Cultura

Más guerra comercial y represalias

Michael Vázquez Montes de Oca

La guerra económica que libra el Sr. Trump contra buena parte del mundo se agudizó hace algunas semanas, al aplicar medidas contra la empresa Huawei y nuevas contra México, a quien acusa de «abusar» de su país y ha amenazado con traer de vuelta todas las empresas norteamericanas a su territorio si no detiene «la invasión». Huawei es imputada de violar las sanciones comerciales contra Irán y Corea del Norte, por lo que se le impone la prohibición comercial de acceso a programas y componentes de alta tecnología, amenazándola con el colapso de la noche a la mañana y, aunque finalmente se llegó a un acuerdo para salvar la empresa, la crisis demuestra que el desarrollo dependiente de China sigue siendo un problema real.

Poco después que el mandatario eliminara los aranceles de acero y aluminio a México y Canadá, anuncia que impondrá 5% a los productos que ingresen desde México, mientras no se detenga el flujo de migrantes y si los resultados son insuficientes, crecerán 5% cada mes, hasta llegar a 25% en octubre, acusándolo de llevarse el 30% de su industria automotriz y de propiciar el 90% de las drogas que ingresan a territorio norteamericano, respondiéndose por la nación azteca que no es su responsabilidad el flujo de migrantes centroamericanos y el consumo de estupefacientes. También se puso fin al Acuerdo de Suspensión del Tomate por el que la industria mexicana estaba exenta del pago de tributos, lo que puede suponer subidas de precio.

El Presidente mexicano lo consideró como un agravio contra su pueblo y el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores aseguró que no reducirá los flujos migratorios y podría agravar la situación, así como que México está dispuesto a trabajar para lograr un acuerdo que beneficie a ambos países, señalando que el límite de las concesiones, está definido por las leyes y “la dignidad” del país y reiteró la postura de su gobierno de cooperar y promover el desarrollo en El Salvador, Guatemala y Honduras para “atender las causas fundamentales de la migración”.

El gobierno de Estados Unidos pretende erigirse como el sancionador absoluto, el dueño del mundo y su escalada parece no tener fin. Su política cada vez se expande más, de manera multilateral y bilateral con cualquier pretexto, con tal de chantajear y obligar a cumplir con sus deseos a los sancionados.

A casi un año de que abandonara el pacto nuclear iraní incorpora nuevas sanciones al país persa; con India tenía un estatus comercial preferencial por considerarla en vías de desarrollo (las compañías indias evitaron unos 5.7 mil millones de dólares en impuestos en 2017), decisión no inesperada, dado que la Casa Blanca advirtió que podría terminar con el trato, si ese país no estaba de acuerdo con ciertas reformas y también ha gravado las células solares y lavadoras de Turquía, lo que «costará a las empresas norteamericanas más de 300 millones de dólares en gravámenes adicionales cada año».

En el 2014 el gobernante estadounidense ordenó la congelación de activos y prohibición de visados para funcionarios venezolanos a los que señalan como supuestos responsables de violaciones a los derechos humanos y recientemente se ha arreciado la persecución contra los fondos del Gobierno venezolano en bancos extranjeros, el cierre de transacciones comerciales, la apropiación de recursos financieros de empresas estatales venezolanas en el exterior y la imposición de sanciones a barcos que transportan petróleo, alimentos y hasta medicinas desde y hacia el país sudamericano.

Contra Nicaragua se ha pretendido imponer el mismo guión, con la aprobación del Nica Act, que restringe los préstamos de instituciones financieras multilaterales al gobierno sandinista, afectando los programas sociales, el empleo y las necesidades básicas de la población y contra Cuba, que no es objeto de castigos internacionales, fue activado el Título III de la llamada Ley Helms-Burton, aberración con la que se pretende rendir a un pueblo que por más de 50 años ha resistido al más bárbaro y largo bloqueo comercial, financiero y económico impuesto por gobierno alguno contra otro.

En lo que respecta a la confrontación actual, una herramienta poderosa que posee China es la dependencia estadounidense del suministro de tierras raras, que representa el 80% de las compras mundiales que hace Washington de estos materiales estratégicos, imprescindibles para la fabricación de instrumentos y equipos de alta tecnología como teléfonos inteligentes, computadoras y hasta innovadores modelos de la industria militar (el gigante asiático tiene las mayores reservas y es el primer productor mundial, controla aproximadamente entre el 85 y el 95% de la producción y el suministro).

Otra respuesta podría ser la reducción en la deuda, vendiendo bonos, provocando el aumento de las tasas de interés y muy probablemente el encarecimiento de los créditos e incluso generando un desplome del precio del dólar, con una inmediata desaceleración de la economía norteamericana y, en el plano global, podría significar un caos mundial en los mercados de divisas y valores, pero es poco probable que lleve adelante este tipo de acciones.

El excedente comercial creció el año pasado; las exportaciones hacia Estados Unidos aumentaron un 11.3%, mientras que las importaciones apenas progresaron un 0.7% respecto a 2017, por lo que el superávit ascendió a 323 mil millones de dólares en 2018 (un aumento del 17.2%). Sin embargo, las medidas de la Casa Blanca están teniendo un impacto, las exportaciones chinas se estancaron el mes pasado y las importaciones de soja se redujeron el año pasado, después que se impusiera un arancel de represalia de 25%.

