Cultura

25 Aniversario de la Camerata Romeu

Enriquito Núñez Rodríguez I

Una introducción no tan necesaria

Hoy quiero escribir sobre el 25 Aniversario de La Camerata Romeu, y voy a conversar con esta dama que, aunque pasa de los 60, aparenta tener menos edad, bastante menos, ciertamente.

La conocí cuando yo tenía 10 años. Yo vivía en el Nuevo Vedado, mi escuela primaria quedaba cerca de su casa y cada dos días yo regresaba a la mía llevando una cántara de aluminio galvanizado llena de leche recién ordeñada, que mi mamá me encargaba que trajera desde la vaquería de la Finca Paredes, enclavada en los potreros que ahora ocupan los edificios de 12 y 20 plantas del barrio popular construido después de 1959 y ampliado luego en los 70, en lo que fuera un vasto terreno yermo conocido como La Dionisia.

Yo nunca regresaba de la vaquería por el mismo lugar, supongo que para no aburrirme y, de paso, explorar la comarca. Hasta que un día, en el trayecto de regreso vi, saliendo de su casa, a la niña más bella que había visto en mi corta vida. Era un sol en miniatura, el cabello rubio como el trigo (yo nunca he visto el trigo en flor, pero eso lo leí en alguna parte) un par de ojazos verdes como dos esmeraldas, adornadas por unas larguísimas pestañas. Y la figura…¿Cómo puede ser que la figura de una criatura de 10 años anunciara ya la hermosísima mujer en que se convertiría solo 8 años después? No lo sé, pero aquella figura de ángel del cielo, de vestal caribeña, fue lo que acabó por destrozar mi tierno corazón.

A partir de aquel día comencé a regresar siempre de la vaquería por el mismo rumbo. Caminaba despacito por la acera de enfrente de la suya, para volver a ver, una y otra vez, a la niña más bella del mundo. Nunca intenté nada para conocerla, así de tímido era yo a los 10 años. Pero el día en que con suerte la veía frente a su casa, entrando o saliendo de la mano de su mamá, ese día yo no podía hacer las tareas del colegio, se me quitaba el hambre, no dormía bien. Y pasó el tiempo, y pasó un águila sobre el mar… Después de las vacaciones de aquel verano del 64, mis padres me matricularon semi-internado en una escuela secundaria básica, a 12 kilómetros de mi barrio, y nunca más volví a ver a mi sol en miniatura.

Pero 4 años después, el primer día de clases del primer año del pre-universitario, en el patio del Instituto, y durante el acto de inauguración del curso, estaba yo mirando distraídamente a mis nuevos condiscípulos (sobre todo a mis condiscípulas) y de pronto la vi. Allí estaba mi niña, la más bella del mundo, convertida en una despampanante adolescente, con aquel uniforme planchadito de la blusa blanca de seis botones y la saya gris circunvalada con una cinta blanca a la altura de las rodillas. El mismo cabello de oro y los mismos ojos verde hierba del campo. No voy a contar aquí los detalles de cómo nos conocimos, cuándo le tomé de la mano por primera vez, ni qué día de la Historia nos dimos el primer beso. Lo cierto es que, de algún modo, y sin mucho esfuerzo, como el mismísimo Romeo Montesco, había conquistado al amor de mi infancia ¿O fue ella la que me conquistó a mí? Nunca lo he sabido con certeza. Mas lo nuestro no duró, porque los amores imposibles no duran. Ella era 4 meses mayor que yo, y las muchachas a esa edad, maduran antes que los varones. Tal vez por eso, un día todo terminó tan rápido como había empezado. Pero aquella noche compuse mi primera canción. Yo tenía entonces 15 años.

Después de revelar algo tan íntimo, prometo que a partir de este momento intentaré ser todo lo objetivo que me exige el rigor periodístico, mi compromiso con la verdad, el deseo de trasmitirles la historia de esta niña de 60 y algo que tengo sentada frente a mí. Solo un detalle: “Aquellos ojos verdes, serenos como un lago”, me miran hoy detrás de unas simpáticas gafas. Es lo único que me hace recordar que han pasado ya cincuenta años.

II

El Clan Romeu

Zenaidita Romeu, directora de La Camerata Romeu, fundada el 4 de septiembre de 1993, forma parte de la tercera generación de una familia de músicos, que si no es un caso único en el mundo –y estoy pensando en la familia de Juan Sebastián Bach– seguro que sí lo es en Cuba y probablemente en toda Iberoamérica.

