Por Joaquín Bestard Vázquez
Esa tarde llegaron los Argáez de visita a la casa y papá me gritó: A ver Fredy si vas por unas conchas, polvorones y unas barras de pan francés aquí a la vuelta, pero Fredy ni ahí o en otras tres panaderías halló más que la misma imagen o cuadro de desolación, las charolas vacías y regadas por todos lados y los panaderos don Licho, don José y don Píndaro llorando encima de tanto desorden y desolación; entonces Fredy se unió a los grupos de aturdidos que gritaban proclamas contra la crisis que abatía a Yucatán, el caso se presentó en Ticul cuando Chan Huach era un niño y él siguió a los ríos de gente que iban de un lado a otro vociferantes y cargando bultos de cosas de las tiendas o las que vendían ropa, mercería y trapos; era un saqueo pero Chan Huach no sabía por dónde huir y volver a casa, por momentos tronaba, se oía un balazo y los chispazos como relámpagos donde que la noche estaba fría y húmeda, nublada y oscura.
Chan Huach nunca llegó con el pan y la cena se suspendió. Chan Huach se llevó unos buenos correazos, una limpia por mentiroso y flojo, los hombres alborotados saquearon sacos de arroz, azúcar y frijol.
Así desde los cinco o seis años Chan Huach ya andaba en revueltas y levantamientos sin tener que ver, nomás de comparsa.
Fredy