Roger Aguilar Cachón
Uno de los tesoros más valiosos que tenemos por el simple hecho de nacer y de pertenecer a una sociedad determinada, es la cultura. Esta nos viene heredada por nuestros antepasados desde hace muchos años y se ha mantenido entre nosotros, ya que sus raíces son tan profundas que es casi imposible que no la llevemos entre nosotros.
En el año de 1982, en la UNESCO, se hizo una Declaración de México acerca de la cultura y ésta mencionaba “.la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos… A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inaca, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones y crea obras que lo trasciendan”.
Ya estamos próximos a celebrar en todo México y en especial en nuestro Estado de Yucatán y, de manera especial en su ciudad capital, la Blanca Mérida, una de las tradiciones que traen muchos recuerdos, ya sea por lo que conllevan estas fechas, sino también por su trascendencia cultural. Me refiero al Día de los Fieles Difuntos o de los Muertos. En esta ocasión no trataré de la importancia de este día, así como de las características de los altares, no, en líneas abajo se tratará de explicar el valor que esta fiesta tiene en relación con otra que poco a poco ha estado sentando reales entre la sociedad yucateca, el Halloween. Haciendo una comparación entre ambas celebraciones, cada uno de los integrantes de la sociedad, de manera individual, familiar o colectiva, tomará la decisión de cuál debe ser celebrada en casas y espacios públicos.
En próximos días se celebrará nuestra tradición del Hanal Pixán o Día de Muertos, que poco a poco se irá perdiendo si los encargados y responsables de conservar nuestra cultura se deciden a elegir otro tipo de celebraciones. El Hanal Pixán es más importante, ya que es nuestro y contiene elementos de nuestra cultura. En próxima colaboración se hará una descripción de los elementos del Hanal Pixán, así como el de los elementos que caracterizan esos días, cuando la ciudad se vestirá de diversos colores y de seguro se instalará en los lugares públicos altares para la exhibición del Hanal Pixán.
También en estos días se presentará una lucha entre la tradición de rendir culto a nuestros muertos en el Hanal Pixán o bien acomodarnos entre lo novedoso y lo que ya ha sentado raíces en nuestra sociedad, el Halloween. Corresponde a nuestra sociedad globalizada hacer conciencia entre inculcar nuestra tradición o dejar que ésta se vaya extinguiendo.
El Halloween ha invadido no sólo nuestros espacios cotidianos, sino lo que es peor, nuestros trabajos, no hay nada que resulte de muy mal gusto el que en las escuelas donde se imparte educación y se forme a los niños y jóvenes, ver en las áreas administrativas un número indeterminado de adornos alusivos a esta fiesta ajena a nosotros. Resulta una vergüenza que en éstas, se trate de inculcar de manera subliminal el festejo de la misma. Considero que las autoridades de cada escuela deben tratar de erradicar esta costumbre –mala por cierto– y preservar y difundir nuestra cultura. Claro está que éstos dirán: “Sí, un día hacemos la exposición de altares, pero sólo un día y los adornos de Halloween se colocan y se mantienen muchos días…”. Pero en fin cada escuela deberá asumir su responsabilidad en la difusión y preservación de nuestra cultura.
Lo que se conoce como Halloween también recibe el nombre de Noche de Brujas, es una fiesta que se viene celebrando en el mundo desde hace muchos miles de años. El pueblo de origen de estas fiestas es el Celta, guerreros por naturaleza y que habitaban hace muchos años algunas regiones de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia. Los Celtas celebraban la fiesta de fin de año el 31 de octubre dedicada al dios Samhain, de características paganas. Con el paso del tiempo y cuando se comienzan a presentar las inmigraciones de estos pueblos a otros lugares, esta fiesta se comienza a propagar, y es en el año de 1846 cuando llega a Estados Unidos de América. Cabe mencionar que en sus orígenes esta fiesta tenía un carácter purificador y religioso.
El nombre de Halloween tiene cuando menos dos orígenes, el primero es que el nombre que recibió la fiesta en donde se celebraban a todos los santos se le llamó All Hallowmas y a la noche de la víspera se le conoció como All Hallows Eve. Nombres que con el paso de los años dieron paso a lo que hoy conocemos como Halloween. Cabe destacar, mis caros y caras lectoras, que esto de la celebración de todos los santos se debió a que en el siglo VIII la Iglesia Católica determinó y fijó el 1 de noviembre para celebrar y festejar a los santos que no tuvieran un día específico en el calendario litúrgico.