Hace un rato, cuando con la ayuda de Belinda Romeu, actriz y trovadora, prima de la protagonista de esta historia, terminamos de armar el Árbol Genealógico del Clan Romeu, descubrí que yo solo había escuchado hablar –y con suerte conocido personalmente– a menos de la tercera parte de esta legendaria familia que tanta gloria le ha dado a la música cubana.

La historia comienza con Antonio María Romeu Marrero, nacido en 1876, pianista, conocido con el apodo de El Mago de las Teclas, director de orquestas danzoneras, creador de las llamadas Charangas Francesas y compositor, entre otras piezas de la célebre “Tres lindas cubanas”. Entre los aportes del Maestro Antonio María Romeu se destaca la introducción del “solo obligado” de piano en los danzones y el resto de la música popular bailable en Cuba. Hoy no se concibe un número del repertorio popular en que no esté presente el solo de piano. Antonio tuvo un hijo músico, al que llamaban “Picholín”, quien a la muerte de su padre asumió la dirección de la famosa orquesta danzonera, con la voz incomparable de Barbarito Diez.

Su hermano Armando, nacido también a fines del siglo XIX, tocaba todos los instrumentos de una banda. Como su hermano Antonio María, dirigió orquestas de danzones, muy en boga en aquella época. Luego fue el Director de la Banda de la Marina, con la cual se presentó y ganó el 1er premio en un concurso de bandas en los EE.UU en 1938 y1939. Pedagogo, tuvo una prole de 9 hijos, seis de los cuales fueron músicos. En orden cronológico, los hijos músicos de Armando Romeu –abuelo– fueron:

Zenaida Romeu González (1910), Pianista, compositora y pedagoga, formadora de grandes intérpretes del piano en Cuba. Tocó el piano en Radio CMBN, en la orquesta de la CMQ, en la orquesta de RHC Cadena Azul. Tocó a dúo con su hermano menor, Mario, y fue la pianista de la Compañía de operetas y zarzuelas de Ernesto Lecuona. Muy recordada como directora musical de programas infantiles de la televisión, para los cuales compuso innumerables temas y canciones.

Armando Romeu González (1911): Flautista, saxofonista, orquestador y director de orquesta. Profesor de Armonía y orquestación, Maestro de muchos jazzistas cubanos, introdujo en Cuba el formato de jazzband, con el cual formó la Orquesta del cabaret Tropicana. En los años 60 del pasado siglo, creó la legendaria Orquesta Cubana de Música Moderna, con músicos de la talla de Chucho Valdés, Enrique Plá, Carlos Emilio Morales, Jorge Varona, Arturo Sandoval, Paquito D’Rivera y Guillermo Barreto. Un irrepetible “All Stars”, en el que todos fueron alumnos suyos.

Zulema Romeu González: Acordeonista y bailarina del Ballet de Alicia Alonso.

Ernesto Romeu González: Contrabajista. Tocó en las orquestas del Cabaret Tropicana y de la Televisión Cubana.

Rubén Romeu González: Violinista, saxofonista, director de orquesta y escritor de novelas radiales.

Mario Romeu González (1924): Pianista excepcional (hay más de una voz autorizada que lo sitúa a la misma altura que Ernesto Lecuona), compositor de la banda sonora del filme cubano La Bella del Alhambra, por solo citar una obra suya; orquestador y director de orquesta de talla mundial.

Zenaida, la mayor de los 6 hijos músicos de Armando Romeu, tuvo tres hijos músicos:

Gabriel “El Puly” Sequeira Romeu, pianista, bajista y percusionista

Armando Sequeira Romeu, toca guitarra y bajo eléctrico, piano, batería, es compositor y director de diferentes formatos musicales como combos y cuartetos.

Zenaida Castro Romeu, primera cubana en graduarse simultáneamente de Directora de Orquesta y Directora de Coros en el Instituto Superior de Arte de Cuba (ISA). Fundadora y Directora –en 1993– de la Camerata Romeu, agrupación que revolucionó el panorama de la música de concierto en Cuba.

Armando, el segundo hijo del viejo Armando tuvo un solo hijo varón:

Armandito Romeu, quien fuera vibrafonista del combo de Felipe Dulzaides, pero también tocaba el drums. Los hijos de Armandito son dos: Mike Romeu, director de banda de rock y compositor, y Christian Romeu, compositor y también director de bandas de pop-rock

Zulema Romeu tuvo dos hijas: Denisse, actriz-cantante de teatro musical y Angie, cantautora.

Ernesto Romeu, no tuvo hijos músicos, sí dos nietas que estudiaron música, pero no la ejercieron profesionalmente.

