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Cultura

Víctor Jara no deja de cantar

Pedro de la Hoz

Nunca entenderé la saña con que la horda fascista acabó con la vida del cantor chileno Víctor Jara el 15 de septiembre de 1973. El cuerpo del artista apareció un día después en un descampado cercano al Cementerio Metropolitano de Santiago con 44 impactos de bala: dos en la cabeza, seis en las piernas, 14 en los brazos y 22 en la espalda. Las manos quebradas. El 12 de septiembre había sido detenido en el campus de la Universidad Técnica del Estado y confinado en el Estadio Chile junto a 600 compatriotas partidarios del derrocado gobierno de Salvador Allende.

Un soldado lo reconoció y comenzó el martirio. Boris Navia, entonces un joven abogado que trabajaba en la Universidad, recordó muchos años después el triste episodio: “Lo golpeaba, lo golpeaba. Una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas. Víctor sonreía. Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente, y eso descomponía más al facho. De repente, el oficial desenfundó la pistola. Pensé que lo iba a matar, pero siguió golpeándolo con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente”.

Las torturas continuaron. En la noche del 15 de septiembre, Navia fue trasladado del Estadio Chile al Estadio Nacional. Al salir, tropezó con unos 30 cadáveres; uno de ellos era el del cantor: “Todos están acribillados y tienen un aspecto fantasmagórico, cubiertos de polvo blanco que cubre sus rostros y seca la sangre. Reconozco a Víctor en primer lugar”.

Luego de una procelosa investigación y un dilatado proceso judicial, el pasado 3 de julio ocho oficiales del Ejército chileno retirados fueron condenados por el asesinato del popular cantautor Víctor Jara. Otro espera en Miami a ser extraditado por el mismo delito. Tardía justicia, crimen irreparable.

No vale citar los nombres de los encartados, nadie los recordará en el futuro. Mucho más útil será comprobar cómo la memoria de Víctor perdura y a eso voy. A las canciones que los trovadores no dejan de cantar y a las que forman parte de la banda sonora de las nuevas generaciones de latinoamericanos.

Emocionan, como si hubiera sido compuestas ahora mismo, temas como Plegaria de un labrador, hecha a la medida de un cristianismo liberador comprometido con la lucha de los pobres de la tierra; Manifiesto, revelación de su arte poética; Paloma quiero contarte, con sus coplas melancólicas; y Te recuerdo Amanda, donde pocas veces en el cancionero latinoamericano se ha logrado una síntesis tan entrañable entre proclama amorosa e intención social.

En Santiago de Chile, en el Museo Violeta Parra, le cantan por estos días Isabel y Tita Parra, hija y nieta de la gran artista popular. A Víctor dedican la reedición del álbum Puras Cuecas, lanzado inicialmente en 2012 y el concierto Septiembre con cuecas de Víctor Jara.

Víctor vive se nombra la jornada de la Universidad Central. El laureado pianista Roberto Bravo versiona las piezas del cantor y cautiva al público agolpado en el Aula Magna. Horas después llega la mítica agrupación Inti Illimani.

Mientras eso sucede en la capital chilena, en la lejana Arica sus habitantes se aprestan al homenaje que tendrá lugar en el parque Carlos Ibáñez del Campo, el día 28, con las presentaciones del colectivo Intin Wawanakapa, Magdiel, el dúo Paulina Camus y Gurpá, José Salazar, el charanguista Martín Romero, José Macías y los grupos Tallados, Raishar y Raíces. Si de lectura se trata, llega a librerías el título La sonrisa de Víctor, del folclorista Jorge Coulón.

Antes, este próximo fin de semana, se prepara la sexta edición del megaevento Mil Guitarras para Víctor Jara, en la Plaza de La Paz de Recoleta, frente al acceso principal al Cementerio General de Santiago.

Parece entonces que se cumplen los versos del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal cuando escribió: “Creyeron que te / mataban con una orden / de ¡fuego! // Creyeron que te enterraban. // Y lo que hacían / era enterrar una semilla”.

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