Entre los elementos que se asocian al Halloween podemos mencionar: la calabaza, también se le conoce como la lámpara que sirve para ahuyentar a los malos espíritus. Esta calabaza recibe el nombre de Jack o lantern y consiste en ahuecar y tallar en una calabaza ojos y sonrisa para dar un aspecto de miedo al encender en su interior una vela. El nombre de Jack que se da a la calabaza es de una persona que, según la tradición irlandesa, se dedicaba a la vagancia, al juego y a la bebida.
Otra de las costumbres que acompañan al Halloween es la de pedir de puerta en puerta dulces, esto se conoce con el nombre de trick or treating. Esta costumbre se comenzó a popularizar en Estados Unidos hacia el año de 1930, aunque su costumbre data del siglo IX, de una práctica europea denominada souling, que se celebraba el 2 de noviembre y era considerada como una especie de servicio para las almas. Se creía que si a los mendigos que pasaban de puerta en puerta se les daba comida soul cakes o pastel de difuntos, las almas podían tener un mayor número de oraciones y las almas de los familiares de aquellos quienes les dieron el pastel podrían descansar en paz. El pastel de difuntos o soul cakes era un pan elaborado con pasas.
Para hacer el trick or treating, los niños se disfrazan de la manera más horrenda que puedan y van de puerta en puerta pidiendo sus dulces, éstos pueden ser de una gran variedad, entre los que destacan: mini tortas de trozos de calabaza (mini pumpkin match cakes), fantasmas de nuez (nutty ghosts), pasteles de bizcocho de araña (spider critter cakes), manos de bocado(spooky snack hands) fantasmas de galletas de azúcar (sugar cookie ghosts) y linternas de Jack en jengibre (gingerbread Jack o Lanterns).
Es conveniente mencionar que ambas celebraciones ya ocupan, no sólo en pensamiento de la sociedad en su conjunto, sino que de manera comercial, llega un momento en que estas dos conviven, esto es, que en un mismo sitio se pueden encontrar parafernalia y alimentos que se utilizan para ambas. Viene a la mente al de la tinta lo que ocurre en los supers de la ciudad. Hace unos días acudí a uno de ellos a comprar bastimento para los perritos de la casa, así como para los pajaritos, y me topé de lleno con una amplia variedad de enseres dedicados a esta fiesta del Halloween.
En distintos anaqueles del mismo espacio (súper) se podía encontrar máscaras de diferentes personajes relacionados con el Halloween o la Noche de Brujas, disfraces, pintura para tal efecto, y más allá, en la sección de frutas y verduras, me recibió una estampa que tal podía asemejar que estuviese en nuestro vecino país del norte. Me refiero a las calabazas, no a aquellas con las cuales se hace un guiso muy bueno de nuestra gastronomía yucateca, no, sino calabazas de esas grandes, como las que se pueden encontrar en alguna granja gringa, aquellas que se les hace unos pequeños o grandes huecos para asemejar los ojos y la boca y se les hace una gran oquedad encima para poder meter la vela o un foco para aparentar que dan miedo. De seguro que algunas de estas grandes calabazas se usará para adornar algunas viviendas yucatecas y en espacios públicos y escuelas donde se celebre esta fiesta. Habrá fiesta de disfraces donde el ingenio saldrá a relucir y no dudamos que hasta de Sarita vayan disfrazados.
Si usted, caro y cara lectora, se da una vuelta por el centro de la ciudad, podrá darse cuenta que también en todos los locales establecidos y otros no, una profusión de objetos halowinescos (palabra ya españolizada) de todo precio y modelos. Esto ya forma parte de nuestro paisaje urbano, previo a los pibes.
Pero no hay que olvidar que también en otros espacios, como los mercados de la ciudad, ya están presentes los ingredientes y elementos (que en otra nota se hará referencia) para presentar en los diferentes altares y guisos que se elaborarán en estas próximas fechas dedicadas a los fieles difuntos de Yucatán y de México entero. Ya el mercado se viste de gala con sabores, aromas y un colorido que hace especial este espacio en estas fechas.
Como verás, caro lector, esta costumbre de celebrar el Halloween pertenece a una cultura muy distante a la nuestra, el participar en ella o no es algo que le corresponde a cada uno de nosotros, pero lo que sí es un compromiso de todos, es que debemos conservar y difundir nuestras tradiciones y costumbres. Y decidir si aceptamos ambas fiestas en distintos espacios o bien luchamos cada uno, desde su trinchera, para tratar que nuestra celebración del Hanal Pixán siga vigente y prevalezca ante los embates de nuevas formas de cultura que poco a poco se van asentando en nuestra tierra.