Rubén Romeu, es el padre de Gonzalo Romeu, bajista, pianista y director orquestal. De Alberto Romeu, fagotista, y baterista. Y de Jorge Romeu, bajista y director de grupos de diferentes formatos.

Y por último, el más joven de los hijos de Armando Romeu Marrero, Mario Romeu González, tuvo una hija, Belinda Romeu, trovadora y actriz, madre del trovador Cristian Soria Romeu, y del compositor de rock sinfónico Líber Soria Romeu. Y un hijo, Mayito Romeu, guitarrista clásico, de rock y compositor para programas de TV y teatro, cuya hija, Brigitte Romeu, recientemente terminó con 100 puntos el examen final de corno en el Conservatorio Amadeo Roldán.

III

La Maestra

La mañana de 1956, cuando con solo 4 años, Zenaidita Romeu fue a plantarse delante de su mamá, quien estaba dándole clases de piano a uno de sus muchísimos alumnos, y con los brazos puestos en jarra sobre la diminuta cinturita, le espetó a su progenitora: “Mamá; ¿Y cuándo tú me vas a dar clases de piano a mí?” nadie, ni su madre, que rió con la ocurrencia de la niña, podía siquiera imaginar que 26 años más tarde, su pequeña hija iba a convertirse a la vez en la Primera Mujer Cubana graduada de Directora de Orquesta y Directora de Coro. Pero ese día, cuando terminó con el último alumno, cargó a Zenaidita y la sentó por primera vez a su lado en la banqueta, frente al teclado del piano.

En 1958, debutó como artista, interpretando una sencilla pieza, de apenas un minuto, que su mamá había escrito especialmente para que ella la tocara en el Show de Antonio Palacios en el Teatro América. Zenaida Madre continuó enseñándole piano elemental, solfeo y teoría a la niña. Años después continuó sus estudios en el Conservatorio Internacional María Jones de Castro, que tenía su sede en el famoso “Castillito” de la calle F entre 27 y 29, en El Vedado habanero, y que es hoy el Conservatorio Manuel Saumell. Más tarde siguió su aprendizaje en el Conservatorio Municipal Amadeo Roldán, donde perfeccionó el nivel medio de piano, además de las asignaturas teóricas.

Pasó del Conservatorio Amadeo Roldán a la Facultad de Música de la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán (ENA), cuando esa prestigiosa institución docente, erigida en los terrenos del antiguo y exclusivo Country Club de La Habana, abrió sus puertas a todos los jóvenes con talento, para que fueran a formarse como futuros músicos, de manera absolutamente gratuita. Ya en la Escuela Nacional de Arte, cantó por primera vez en el coro selectivo de la escuela de música, con el que participó en 1973 en el Festival de Coros de Santiago de Cuba, que dirigía el Maestro Electo Silva. En la ENA, comenzó la carrera de Dirección Coral, con la profesora húngara Agnes Kralovski (Agui), con quien se reencontró el pasado diciembre en la celebración de los 25 años de La Schola Cantorum Coralina, un concierto al que Zenaida y la Camerata Romeu fueron invitados por la Maestra Alina Orraca, que reunió a antiguos alumnos de Agui con sus coros, para que ésta los dirigiera individualmente y a todos reunidos al final para interpretar juntos el Requiem de Gabriel Fauré.

Matriculó en el primer curso regular diurno (1977-1978) del Instituto Superior de Arte, también conocido en Cuba como Universidad de las Artes, en la Especialidad de Dirección Coral. Comenzó a la vez la carrera de Dirección de Orquesta, Para ello tuvo que conseguir una autorización especial del Ministerio de Educación Superior, ya que entonces (ni ahora tampoco) estaba permitido estudiar dos carreras universitarias al mismo tiempo. Y en 1982, a los treinta años, Zenaida Castro Romeu, nieta de Armando Romeu Morales, recibía, de un modo muy simbólico, con su mano izquierda –la que “acompaña” y armoniza en el piano– el Título de Licenciada en Música, en la Especialidad de Dirección Coral; y con la mano derecha, la de sostener la batuta, el Título Universitario que la acreditaba, junto a su condiscípula, la Maestra María Elena Mendiola, como las primeras mujeres cubanas en graduarse de la Especialidad de Dirección de Orquesta, que hasta ese día era terreno solo de músicos hombres. Su primo Gonzalo Romeu, graduado de Dirección de Orquesta del Conservatorio Tchaikovski de Moscú, fue su profesor de la especialidad, y la guió hasta obtener el Diploma.

