Luis Carlos Coto Mederos
Francisco Riverón Hernández
XII
791
El recado
La voz habló para herirme
con la punta de un sonido:
Dicen que perdí tu oído,
balcón de mi arete firme.
Que ya no quieres oírme,
que tapiaste mi balcón.
Y si callo el corazón
y al olvido te sentencio,
tú me oyeras el silencio
como una conversación.
Dicen que ya no te diga
el nombre con que te nombro,
que ya no tienes al hombro
la huella de mi fatiga.
Que te ha nacido una ortiga
donde te sembré una flor.
Y si no digo este amor,
que sabe cómo lo quieres,
tú sentirás que te mueres
sobre mi propio dolor…
Dicen que pierda la fe,
que el tiempo todo lo trunca.
Quieren que no diga nunca
lo que siempre te amaré.
Que ya en vano te diré
mi enamorada paciencia.
Y si dijera mi ausencia
al rubio sol de tu pelo,
hasta en un poco de cielo
encontrarás mi presencia.
Pero ya sé que te gusta
morirte de mi capricho,
por eso lo que me han dicho
no me duele, ni me asusta.
No importa la voz adusta,
ni la flecha en el costado.
No hay herida en el recado
ni te sacarán de mí,
que como vivo de ti
estaré siempre a tu lado.
792
En el verano tú y yo
Amor: Que sobre la tarde
hemos quemado el verano.
Dejé mi beso en tu mano
para que tu amor lo guarde.
Mira, por la piel me arde
aquel incendio que hiciste.
Cada palabra que diste
me servirá de camisa
y le pondré tu sonrisa
a toda mi vida triste.
Amor: Déjame en tu pecho
reclinar este suspiro.
Hasta el aire que respiro
con tu cariño lo han hecho.
De un latido satisfecho
vino mi sangre a estrenarte.
Déjame siempre adorarte,
amor de mis cuatro lados,
para que sean perdonados
los que no saben amarte.
Reclina en mí tu cabeza
con toda la luz encima,
que están mi beso y el clima
borrachos de tu belleza.
“Adiós, –dice la tristeza
en tu labio de arroyuelo–
Déjame abrochar tu pelo
con los claveles más rojos,
que estoy saciando en tus ojos
todas mis hambres de cielo.
Sacia tu sed interior
y con un agua querida,
pon un sorbo de tu vida
sobre mi labio de amor.
Explícame este color
de alegría que me llena,
dime una palabra buena
que me llene hasta la piel,
ahora, que es mía la miel,
porque es tuya la colmena.
Bebe, cielo de ternura,
explicación de la gracia,
quiero sentir que se sacia
tu apetito de dulzura…
Tú eres mi mejor locura,
respuesta de mi alegría.
Dame tu piel, vida mía,
del terciopelo más terso,
para ponerle a mi verso
tu traje de poesía.
Toma de mi vida, toma
de mi voz el agua clara,
que sólo contigo hablara
de lo que sabe tu idioma.
Amor: Que dejó tu aroma
de ser amado y lejano.
Deja tu beso en mi mano
como la prueba mejor,
de la tarde y el amor
donde se quemó el verano.