Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
En estos tiempos lo que está en auge es la defensa de muchas causas, hemos armado un frente común para denunciar el abuso, la xenofobia, el racismo, la homofobia, el abuso de poder, el bulling, el acoso sexual, la cosificación, el acoso laboral, el tráfico de influencias, el derecho animal, los ecocidios, la comida chatarra, el excesivo uso y abuso de los plásticos y muchísimas otras situaciones. Lo común es la risa y la burla con la que se toma esta defensa, ya que se cree que esto no es necesario puesto que los “putitos” tienen sus derechos intactos siempre y cuando no se tomen de la mano ni se besen en público, además de que las mujeres pues “no se tienen que hacer de rogar” si bien que les gusta que le digan piropos en la calle.
Esta forma de pensar en la que se legitima y normaliza el abuso de todo tipo es muy común, más de lo que se cree, tiene como fin hacer de menos la denuncia y hacer que se diluya junto con muchas otras; por lo general se utiliza la burla para hacer de menos a los denunciantes; otras veces se construye todo un ardid difamatorio contra la víctima para poder intimidarla y hacer que recule en su exposición de hechos.
Lo cierto es que estos movimientos le han dado voz a los que no la tienen, aunque como todo en la vida, también ha servido para denunciar casos sin sustento, pero no por eso se tiene que deslegitimar el hecho de que una personas alce la voz para luchar contra todo un sistema institucional y burocrático, ya que ese es el escudo que utilizan los que ejercen este tipo de violencia para pisotear los derechos de los otros.
Hay quienes están en contra de acusar directamente al que comete un abuso, exponer al abusador es tomado como algo de muy mal gusto, como algo difamatorio, como exponerse de manera gratuita, ya que estas cosas se tienen que aguantar de manera estoica, pues “aquí nos tocó vivir”. Incluso, si se le refuta esa actitud suya que denota complicidad a quien ve con malos ojos la denuncia, la reacción casi siempre es la risa y a veces hasta compadecer a quien piensa que la solución proviene de una denuncia.
Existe una campaña de desprestigio ante la denuncia y el respeto a los derechos humanos, seguimos con ideas tan primarias como que a los niños hay que golpearlos y alzarles la voz porque es necesario imponer orden y respeto, ya que solo la mano dura puede rendir frutos. Un ejemplo, una mujer recibe mensajes constantes de un hombre al que no conoce pero que logró conseguir su número, como este hombre tiene interés sexual por ella le hace insinuaciones o propuestas muy directas, si la mujer no responde viene la agresión por creerse mucho y no hacerle caso, como si ella tuviera la obligación de seguirle la corriente y si la mujer le responde de manera negativa y se defiende de tal acoso el hombre igual y la agrede por creerse muy buena y no ceder ante la propuesta sexual. Denunciar casos así se sigue pensando de mal gusto y se le pide a la denunciante que deje pasar este tipo de cosas, ya que sucede todos los días, que no debe de sentirse especial por eso y son muchos los que secundan esta sugerencia.
Tenemos un don especial de solapar estos abusos, incluso de ejercerlos a diario, ya que mucha veces los que lo ejercen son los que toman grandes decisiones, o porque estamos navegando en un barco donde los marineros y el capitán son los que se comportan de igual forma o también porque no somos conscientes de que estamos a favor de muchas injusticias y vamos reproduciéndolas.
De ahí me surgen un par de preguntas: ¿Entonces en la vida y el teatro la medida de lo justo e injusto tendrá que ver con qué tanto puedan verse afectadas mis futuras inversiones? ¿Tiene el arte que ver con las personas o eso ya es del siglo pasado? Y así con las cosas que se piensan los días de asueto.
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