En el I.S.A. cantó en el coro de la Facultad de Música, junto a jóvenes que hoy son músicos de primer nivel en Cuba y el extranjero. Zenaidita, al graduarse en 1982, se debatía entre la alternativa de ser convocada solo esporádicamente a dirigir agrupaciones sinfónicas (recordar que nadaba en aguas masculinas, y la mayoría de los que eran ahora sus colegas, ya eran excelentes directores) o la posibilidad de enfocarse en su otra especialidad: la Dirección Coral. Fue entonces que, siendo ya profesora del I.S.A., y a pesar de la reticencia e irónicas frases –incluso de algunos profesores– fundó el Coro de Cámara Cohesión, con estudiantes del Instituto, entre los que se encontraban Oriente López, Cary Diez, Élsida González, José Manuel García y Gema Corredera.

Zenaidita es una de las primeras directoras de coro que, en Cuba, comenzó a utilizar la gestualidad, el movimiento corporal, el uso de onomatopeyas provenientes de la polirritmia de la música popular cubana, estuvieran escritas o no en las partituras. Bajo su conducción, el Coro Cohesión comenzó inmediatamente a conformar un novedoso repertorio coral con obras que nunca antes se habían estrenado en Cuba. Si hubiera que adjudicarle a la Maestra Zenaidita Romeu, igual que a sus amigas, las Maestras Alina Orraca, María Felicia Pérez, y tantas otras, la introducción del “meneo”, la “gozadera”, la risas el dicharacho, en fin, la criollísima fiesta corporal conque cantaban sus coros, bastaría solo con eso para que sus nombres entraran en la historia de la música cubana.

Hoy en día, ese es el sello distintivo que caracteriza a todo el Movimiento (y ahora sí está bien usado el término) Coral Cubano, lo que lo distingue en el mundo entero, y lo que consigue que, aparte de la excelencia vocal, armónica e interpretativa conque los coros cubanos asumen el repertorio nacional, pero también obras de todas las culturas, los públicos de todos los confines del orbe se levanten de sus asientos a ovacionar a Exaudi, de la Maestra María Felicia Pérez; La Schola Cantorum Coralina, de la Maestra Alina Orraca; a Vocal Leo, de la Maestra Corina Campos, al Coro Nacional de Cuba y al Coro de Cámara Entrevoces, que dirige la Maestra Digna Guerra; La Camerata Vocale Sine Nómine, de la Maestra Leonor Suárez Dulzaides, al Coro de Cámara de Matanzas, del Maestro José Antonio Méndez, condiscípulo de Zenaidita en la ENA…e, incluso, al Coro del Instituto Cubano de Radio y Televisión, bajo la dirección del Maestro Octavio Marín y muchos otros. Recientemente, el pasado año 2018, el coro femenino Vocal Luna, que dirige la Maestra Wilmia Verriere, conquistó varios lauros en la Olimpíada Mundial de Canto Coral celebrada en Sudáfrica, donde contagiaron al público –y al Jurado– con sus espectaculares interpretaciones de repertorio cubano, internacional y de la propia Sudáfrica.

A partir de la década de 1980, nunca más se vio a los cantores de un coro cubano actuar cual si fuesen “estacas” sonoras, interpretando la música cubana, pero también partituras del mundo entero. Hasta de Japón…como esa exquisita pieza popular nipona que interpreta La Schola Cantorum Coralina, y en la que sus muchachas se contonean cual geishas tropicales.

A principios de la década de los noventa, entre los años 90 y 92 del pasado siglo, Zenaidita fue contratada por el Coro de la Sociedad Mercantil e Industrial de Vigo, en España, para un adiestramiento, ofrecer clases magistrales de Dirección Coral, y conformar un coro de 100 voces. Mientras cumplía ese contrato, un mal día conoció a un gallego entrado en años que le preguntó: “¿Eres cubana?”, para luego piropearla descaradamente y decirle: “Yo voy muy seguido e Cuba”. Ella, sin imaginarse cuál sería la repuesta de aquel infeliz, le respondió con candidez: “¿Qué bueno… ¿y a qué va?” a lo que el “señor” le confesó sin ruborizarse: “A joder, ¿a qué más se puede ir a Cuba?”. Zenaida Romeu sintió como un volcán de furia se apoderaba de ella en un milisegundo. A pesar de lo cual, le dio la espalda al turista sexual español, pero antes, con toda educación, le respondió: “En Cuba no todas las mujeres somos prostitutas”.

