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Cultura

¿El efecto Roma?

Joed Amílcar Peña Alcocer*

Roma, de Alfonso Cuarón, fue recibida por la crítica especializada como uno de los nuevos clásicos de la cinematografía internacional, hecho corroborado por las múltiples nominaciones y premios que ha cosechado. Se trata de una película que, gracias a sus características, acepta múltiples lecturas. Podemos abordarla desde sus propias cualidades como producto fílmico o como documento para el análisis de las ciencias sociales.

Varios argumentan que la película dio visibilidad a la precariedad del trabajo doméstico y a la discriminación, el efecto Roma. Sin embargo, una cantidad considerable de espectadores vieron, parafraseando a Diego Luna, “cómo el amor une” a Cleo y a la familia que la emplea.

Personalmente no creo que Cuarón haya planteado a su película como una denuncia, él mismo ha dicho que se trata de un conjunto de recuerdos de su infancia integrados a la trama general de la historia. El acto memorístico que envuelve a la película la vuelve una denuncia involuntaria de prácticas arraigadas en la clase media y alta mexicanas: el desdén por la trabajadora doméstica, la precariedad de sueldos o coartar su libertad de disfrute de tiempo libre.

Los que ven a la película como una oda romántica sobre el trabajo doméstico y la celebran por eso seguramente realizaron un ejercicio memorístico, recordaron a la Cleo de su vida con todo lo que ello conlleva. El efecto Roma para mí no es tal. Las denuncias sobre las lamentables condiciones en las que se desarrolla el trabajo doméstico llevan mucho tiempo en los espacios académicos y de activismo social, fue desde ahí que se leyó el trasfondo social de la obra de Cuarón. Fuera de los círculos letrados la película es vista como el gran éxito de un mexicano, piensan en ella como un gran triunfo de nuestro cine, se preocupan más por el premio Oscar, blanquean a Yalitza Aparicio a través de fotos en revistas de moda.

Realmente Roma no es un éxito del cine mexicano, no pasa de ser un mérito personal, se trata de una película sostenida por el andamiaje de Netflix. Un amplio sector de la sociedad se emociona por los premios Oscar que gana la película, pero cuando se refiere a las jóvenes o señoras que ayudan en casa hablan de “mi muchacha”, les retiran identidad y se apropian de ellas. Disfruta que Yalitza rompa fronteras, pero no ofrece vacaciones o ayuda médica a las trabajadoras del hogar. Celebra la dignidad de una mujer indígena nominada a los premios de la academia, pero por Facebook pide que alguien le recomiende “muchacha” porque la suya ya no está más, como si de una mercancía se tratara.

Podríamos pensar que la denuncia contenida en Roma la ha elevado a un estatus impensado, haciendo de ella una película actual que refleja una época pasada que tiene grandes reverberaciones en el presente. Al mismo tiempo sus cualidades artísticas, su denuncia y la corrección política han llevado a muchos a sublimar a través de ella la discriminación que se practica cotidianamente.

El efecto Roma será tal cuando dejemos de hablar de “mi muchacha” y la llamemos por su nombre ante todos, cuando le demos los beneficios laborales que buscamos para nosotros. Nos adaptamos discursivamente a la situación, pero no varía nuestra forma de interactuar con la realidad. Reconocer la violencia que padecen las trabajadoras domésticas siempre será más fácil ante un filme nominado a un gran premio, pero solo ahí.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas.

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