Ivi May Dzib
Me parece perverso y hasta cínico que a estas alturas del partido algunos supuestos creadores consideren que todas las artes son iguales y que uno, al igual que en su momento lo hizo Videgaray, puede acceder al dinero público pensando que así puede aprender un oficio del cual no sabe. No falta quien argumenta que como su terreno es el literario y las instituciones locales no ofertan convocatorias de creación, más que las becas que a duras penas aparecer cada determinado tiempo, entonces lo más idóneo es dar el salto a otra área donde sí hay recursos, y es así que entonces dicen, pues vámonos a lo más fácil, hagamos teatro. Banalizando una vez más el quehacer de los artistas pensando que basta con la mera disposición para poder saber hacer o que basta con el hacer como sea para que esto se considere un producto artístico.
En este sentido no cabe duda que se piensa que las áreas más impunes son el teatro y la literatura, pensamos que basta con publicar un texto o varios en las diferentes plataformas digitales o en alguna revista impresa para ser escritor, o peor aún, que la validación de un texto se encuentra en el número de visitas, comentarios o likes que éste pueda suscitar, más si tomamos en cuenta que vivimos en la época donde es más vista y comentada la foto o video de un perrito defecando sobre un pastel de cumpleaños que la de cualquier pedazo de realidad que cuestione con dureza la hegemonía del mundo en el que vivimos, lo mismo sucede con la textualidad, no puede ser evaluada en su carácter estético como si fuera cuestión de popularidad.
Con el teatro sucede algo parecido, se piensa que basta con que los actores se aprendan un texto y lo reciten mientras un supuesto director los acomoda sobre el escenario sin que den la espalda para que entonces ya tengas una obra de teatro que puedes presentar en festivales o recintos culturales del Estado. Lo peor es que los dejan presentarse y les pagan, los van a ver su familia y sus amigos que en muy buena onda les dicen que les sorprendió la actuación y demás etcéteras. No hay conceptualización ni rigor estético, pero sí la creencia de que se está haciendo teatro e incluso de que merecen el reconocimiento del Estado y el dinero público, pero cualquiera con un poco de criterio y apreciación reconocería la falta de técnica y rigor en ese hacer, pero eso es lo que menos les importa, siempre consideran que esa crítica es producto de la mala leche y de la envidia, cuestionan al otro y no su propia calidad. De ahí que la literatura y el teatro estén minados de personas que no tienen el mínimo conocimiento para poder erigirse en la categoría de creador, pero sí gozan de un espacio donde se hacen creer que crean.
Y todavía hay algunos que se consideran críticos que van por ahí preguntándole a los profesionales si cumplieron con cuestiones básicas para la producción de una puesta en escena, como solicitar los derechos de autor, estos mismos personajes “críticos” son los que no cuestionan a sus amigos amateurs sobre su hacer en el teatro y en vez de evidenciarlos los legitiman, sublevando la impunidad con la que creemos merece ser tratada la experiencia artística.
Y así con la literatura y el teatro, porque nos escudamos bajo el argumento de que ahora todo es subjetivo y que puntos de vista como estos son dañinos para hacer comunidad, para llevarnos todos como hermanos y que solo refleja la envidia de alguien que no respeta el triunfo ajeno.
ivimayd@hotmail.com