Cultura

En la retaguardia

Iván de la Nuez

A mucha gente le encanta proclamar que está “a la vanguardia”. En la guerra, en el arte, en la moda, en la vida misma. Y eso que, hace cuarenta años, cuando Peter Bürger publicó su “Teoría de la vanguardia”, ya sospechaba que el vanguardismo estaba abocado al fracaso.

Para este teórico alemán, estar a la vanguardia significaba que uno había roto la frontera entre el arte y la vida. Si no era así, no podía alardear de formar parte de esa glamorosa delantera.

Hoy, la historia es otra. Porque, más que vivir, en realidad nos dedicamos a “sobrevivir”, lo que implica continuar la vida por medios más precarios.

En esa supervivencia, estar a la vanguardia ya no dice nada, y tal vez lo que deberíamos reivindicar es nuestra estancia en la retaguardia. Esta idea se ha actualizado recientemente, más allá de las viejas referencias militares que colocan al “retaguardismo” en una dimensión guerrillera o lo tratan como una especie de archivo móvil que, en épocas distintas de la historia, guarda la memoria de los frentes de guerra. Y más allá, también, de la deriva porno del asunto; con esa infinidad de llamadas al sexo anal y sus múltiples invitaciones a “entrar por la retaguardia”.

Ya en un plan más serio, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa propone salir de las ideas vanguardistas que se suponen delante de su tiempo y de ser “capaces de ver lo que otras no ven”. Para De Sousa, un pensamiento de retaguardia no es aquel que es capaz de generar los hechos, sino el que puede seguirlos. Un pensamiento hecho a la medida de “los que están a punto de desistir”.

Por su parte, la crítica mexicanoamericana Diana Taylor entiende que en la retaguardia adquirimos un conocimiento que sobrepasa las disciplinas académicas y le concede importancia a “la vulnerabilidad del no saber” a la hora de construirnos una idea del mundo.

Como en la guerra, en la retaguardia es donde nos reponemos del combate, nos curamos las heridas o nos alimentamos para volver a la batalla al día siguiente. Por eso, en la retaguardia tal vez la vida no sea más sabrosa, ni más adelante ni más destacada. Pero al menos es un lugar en el que uno no está solo.