Cultura

Barenboim, Said y la música por la paz

Pedro de la Hoz

Daniel Barenboim seguramente debe hacer tenido muy presente a Edward Said cuando recibió hace apenas unas horas el Premio Konrad Adenauer, en Colonia, por su compromiso con la paz y el entendimiento de los pueblos. Cierto que el nombre del galardón, el del político alemán que abogó por el rearme de su país y la inserción en la OTAN, contradice de plano el espíritu que lo convoca, pero sin lugar a dudas el pianista y director de orquesta argentino de origen hebreo merece ser honrado por haber trabajado, desde la cultura y de modo muy concreto, a favor de la concordia y la construcción de puentes de comprensión en el conflictivo Oriente Medio.

“Daniel Barenboim ha encontrado en la música un elemento vinculante que une a personas de distintas culturas”, apuntó la alcaldesa de la ciudad, la independiente Henriette Reker, al comunicar la adjudicación del premio. El resultado ha sido un éxito tanto desde el punto de vista musical como por su carga simbólica y su mensaje conciliador, señala la argumentación del patronato que otorga el premio.

Said y Barenboim impulsaron en 1999 la creación de la West-Eastern Divan Orchestra, integrada por jóvenes músicos israelíes, palestinos y de otras naciones árabes para fomentar el diálogo y favorecer un clima de paz. Desde un inicio el proyecto combinó el estudio y el desarrollo musical con el intercambio de ideas. Las primeras convocatorias fueron acogidas por Weimar (Alemania) y Chicago (Estados Unidos). En 2002, la orquesta-taller fijó su base en Sevilla, donde las autoridades locales han arropado la valiosa iniciativa.

La orquesta se vincula a la labor de otra institución fundada por Barenboim, la Akademie abierta en Berlín el 8 de diciembre de 2016, que en una primera etapa ofreció estudios a 90 muchachos y muchachas israelíes y palestinos, “entendiendo por ello tanto a jóvenes de los territorios ocupados como los que viven en la diáspora, sea en Siria, Irak o Turquía, sin descartar a los europeos”, aseguró el maestro. En su concepto educacional entra no sólo la instrucción musical o instrumental, sino también la filosofía, el pensamiento y el humanismo, “porque sin ellos es imposible entender la música”

A Edward Said, nacido en Jerusalén en 1935 y fallecido en Nueva York en 2003, siempre habrá que situarlo entre los pensadores más importantes de nuestra época. Promovió con agudeza e intensidad en el ámbito académico los estudios postcoloniales. Fue miembro del Consejo Nacional Palestino, pero se distanció de Yaser Arafat por considerar insuficientes los Acuerdos de Oslo, por ignorar el fin de la ocupación israelí, el destino de Jerusalén, y el futuro de los asentamientos israelíes en territorios ocupados. Los halcones de Tel Aviv lo tildaron de terrorista y antisemita. El, sin embargo, siguió alentando una solución negociada del conflicto, que incluyera la convivencia de dos estados y la restitución de los derechos de los palestinos.

La amistad con Barenboim partió de su amor por el piano, instrumento que ejecutó con solvencia. Escribió sobre música ejerció la crítica en la revista estadounidense The Nation por varios años. Tras el fallecimiento del intelectual palestino surgió la Fundación Barenboim Said, de carácter público y asentada en Andalucía, uno de cuyos programas es precisamente la orquesta, y que se define por incentivar el espíritu de paz, diálogo y reconciliación, fundamentalmente a través de la música, impulsar acciones educativas encaminadas a la formación integral humanística, elaborar, promover, ejecutar y difundir proyectos de capacitación y cooperación al desarrollo en Andalucía, Palestina y otros países de Oriente Medio, desarrollar la investigación, la experimentación musical y la formación al profesorado y facilitar el intercambio de información sobre cuestiones relativas a los derechos humanos, a la lucha contra el racismo y la xenofobia garantizando el respeto a la diversidad y al pluralismo.

En el contexto del vigésimo aniversario de la creación de la orquesta, el organismo, con Barenboim al frente, realiza una gira europea, que comenzó en Colonia el día en que su director recibió el Premio Konrad Adenauer, prosiguió en París y durante esta semana culminará en Berlín.

El programa que están ejecutando es un verdadero lujo: el Triple concierto para piano, violín y violonchelo op. 56, de Ludwig van Beethoven, y la Sinfonía no. 9, de Anton Bruckner. Para la obra beethoveniana Barenboim, que asume la parte de piano, ha invitado a la violinista alemana Anne Sophie Mutter y al violonchelista francés de origen chino Yo Yo Ma, ambos conceptuados entre los más brillantes ejecutantes de sus respectivos instrumentos en la actualidad.

Al margen de la actividad de la West-Eastern Divan Orchestra, este octubre Barenboim se anotó otro rutilante éxito al dirigir en la Staatsoper de la avenida Unter den Linden, en Berlín, la ópera Las alegres comadres de Windsor, del alemán Carl Otto Nicolai (1810-1849), basada en la pieza teatral homónima de Shakespeare. Se trata de un título poco frecuentado por las casas de ópera en la actualidad. La crítica calificó el trabajo de Barenboim como “el de un fino orfebre que supo situar la partitura en el mapa, como un eslabón que engarza con lógica aplastante la herencia del Singspiel y preludia al mismo tiempo el posterior desarrollo wagneriano del drama”.