Esa noche, la Maestra decidió adelantar su regreso a la Isla. No pudo dormir de rabia, de impotencia, de vergüenza, de dolor por su honor de cubana cruelmente mancillado, y también presa de un enérgico y súbito patriotismo, que la mantuvo en vela, incendiándole el alma, el corazón y la conciencia. Esa noche, en Vigo, en la mente de mi niña dorada de 10 años, de la muchacha más bella del pre de El Vedado, de la talentosísima estudiante de música, de la Directora de Orquesta graduada de Nivel Superior en Cuba, cobró forma la idea de crear a su regreso a Cuba una agrupación de cámara con jóvenes y bellas muchachas. Esa noche nació, de lo profundo de su corazón de artista, la Camerata Romeu.

Lo que siguió es historia conocida.

IV

Un epílogo necesario: Datos para la Historia

La Camerata Romeu ofreció su primer concierto el 4 de septiembre de 1993, bajo el auspicio de la Fundación Pablo Milanés, adonde llegaron por iniciativa del Productor Musical Rolando Montes de Oca, tras un riguroso proceso de selección de sus nueve primeras integrantes.

La orquesta comenzó un año después, gracias a La Oficina del Historiador de la Ciudad, a ensayar y ofrecer actuaciones en la Basílica Mayor del Convento de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico de La Habana, que se convirtió de esa forma en sala de conciertos y su sede permanente.

Se han presentado en más de 20 países de Escadinavia, Europa, América Latina y varias veces en los Estados Unidos, y México.

Ha grabado 8 Cds: La bella cubana, Cuba mía, Danza de las brujas, Raigal, Non Divisi –monográfico de Roberto Valera (nominado al premio Grammy Latino)–, Habanera, Sertoes Vereda –monográfico de Egberto Gismonti–, Habana-Tampa-Oslo; más otras colaboraciones, como Arpas del mundo, de Carlos Reyes; Cantos de ida y vuelta con Serranito, el famoso guitarrista flamenco, nominado al Grammy Latino, y ganador del concurso Flamencos de Hoy. Y otro más, actualmente en producción, con la música del brasileño Ricardo Herz.

La Camerata Romeu ha ganado varios Premios Cubadisco en diferentes ediciones, además del Premio de la Crítica en el propio certamen.

En estos 25 años han pasado por la orquesta-academia cerca de 60 jóvenes instrumentistas de cuerdas, muchas de las cuales se encuentran actualmente dispersas por el mundo, demostrando lo que les enseñó su Maestra Zenaidita Romeu, triunfando en nombre de Cuba y saliendo a cada actuación con el corazón pleno de orgullo de cubanas y de agradecimiento a la creadora de orquesta en la que se formaron.

La Camerata Romeu ha interactuado con numerosos artistas internacionales, entre los que destacan el genial compositor y guitarrista brasileño Egberto Gismonti, quien escribió la música para un disco conteniendo complicadas, novedosas y dificilísimas piezas para la Camerata, por encargo de la disquera ECM, de Alemania. El Maestro Michel Legrand, quien viajó a Cuba en 1989, a interpretar por primera vez fuera de Francia, el Concierto Oratorio que se estrenara en París ese mismo año, durante las celebraciones por el Bicentenario de la Revolución Francesa. Para su estreno en Cuba, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el Ministerio de Cultura eligieron, entre varios candidatos, a la Maestra Zenaida Romeu para dirigir la Orquesta y el Coro de esa monumental obra de Legrand, escrita para dos pianos concertantes, orquesta sinfónica, trío de jazz y 6 solistas de Ópera Nacional de Cuba, más un coro de 100 voces. El día previo a la clausura del Festival Internacional de Cine de La Habana, en que iba a interpretarse la obra de Michel Legrand, la Maestra Zenaida le pidió a un estilista amigo que la pelara casi a rape. Los mechones de su hermoso cabello dorado, en el que aún no había aparecido la primera cana, fueron cayendo al suelo, como los últimos compases del Primer Movimiento de su vida profesional. Aquello fue una sorpresa para todos, especialmente para Michel Legrand.

Zenaidita Romeu, la sin par y audaz música cubana, se presentaba en público con el nuevo look que la ha distinguido hasta nuestros días: un corte militar de varón, que solamente contribuyó a realzar su innegable femineidad, y a que sus bellísimos ojos verdes y su perfecta sonrisa fueran vistos y admirados hasta por un ciego.

La Camerata Romeu pasó todo el año 2018 celebrando su Vigésimoquinto Aniversario. Ofrecieron cerca de 30 conciertos, el último de los cuales tuvo lugar el pasado viernes 21 de diciembre en su escenario de siempre, a sala repleta, y al que fue invitado especialmente el compositor argentino Gerardo Di Giusto, para interpretar junto a la Camerata Romeu la música del disco Habanera, compuesta por él.

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