Economistas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, la Universidad de Princeton y la Universidad de Columbia, descubrieron que las tarifas impuestas a las importaciones por valor de 250 mil millones de dólares costaron a las empresas y los consumidores locales 3 mil millones de dólares cada mes y las empresas dejaron de ingresar 1,400 millones por las pérdidas irrecuperables de eficiencia y desviaron otros 165 mil millones, al verse obligadas a hacer gastos considerables para reorganizar sus cadenas de suministros, lo que contradice las declaraciones de que China pagaría por las tarifas.

Los especialistas anuncian que las pérdidas previstas en la economía estadounidense duplicarán el impacto que tendrán sobre China, estiman que el costo anual de las tasas de las importaciones de 414 dólares para una familia promedio subirá a 831 dólares y, de esta manera, se afectarán directamente.

Negociando con la mayor flexibilidad posible para llegar a un acuerdo mutuamente ventajoso, China se ha negado a hacer cambios en aquellos aspectos que dan viabilidad y solidez a su sistema político y no aceptará el tradicional chantaje, la habitual arrogancia ni la conocida intimidación con que Estados Unidos se conduce en sus relaciones internacionales.

El Pentágono ha incluido a Rusia en la lista de países cuyos servicios quedan prohibidos en lo referente a lanzamientos espaciales, uniéndose así a China, Corea del Norte, Irán, Sudán y Siria.

China y Rusia son cuidadosos al evitar una guerra directa y para triunfar en este esfuerzo, usan una estrategia que involucra diplomacia, apoyo militar a sus aliados y garantías económicas a países bajo ataque de Washington, rechazando conjuntamente los incontables movimientos promovidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El principio básico es el uso de los recursos militares, económicos y diplomáticos para contener el incesante impulso americano de matar, robar y destruir, cuyo presidente ha rechazado las críticas y presume al decir que simplemente sigue la gloriosa historia norteamericana del uso de impuestos a las importaciones.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte descansa sobre cuatro patas. Tres son obvias: Estados Unidos, México y Canadá, la cuarta, es menos evidente (no pertenece geográficamente a Norteamérica ni es miembro del tratado), pero su peso en la economía de los tres miembros no ha dejado de crecer en los últimos años. Pekín ha roto esquemas, no ha necesitado un tratado comercial para convertirse en el cuarto pilar, tanto en productos acabados como en bienes intermedios; desde 1994 las exportaciones a México se han multiplicado por 150, sus ventas a Estados Unidos por 14 y, a Canadá, tres cuartas partes de lo mismo.

El pensamiento económico preponderante americano desde 1945 ha sido contrario a las acciones proteccionistas, destacándose entre los defensores del libre comercio, aunque nunca dejó de subvencionar sectores estratégicos como la agricultura e industria militar. Se suman a una serie de decisiones y planes proteccionistas, la renegociación del TLCAN y la retirada del acuerdo de libre comercio TPP, las amenazas del gobernante norteamericano, que reiteradamente denuncia que la competencia desigual y sus prácticas perjudican a su industria y trabajadores.

Estados Unidos, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, ha venido usando su poder económico, militar y los organismos financieros nacidos del acuerdo de Bretton Woods, para castigar a los que no se alinean a sus intereses dada la debilidad de la mayoría de los gobiernos del mundo y escudándose en el anticomunismo, pero Washington parece estar más agresivo que nunca, tanto con aliados como con enemigos.

Las políticas que tratan de imponer normas de conducta y modelos políticos y económicos a los intereses de los sancionadores, han ocasionado graves consecuencias económicas a los países involucrados y al conjunto de las relaciones económicas internacionales, principalmente en el comercio exterior y las finanzas; en general el efecto que se consigue es el contrario, aumentando la resistencia de éstos y ganándole las simpatías de la comunidad internacional.

De acuerdo a The New York Times, el Departamento de Estado inició el proceso de terminar con la ayuda a los países del Triángulo del Norte, por “no hacer nada” para detener las caravanas de migrantes. Desde hace décadas, envía ayuda económica a Honduras, Guatemala y El Salvador que es distribuida por USAID y otras agencias, la cual bajo el actual gobierno ha reducido drásticamente y de hecho constituye de rechazo a la proposición mexicana de contribuir al desarrollo de estos países como medio para reducir la emigración y evidencia que la política de Trump es de represalias y no de ayuda, por lo que los pueblos deben estar preparados para más intimidaciones en el marco de la nueva Doctrina Monroe.

La llamada integración sobre bases neoliberales, como dijeran en su momento los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez, no conducirá más que a una desunión mayor de los latinoamericanos, a mayor pobreza y desesperación de los sectores mayoritarios, a la desnacionalización de sus economías y subordinación absoluta a los dictados desde el exterior.

Como dijera el conocido lema de combate de los revolucionarios angolanos debemos hacer nuestra la consigna de que LA LUCHA CONTINUA PERO LA VICTORIA ES CIERTA, para lo cual hace falta más solidaridad e integración entre los países.