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Cultura

El concierto más memorable de Franz Liszt

Conrado Roche Reyes

Franz Liszt es considerado unánimemente como el más grande ejecutante del piano de todos los tiempos. Fue, asimismo, un muy buen compositor y director, así como maestro de otros grandes músicos.

Nacido en una pequeña población de Hungría, el pequeño Franz (su nombre de bautizo fue Ferenec) mostró gran gusto por la música, por lo que su padre no dudó en que el niño tomara clases de piano, y el menor resultó un prodigio porque a los nueve años ya componía sus primeras obras y tocaba ante un público de aristócratas y poderosos, quienes no cesaban de alabar al pequeño pianista; para entonces Franz crecía y con esto, su endemoniado virtuosismo era un verdadero pasmo. Tocaba con tal ardor una música febril, y emocionaba tanto, que las crónicas de la época describían todos sus conciertos como trepidantes apoteosis de música.

Esto lo llevó a tocar a las grandes capitales, en una época en que quizá floreció como nunca el arte musical, en Viena y París, donde se afincó con su padre que se convirtió como Leopold Mozart, en lo que hoy llamaríamos su representante o apoderado.

Desde adolescente, las mujeres de sangre azul, las bellas duquesas y condesas lo rodeaban respirando agitadamente, lo que hacía al joven Liszt experimentar aquellas sensaciones nuevas para él y que lo marcarían por toda la vida. Con su largo y rubio cabello y sus ojos verde esmeralda, cuando él tocaba, las mujeres caían en éxtasis hormonal y muchas de ellas se desmayaban. Y él, se dejaba querer.. Tuvo como amantes a las mujeres más hermosas de su época.

En un concierto suyo, en plena época de sus paranormales actuaciones, merced a los extraordinariamente largos dedos que poseía, al término de éste, el genio de Bonn, Beethoven, que estaba entre los asistentes, abrazó y dio un beso al joven pianista, esto como una especie de consagración.

Entre conciertos, clases, giras, mujeres y toda la parafernalia que a esto rodea, Liszt nunca olvidó su lugar de nacimiento, donde nunca había actuado: Hungría. Cuando llego el contrato para actuar en Budapest, la capital, Liszt estaba más nervioso y agitado que nunca. A pesar de ser un ya casi héroe nacional, se decía: “Voy a tocar en un país, mi país, y ni siquiera sé el idioma”.

Entonces visitó campamentos de gitanos húngaros para recolectar aquellas melodías de orgullo lento y locura salvaje. Incluso, posteriormente escribió un estudio sobre la música gitana de su país natal.

La música gitana húngara, como se le conoce, se convirtió en la gloria de la nación y las composiciones de Liszt hicieron mucho para difundir su fama. Su fantasía de alto rango relacionada con la noción de rapsodia son golpes de genialidad. En las rapsodias húngaras, Liszt recreó milagrosamente en el piano las características de una banda gitana, el violín solo, con el suave y atractivo efecto percusivo del címbalo. Inspirado en Paganinni, logró sacar los efectos al piano como hacía el italiano a su violín.

Se presentó en Budapest, en el máximo teatro de la ciudad. Por supuesto, las entradas alcanzaron un precio estratosférico. El teatro se llenó, sin embargo….todo el campamento de gitanos se fue apostando en los pequeños espacios, rendijas, agujeros, paredes, donde podían escuchar a Franz Liszt tocar, y fue un concierto de los más celebrados para Liszt. Entonces los gitanos, luego de romper las barreras de los guardias y policías, penetraron al teatro y sacaron en hombros al gran pianista y lo llevaron, como a los grandes toreros, hasta su campamento, donde el más famoso hombre de su época departió con ellos. Cuenta en sus memorias, que aquél fue uno de los momentos más emocionantes y felices de su vida.

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