmada en 1997. Se trata de un thriller psicológico, protagonizado por Bill Pullman y Patricia Arquette, distribuido en México bajo el título Por el lado oscuro del camino.
El cineasta se inspiró en una vivencia personal. Un día alguien llamó a su teléfono y dijo que Dick Laurant estaba muerto. Lynch nunca supo quién le habló ni quién era Laurant; todo parecía una simple confusión. En su memoria, más tarde, trató de explicar el suceso y así armó un argumento de misterio, donde en lugar de la lógica, imperan sensaciones e impresiones, y la especulación por encima de la realidad.
Tanto la atmósfera como las tribulaciones de los personajes atraparon a Neuwirth, quien buscaba motivaciones para desencadenar el proceso creativo de una ópera singular, a base de cinco cantantes, seis actores, seis instrumentistas, multimedia y sonidos electrónicos generados en vivo.
Desde la adolescencia, la compositora se interesó por el cine, la literatura, la ciencia, la arquitectura y las artes visuales. Además de componer, y debido a sus amplios intereses, también ha realizado instalaciones de sonido; una de estas presentó con éxito en Documenta 12 (2007), cita de la ultravanguardia de las artes plásticas que se efectúa en la ciudad alemana de Kassel.
Para la ópera, Neuwirth logró la colaboración en el libreto de su compatriota Elfriede Jelinek, dramaturga y novelista que un año después de trabajar con la compositora sorprendió a los medios intelectuales con la conquista del Premio Nobel de Literatura.
El crítico norteamericano Bernard Holland afirmó que Lost Highway, “para bien o para mal, es tan distante de la película de Lynch como el Otelo, de Verdi, del drama de Shakespeare. (…) La ópera amplía el uso del ruido de fondo de la película con un flujo de estática vacilante que cambia y se contorsiona como los sonidos de un dial de radio de onda corta que se está girando. Algunas de las palabras se hablan, algunas se cantan, algunas son una mezcla de las dos. El rechazo de Neuwirth a los arcos dramáticos tradicionales se refleja en escenas cortas con apagones y frases habladas separadas por silencios”.