Pilar Faller Menéndez
No creo que el arte haya llegado
a ningún callejón sin salida.
El hombre siempre irá abriendo
nuevas puertas; lo importante es saber
a dónde conducen esas puertas, y luego
tener fuerza para emprender el camino
que se ve desde ellas.
Joan Miró
No cabe duda de que el pueblo catalán ha sido cuna de grandes pintores que han pasado a la historia por la audacia de sus obras, a las cuales les imprimieron un sello tan personal que es fácil distinguirlas sin la necesidad de acercarnos al lienzo para leer la firma del autor.
Este es el caso de Joan Miró, un símbolo que orgullosamente se muestra en Barcelona, su ciudad natal, a quien le han dedicado un museo y replicado en playeras y recuerdos algunos extractos de su obra.
Miró nació en Barcelona en 1893; además de pintor, fue escultor, grabador y ceramista a pesar de haber estudiado comercio. Por motivos de salud, tuvo que abandonar la ciudad y retirarse por un largo período a una casa familiar en un pequeño pueblo de nombre Mont-roig del Camp.
Cuando por fin regresó a Barcelona, ingresó a la Academia de Arte que dirigía Francisco Galí, en la cual pudo conocer las nuevas tendencias del arte europeo. Como muchos, su pintura estuvo influenciada hasta 1919 por el expresionismo formal, así como del fauvismo, centrada principalmente en los paisajes, retratos y desnudos.
En un viaje a París conoce a Picasso y Max Jacob, así como a algunos miembros de la corriente dadaísta, como Tristán Tzara. París se vuelve parte de sus estancias, la cual alternó con veranos en Mont-roig, y es cuando su pintura comienza una evolución que lo va llevando a una mayor definición de la forma, en la cual elimina los contrastes.
Los temas también sufren una transformación, ya que emerge en un lenguaje onírico combinado con lo fantasmagórico, el cual lo convierte en su sello personal, a pesar de estar inspirado en raíces populares, estilo que lo seguiría en sus obras posteriores.
Miró sentía afinidad por los principios del surrealismo, motivo por el cual firmó el Manifiesto en 1924 e incluyó en su pintura sus inquietudes propias de este movimiento, entre las que se destacan el jeroglífico y el signo caligráfico que se pueden apreciar en El carnaval del arlequín, obra creada bajo las alucinaciones de la privación de comida y bebida. Otra figura que influyó en esta época fue Paul Klee, de quien adquirió el gusto por las configuraciones lineales, así como la recreación de las atmósferas etéreas y los campos cromáticos matizados.
El Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió en 1928 dos lienzos suyos, lo que significó el primer reconocimiento a nivel internacional de su obra. A los 36 años contrajo matrimonio con Pilar Juncosa. Durante este período, Miró se cuestiona el sentido de la pintura, pensamiento que se refleja en su obra.
Inicia una serie de Interiores holandeses en la cual combina los colores de una manera poco convencional, y amontona elementos heterogéneos en lo que se suponía que eran recreaciones de pinturas del siglo XVII, las cuales se caracterizaron por un retorno parcial al arte figurativo, con una marcada tendencia hacia el preciosismo, cuya tendencia era el refinamiento extremado y exagerado en el estilo, que puede apreciarse en sus maniquíes para el Romeo y Julieta, de los Ballets Rusos de Diaghilev.
Posteriormente, su pintura adquiere aridez, esquematismo y abstracción conceptual. En lo referente a su obra escultórica, opta por utilizar materiales reciclados y deshechos. La guerra civil española acentuó esta incipiente dicotomía entre el desgarro violento, como puede observarse en Cabeza de mujer, y su evasión ensoñadora, que se refleja en Constelaciones, en las que poco a poco resolvió un estilo con renovada serenidad, con un regreso a la ingenuidad y simbolismo que lo habían distinguido, como el pájaro, las estrellas y la figura femenina, que volvieron a reflejar su visión ingenua, impetuosa y feliz del mundo. A esta renovación se le atribuye sus retiros a la isla de Mallorca, donde en 1956 construye un estudio en Son Abrines.
Miró amplió con otras técnicas su obra, y se adentró en los grabados como puede constatarse con la serie Barcelona, realizada en 1944, y la incursión en la cerámica un año después en colaboración con Josep Llorens Artigas. Entre 1950 y 1960, realizó numerosos murales de gran tamaño para diversos lugares, como la sede de la Unesco en París, la Universidad de Harvard o el aeropuerto de Barcelona. Fue a partir de estas obras que decidió que su carrera la alternaría la obra pública de gran tamaño, como la escultura Donna i ocell (Mujer y pájaro), así como el intimismo de sus bronces, collages y tapices.
En 1975 se inaugura en Barcelona la Fundación Miró, edificio que fue diseñado por su gran amigo Joseph Lluis Sert. Miró muere meses después de la inauguración de su escultura Mujer y pájaro, a los 90 años de edad, motivo por el cual no puede asistir a la misma. Sin duda alguna, Joan Miró fue uno de los artistas más influyentes del siglo XX.