Cultura

Viaggione, un adelantado

Pedro de la Hoz

Sobre el argentino Horacio Viaggione (Córdoba, 1943) recayó, según se dio a conocer la semana pasada, el Premio Iberoamericano de la Música “Tomás Luis de Victoria” 2019. Instituido con carácter bienal, aunque en tiempos reciente varias veces el reparto fue anual, el Premio reconoce la obra de un compositor en el ámbito de la convencionalmente llamada América Latina, Portugal y España durante toda su vida.

Detrás de la convocatoria está principalmente la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), con sede en Madrid y ramificaciones en toda la región. Las asociaciones y sociedades de compositores de los países latinoamericanos lo respaldan mediante la nominación de candidatos y la posterior difusión de la obra de los laureados, esta última tarea aún de muy limitado alcance.

Desde el otorgamiento inicial al cubano Harold Gramatges en 1996, han merecido el galardón el español Xavier Montsalvatge (1998), el peruano Celso Garrido-Lecca (2000), el venezolano Alfredo del Mónaco (2002), el español Joan Guinjoán (2004), el brasileño Marlos Nobre (2005), al español Antón García Abril (2006), el argentino Gerardo Gandini (2008), el español Luis de Pablo (2009), el cubano Leo Brouwer (2010), el español Josep Soler (2011), el mexicano Mario Lavista (2013), el argentino Alcides Lanza (2014),los españoles Xavier Benguerel (2015) y Tomás Marco (2016) y el puertorriqueño Roberto Sierra (2017).

Unos más conocidos que otros, cada uno de los distinguidos es un ícono de la vanguardia en su país en el campo de la música de concierto y ha contribuido a que las identidades particulares se entrecrucen y fecunden mutuamente para configurar un mapa muy respetable en la música contemporánea.

Con razón, tanto la prensa especializada como los propios colectivos musicales equiparan el “Tomás Luis de Victoria” con el “Cervantes” de Literatura en cuanto a rango, no así en imagen. Todavía la música de concierto en nuestros países se reduce a nichos, mucho más cuando en su concepción prevalecen elementos de vanguardia. En ello influyen tanto factores vinculados con las carencias de una educación estética en edades tempranas, incorporada a la enseñanza general, como la definición de lo clásico y lo que se compuso entre el barroco tardío y el impresionismo, no sólo por parte de las audiencias sino también de los solistas, conjuntos de cámara y orquestas. A priori se piensa que Schonberg y Berg tienen menos que decir que Mozart o Brahms, cuando en realidad mientras más amplio sea el caudal de experiencias estéticas asimiladas, mayores serán el disfrute y el crecimiento espiritual.

Nosotros contamos, y debemos contar cada vez más, con nuestros clásicos, calificados así por la perdurabilidad y raigalidad de sus obras que por encasillar en determinada tendencia o estilo. Quién duda lo que representan Carlos Chávez, o Silvestre Revueltas, o Blas Galindo o Juan Pablo Moncayo para la construcción de una identidad cultural mexicana. Cualquiera de las obras del catálogo de Mario Lavista impacta por sus propuestas novedosas y bien pensadas.

Ahora bien, desde muy joven, Lavista puso su mirada en Europa: aprovechó una beca para una pasantía en la Schola Cantorum de París; fue alumno de Karlheinz Stockhausen en Colonia, Alemania, y participó en los Cursos Internacionales de Verano de Darmstadt. Allí se cocinaba la vanguardia de la época. Pero regresó a México, y fundó en 1970 el grupo de improvisación Quanta, que exploró las relaciones entre la música en vivo y la electroacústica.

Vaggione es mucho más reconocido en Europa que en su natal Argentina. Reside en París desde 1978 y ostenta la categoría de profesor titular en la Universidad de París VIII y dirige el programa de doctorado de Composición e Investigación del Centro de Altos Estudios.

Si en un principio utilizó instrumentos convencionales, la mayor parte de su obra se desarrolla a partir de su interés por los procedimientos electroacústicos. Ya en los años 80, sistematizó una reflexión teórica sobre la música contemporánea, basada en cinco pilares: Interacción y complejidad como interactividad generalizada, el sonido como una estructura disipativa de energía y elabora un enfoque multiescala, el dominio de la morfología como medio para cerrar la brecha entre el material y la forma, la atención a las singularidades, detalles y rupturas de la norma que enriquecen el discurso, o y la relación de la música con el espacio.

Justo al valorar la nominación de Vaggione para el Premio “Tomás Luis de Victoria”, el jurado, encabezado por el maestro Luis de Pablo, concedió su aval por “la riqueza de su catálogo y la transcendencia de su obra en la creación de nuevos sonidos”.

Entre sus últimas composiciones se encuentran Shifting Mirrors, para saxofón contralto y electrónica (2016, dedicada a Pedro Bittencourt), Timpani Treks, para dos timbales y electrónica (2017, dedicada a Miguel Bernat), Arches II, para ensamble instrumental y electrónica (2019, dedicada al Ensamble Zoyuz de Zurich), así como una nueva versión de Triadas para orquesta (2018). En la actualidad, acaba de revisar un ciclo monográfico de su obra en Bremen y se encuentra componiendo nuevas obras para orquesta y percusión.