Luis Carlos Coto MederosJesús Orta RuizXVI900Evocación de Haití*
Haití de cacao. Haití
de los robles corpulentos,
echo al Paso de los Vientos
una rosa para ti.
En el balcón de Maisí
me paro y casi te miro;
y en caballo de zafiro,
como invisible jinete,
recorre setenta y siete
kilómetros mi suspiro.
Haití de coco y banano,
y de café, cedro y ala,
Africa de lengua gala
bajo el cielo americano.
Arcadia en suelo antillano
que no soñó Anacreonte,
se embriaga de tu horizonte
un pueblo trabajador
color Moncada, color
del ébano de tu monte.
Haití –sisal y algodón–,
asombrando tu mirada,
Andalucía rodeada
de mar, te soñó Colón.
Fue a España su evocación
sobre el lomo de una ola,
volvió, y en tu tierra sola
en el mar ebrio de luz,
respiró el aire andaluz
y te llamó: La Española.
Haití de plumas y flores,
sí, te vio el andaluz piloto
como un arco-iris roto
en festival de colores.
Lo arrullaste en los rumores
de tu playa tornasol,
y el primer fuerte español
de América –la india pura–
impuso su arquitectura
bajo el oro de tu sol.
Haití de verdes promesas,
y de pez, tabaco y caña,
tesoro que volcó España
sobre las arcas francesas.
Tres naves. Crimen. Pavesas
de indios. Un barco negrero.
Amo español. Bucanero.
Francia colonial. Un grito.
¡Y el agua de Artibonito
roja de espalda y de cuero!
Toussaint de paloma fiera,
luchando, ardiendo, muriendo,
y Dessalines recogiendo
y agitando su bandera.
Pétion de rosa y hoguera,
Christophe de negrura clara…
Todo un pueblo que se armara
de palos y de cuchillos,
para convertir los grillos
de tus pies, en una tiara.
Haití, Fénix que en la ruina
yérguese tallada en pena,
primer corte a la cadena
en América Latina.
Jacmel: sonrisa marina,
Miranda, como deshecho,
rehaciéndose en el lecho
líquido del puerto en calma,
con una patria en el alma
y una enseña junto al pecho.
Haití de Campeche y ron,
Haití de maíz y almíbar,
Pétion dándole a Bolívar
la mano y el corazón;
Bolívar dando a Pétion
una estatua en Venezuela.
Haití de la Ciudadela
que, perpetuando una hazaña,
levántase en la montaña
como un pétreo centinela.
Haití de cedro y pinar,
de palma, eucalipto y cestas.
Martí con un pueblo a cuestas
pensando a orillas del mar.
Esperanza ultra-insular
de Aponte, el negro cubano,
cuando en el paisaje haitiano
llora una pena callada,
para despertar tu espada
tocas el bongó africano.
Y en una policromía
de rumberos y rumberas,
son vórtices tus caderas
de un huracán de alegría.
Bailas la noche y el día
ya el merengue, ya la rumba,
y a la par que zumba y zumba
tu rumba, se van cantando
tus penas: se van bailando,
se van gozando a la tumba.
No con arpa ni con lira
es como Cuba te canta,
sino desde una garganta
de caña, y en voz guajira,
con la bandurria que inspira
al campesino de aquí
ya te sueña; y para ti
–Hada Negra de sus cuentos–
echa al Paso de los Vientos
la flor blanca de Martí.
*Premio Unico. “República de Haití”. Enero de 1954