Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
La nota del día, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara este año, fue la quema de un par de libros que abordan “la conversión para personas LGBTI” por parte de un grupo de feministas, quienes realizaron el performance “Un violador en tu camino”. Como acto de protesta, se quemó un par de libros cuyo contenido es muy cuestionable, ya que habla sobre un tratamiento de conversión a la heterosexualidad para personas que son homosexuales, como si una preferencia sexual fuera una enfermedad.
Obviamente y como ya es común, este acto trajo consigo sonadas críticas que cuestionaban la violencia del acto, haciéndolo más grande, incluso exigiendo respeto a la libertad de expresión y acusando al grupo de intolerante por no aceptar otro tipo de ideas, obviamente estas fueron las respuestas más gentiles, ya que otros incitaban a matarlas y a ponerles un alto, lo que nos muestra el odio que muchos hombres tienen hacia las mujeres por señalar la violencia a la que se exponen todos los días.
Al respecto, hay que decir que hay de quemas a quemas, quemas que indignan y quemas que halagan, no me imagino a Saramago indignado cuando después de ese lúcido artículo titulado “Los tanques de David contra las piedras de Goliat”, un grupo numeroso de israelitas se sintió ofendido por sus palabras y decidió salir a quemar sus libros; ésa era una muestra clara de que lo dicho por el autor era cierto y que el odio y la barbarie eran una característica del pueblo israelí, digo, sin generalizar. En cambio, lo sucedido en la FIL me parece totalmente congruente, y estoy seguro que causará indignación al autor y a otros, porque el oportunismo disfrazado de libro siempre tendrá sus defensores; es una burla pensar que existe un tratamiento para la homosexualidad como si esta fuera una enfermedad e insisto, lo congruente siempre será bienvenido porque para que tu voz se escuche hay que gritar, aunque si lo hace una mujer o un grupo de mujeres, siempre termina por ser visto con lupa, porque, al parecer, lo que ellas hacen tiene que pasar por un escrutinio diferente a lo que hacen los hombres. Si hubiera sido un grupo de becarios, estudiantes o asistentes de un taller literario, todos hombres, quemando un libro de Paolo Cohelo o Jordi Rosado, estaríamos festejando y aplaudiendo su puntada en lugar de pasarlo por el escrutinio, porque eso de los privilegios es tan cierto que hasta hay que argumentar para que un acto simbólico esté sustentado y se considere legítimo, a pesar de lo evidente que es.
Hay quienes argumentan que solamente los fanáticos queman libros y que ésos no son los modos, que los libros no se tocan ni con el pétalo de una rosa y hay que respetarlos, lo cierto es que los libros se intervienen, se queman, se pintan, se colorean, para poder crear con eso una resignificación y dotar de sentido dicha intervención; pensar que la intervención no es una manera de expresarse contra otra forma de expresión es un pensamiento muy viejo, no veo que alguien esté criticando a Marilyn Manson cuando quema la Biblia en sus conciertos, salvo los fanáticos cristianos, aunque ese quemar la Biblia trae consigo un significado profundo.
De eso trata una intervención, me parece más fanático todavía defender un libro como si éste fuera un objeto sagrado cuando hay tanta basura que quemar, sobre todo las publicaciones que llegan de las secretarías de Cultura estatales, de las universidades públicas y de tantas editoriales patitos.
Ahora resulta que a todos nos interesan los libros, años de críticos literarios y resulta que el libro por ser libro es intocable, sin importar cuál sea su contenido, lo primero que uno trabaja con los niños pequeños en los talleres es a perderle ese ridículo respeto que los adultos le atribuyen a los libros. Y qué decir de los contenidos basura que abundan en el mercado; en una librería vi un libro cuyo título era “Peña Nieto, el arquitecto del México posmoderno”, tamaña burla, bien merece como acto de protesta quemar algunos ejemplares, pero da igual y dirán que hacerlo sería un atentado contra la libertad de expresión, pero linchar a quien se expresa, al parecer, eso no es un atentado.
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