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El picadillo de soya
El picadillo de soya,
invento de un negro congo,
se fabrica con mondongo
de lagartija criolla.
Usted lo echa en la olla
como si fuera de res
y, aunque una y otra vez
lo hierva con agua y sal,
el olor a matorral
no se le quita en un mes.
Mi amigo Julián, El Mocho,
que cría después de viejo,
tiene tremendo complejo,
pues cree que come salcocho.
El otro día, a las ocho,
tuvo como un espejismo,
pues su puerco, con cinismo,
le dijo por lo bajito:
No me llames chito-chito,
porque comemos lo mismo.
Club del Poste
440
Feliz encuentro
Me compré un par de zapatos
de un material suavecito,
con un modelo bonito
y además superbaratos.
Yo los sacaba por ratos,
con cariño los traté,
pero una tarde noté
que caminaba de lado;
razón: que me había comprado
los dos para el mismo pie.
Llegué al establecimiento
a presentar la querella.
Me atendió una joven bella
que me dijo: Yo lo siento,
pero hace sólo un momento
que se vendió el otro par.
Me tuve que resignar
porque la culpa fue mía:
era tanta mi alegría
que pagué sin revisar.
Volví a mi casa en un tris
y, sin que nadie me viera,
escondí en la zapatera
la causa de mi desliz.
Salí del trance feliz
como todo el que analiza;
hasta a mí me daba risa
cómo resolví el apuro:
andar siempre por lo oscuro,
por la noche y bien a prisa.
Resulta que salí un día
con mis zapatos derechos
y al cabo de varios trechos
la pena se hizo alegría.
Andando hacia mí venía
con unos pasitos burdos,
entre cómicos y absurdos
y su rostro iluminado,
el hombre que había comprado
el par de zapatos zurdos.
Joaquín Andrés Castells
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Indeciso
La pobre Rosa Pilar
siempre hermosa se mantuvo
y aunque doce novios tuvo
nunca se pudo casar.
No pudo matrimoniar
porque ese fue su destino.
Aunque con amor divino
sus pretendientes trató,
solterona se quedó
para cuidar un sobrino.
Y como el tiempo arrancó
las hojas del almanaque,
ella por algún achaque
de repente se murió.
El sobrino que crió
era medio entretenido.
Corriendo despavorido
con pena en el corazón,
fue para la población
para buscarle el tendido.
Llegó con melancolía
donde estaba el funerario
y dijo: Me es necesario
la caja para mi tía.
De qué color la quería
allí se le preguntó.
Después que mucho miró
y se cansó de mirar,
al no poder contestar,
el dueño así le explicó:
Si la muerta es señorita
blanca será su mortaja,
y si es señora, la caja
gris o negra necesita.
El piensa y recapacita
en esas cosas secretas
y con ideas concretas,
después de pensarlo bien:
Es mejor que me la den
blanca con pinticas prietas.
José Martín Daria