Jorge Cortés Ancona
Mientras estuvo exiliado en 1915, Antonio Mediz Bolio publicó en el periódico “El Heraldo de Cuba”, donde se desempeñaba como redactor, un conjunto de crónicas de diversos temas, en gran parte relacionadas con la vida diaria y la cultura de la isla y que un año después compiló en el libro “Palabras al viento. Crónicas de Cuba”, editado bajo el régimen de Salvador Alvarado, e incluido en el tomo II, volumen I, de las “Obras selectas” del autor (UADY, 2006).
En una de las crónicas, titulada “Sindo Garay”, Mediz Bolio habla acerca de una visita al legendario compositor, uno de los patriarcas de la canción cubana. Aparte de constituir un interesante preámbulo de lo que en años posteriores serían los testimonios de diversos literatos mexicanos y cubanos (por ejemplo, la crónica de Nicolás Guillén sobre Guty Cárdenas) acerca de los cantantes, compositores y canciones populares, se describen las sensaciones que le produce la música cubana dentro de una percepción impresionista y, en particular, la recia personalidad del compositor y cantante de frágil figura.
El poeta yucateco encuentra en la música cubana un fondo de melancolía, aun en las piezas que son festivas y alegres. A pesar de algunas semejanzas con la música mexicana de la época, lo que escuchaba era algo distinto. La sensibilidad brota de los dos instrumentos de cuerda –que le parecen raros– y de la voz de Hatuey, el hijo aún impúber de Sindo:
“Bien. Ya estamos escuchando en devoto silencio. Cantan los tres, a veces al unísono, a veces alternativamente. La voz de tiple del chiquillo tiene un timbre impostado, que impresiona fuertemente. El padre lleva el ritmo moviendo la cabeza y canta suave, suspirador, triste siempre, por más que la melodía quiera vibrar en algazar. Parece que la alegría de las palabras y de las notas se le rompe en el corazón o en la garganta”.
En todo el texto, sea en la descripción del físico y del propio nombre de Sindo Garay como en la propia música que interpreta con su grupo, está presente una idea de mestizaje cultural:
“Esta es la música criolla, la maravillosa música criolla, que tiene todas las tristezas indias, todas las tendencias melancólicas de los árabes, a través del español, y toda la erótica y recia y primitiva queja esclava de la gota de sangre de África, que se evapora en el aire de todas estas armonías, únicas en el mundo”.
En el texto se va describiendo todo lo que ocurre en una velada musical casera hasta que el goce musical aflora en el interior del propio Mediz Bolio, dando lugar a sentir una inefable sensación espiritual, a la vez que llegar a una conclusión sobre la belleza de una música que guarda el espíritu nacional y a un sentimiento de soledad, por no haber estado acompañado de la mujer amada.
En su descripción del hecho vivido, que da lugar a reflexiones centradas en sí mismo, logra una persuasiva descripción de uno de los caracteres distintivos de la isla, y se adentra a entender un temperamento profundo y triste que rompe con el estereotipo de una Cuba frívola y feliz en su atmósfera tropical. También dice mucho sobre el propio escritor yucateco, quien habría de ser autor de letras de emblemáticas piezas de la canción popular de nuestra tierra.