Pedro de la Hoz
Una visión equilibrada de la continuidad y renovación de la canción popular latinoamericana la ofrece desde México la compositora y cantante Rosalía León. Aunque por su estampa física menuda y sonriente diríase una muchacha recién salida de la adolescencia, la mujer madura en pensamiento y edad se revela en el sendero artístico transitado, cuyas más fecundas estaciones se hallan en la actual década. La última parada tuvo por destino La Habana, con motivo de la conmemoración del Grito de Dolores, que en su voz y la de sus colegas de la isla derivó en una gozosa comunión espiritual cubano-mexicana.
En la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, en el centro histórico habanero, el concierto de Rosalía se inscribió entre los hitos más destacados de una temporada de presentaciones musicales que han elevado la temperatura de la ciudad bañada por la corriente del Golfo, con el dúo Buena Fe en el Malecón y Pablo Milanés en el teatro Karl Marx a inicios de mes.
La León puso a consideración del público el repertorio de su más reciente producción discográfica, Más alto, echada a andar en 2017, trece temas en los que alterna emblemas de la tradición mexicana con piezas compuestas por ella, con la colaboración de Sole Giménez, Susana Harp, Jorge Villamizar y Kelvis Ochoa.
El concierto de Bellas Artes constituyó la muestra de una elección estética intencionada. León apuesta por la conjugación del sonido acústico de la guitarra que ella misma ejecuta con las prestaciones electrónicas del instrumento –para esto se valió en La Habana del oficio de su compatriota César Huesca y el cubano Raúl Verdecia-, en una línea que ha sustentado desde los inicios del corriente decenio mediante el proyecto denominado Gliese 229.
Arropar sones, huapangos, jaranas y rancheras con los efluvios del rock y el blues ha dado por resultado la actualización de valores patrimoniales de una parte, y de otra el anclaje de sus propuestas autorales en un sustrato alimentado por la tradición. Dicho así parece una operación dialéctica compleja, pero que a nivel de público seduce y consigue una pronta identificación con los más jóvenes.
Estos últimos en la capital cubana aceptaron cálidamente a la León a partir de contar con el conocimiento previo de otras dos notables figuras mexicanas que se han dejado huellas entre ellos, Lila Downs y Julieta Venegas, aunque, a decir verdad, son ostensibles las diferencias. En todo caso se empatan aquellas y esta en el terreno de concebir la canción popular al margen de concesiones comerciales y fórmulas facilistas.
Muchos recordaban a la León por haber compartido un año atrás escena con Haydée Milanés, la hija de Pablo, quien ahora reciprocó el gesto al acompañarla en Bellas Artes. Pero también tenían frescas las imágenes y la confluencia vocal de la cantautora y Kelvis Ochoa en el video promocional de Espectros, uno de los cortes de Más alto, en el que una suerte de letanía rockera, condimentada por el guitarrista Joe Demikeli, sirve de plataforma para la denuncia de la violencia doméstica contra la mujer. Otro video clip, el de Casi creo, comienza a ganar el favor de los aficionados a la trova por el entendimiento artístico entre Eugenia León y la cantautora.
Con estas altas notas Rosalía León trasciende el espacio local para instalarse en uno más amplio al que también pertenece.