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Cultura

Yo fui socorrista

Roger Aguilar Cachón

Durante más de una década, el de la tinta ocupó su tiempo libre en dedicarlo a una labor altruista en beneficio de la sociedad yucateca, al igual que un grupo de personas, nos llamó la atención una convocatoria que se publicó, en la cual se invitaba a personas con estudios de bachillerato a ser Voluntarios de las Benemérita Cruz Roja. Recuerdo muy bien que corrían los años de mediados de los setenta. El de la tinta era un joven de aproximadamente 20 años.

Al igual que el de la letra un grupo de personas, la mayoría jóvenes, ya que entre nuestra generación que creo era la segunda, había una persona de la hoy llamada tercera edad, cuyo nombre recuerdo era don Cosme. Entre los convocados que acudimos con grandes expectativas a la reunión de información figuraban entre otros que recuerdo, las señoritas Flor de María, María Teresa, Ana, Leticia, Rita y Rosario (Charito), hoy todas profesionistas, y entre los jóvenes, el ya mencionado don Cosme, Luis, Umberto, José, Rafael, Edgar, Carlos, Ramón Alcocer (ya fallecido) y el de la letra. Me disculpo por aquellas personas que no he nombrado por la ausencia de sus recuerdos. No pongo apellidos porque seguramente que ellos al leerlo, se acordarán de aquellos tiempos.

Todos estuvimos emocionados cuando conocimos a nuestros instructores, bajo la dirección del Subcomandante Carlos Romero (persona que imponía respeto) y del subdirector también subcomandante José Casares. Entre los profesores-instructores estaban a los que conocíamos como Jorge Barrera, Raúl Cervantes (El Sogas), Fanny Mendoza, Bonny, el instructor Cocom y Luis Felipe Ayala, entre otros, y las asignaturas que cursábamos eran: Historia y Reglamentos de la Cruz Roja, Nudos y Amarres, Primeros Auxilios, Rappel y Rescate, Instrucción Militar.

Las clases se impartían en el salón de juntas del local de la Cruz Roja situada en la calle 65 entre 67 y 65 del centro. En un principio estaba el Centro Materno Infantil y posteriormente su local fue ocupado por los Voluntarios para sus clases y para sus dormitorios para las guardias nocturnas. Las sesiones eran de 7 a 10 de la noche de lunes a sábado y el domingo por la mañana acudíamos a un lugar llamado Trailer Park donde nos ejercitábamos en ejercicios y formación militar.

Aproximadamente fueron creo que seis meses de instrucción, de ir cada día y fines de semana para poder llegar a portar el uniforme de Voluntario de la Cruz Roja. La tarde de nuestra “graduación” fue muy bonita, ya que aunque no se le daba la importancia que hoy día se les da a los llamados Paramédicos, se revistió y engalanó con la presencia de personas ligadas a la Cruz Roja, el Presidente Sr. Villamil Alcalá (conocido como El Pato); la presidenta del Comité de Damas Voluntarias, Estrellita Santinelli; el Comandante don Efraín Moguel (en aquellos años trabajaba como contador en una distribuidora de gas), y algunas autoridades. El ulular de las sirenas al término de nuestra ceremonia nos hizo erizar nuestro cuerpo, ya que nos estábamos comprometiendo a ser voluntarios y hacer lo necesario para ayudar a la sociedad en momentos de necesidad.

Cabe mencionar que los uniformes, las insignias, los cascos y algunos materiales de curación eran adquiridos por los propios socorristas, así como su botiquín, ya que la institución sólo proporcionaba algunos materiales.

Perteneció el de la letra a una generación no muy numerosa, pero posterior a la nuestra egresaron muchas más cuyo servicio siempre fue valorado por los compañeros ya que las autoridades de aquellos años nunca se acordó de nosotros y nunca hubo alguna defer="true"encia en cuanto a los uniformes, comida en las guardias u otras satisfacciones externas, no como sucede hoy día que los llamados Paramédicos reciben emolumentos y reconocimientos.

La labor del de la tinta como el de mis compañeros era estar en nuestras guardias de cuatro horas o más y se formaban escuadras de tres personas que acudíamos a los llamados de auxilio, había un jefe y un chofer. Estaban don Marcos y Jorge Barrera que a la larga fue también chofer. Muchas fueron los servicios que hicimos y sorpresas que nos llevamos. El de la letra recuerda haber dado respiración de boca a boca a una mestiza que en un accidente se le cayó un árbol encima(posiblemente después de alguna tormenta) y necesitó de esa técnica para poder sobrevivir y llegar al hospital más cercano.

También se recuerda que el de la letra acudió con su escuadra a un servicio de hemorragia en donde una persona que trabajaba en una vidriera se le cayó una plana de cristal y le cortó todo el brazo, causándole una gran hemorragia, se tuvo que hacer un torniquete y la sangre manchó nuestro uniforme. También se recuerda un accidente muy penoso que tuvo que atender el de la nota, en la calle 36 con 71, habían atropellado a un motociclista y al llegar al lugar, el de la letra se da cuenta que la persona ya había fallecido (14 clave para muerte) y para sorpresa la persona era un primo de nombre David. Fue algo terrible y muy penoso, son momentos que no se olvidan.

Es inolvidable también nuestra participación en los desfiles en donde cada vez que pasaba el contingente de la Cruz Roja los aplausos no se hacían esperar- era el único momento de reconocimiento-, en un 20 de noviembre, junto con el compañero y hoy Abogado Edgar Pérez, tuvimos la dicha de ser las primeras personas de bajar de las torres de la Catedral de nuestra ciudad por medio de Rapel. Recuerdo que me esperaba abajo mi tío Mario (+).

Con el paso de los años, el de la letra pudo alcanzar algunos grados dentro de los Voluntarios, pasando de Socorrista de Tercera, a Sub Oficial hasta llegar a obtener el grado de SubComandante y tomar la Dirección de la Escuela de Primeros Auxilios de la Cruz Roja. Siendo Director de la Escuela de Socorristas la función era egresar a Voluntarios, preparados para hacer frente a las necesidades de las emergencias. Muchas personas que se inscribieron eran estudiantes de Medicina y su labor siendo estudiantes y luego Voluntarios se incorporaron a la enseñanza de los Primeros Auxilios.

Muchas generaciones egresaron bajo la dirección del de la letra, muchos amigos y buenos y nostálgicos recuerdos vienen a mi mente cuando se hace un recuerdo del Día del Socorrista y al ver los festejos y reconocimientos que se le hacen a los ahora Paramédicos, lo que nunca se hizo a los de nuestra generación, pero nos queda el orgullo que sin ser lo que ahora son los Voluntarios, proporcionamos atención a todo aquel ciudadano que necesitó de nuestros servicios en la década de los setenta, al brindarles nuestros conocimientos y compromiso con la sociedad.

Desde esta tribuna, hago un reconocimiento a mis compañeros Socorristas Voluntarios de los años setenta, y recordarlos con mucha alegría y nostalgia a la vez. A todos ellos, aunque ya no he tenido la oportunidad de volver a verlos, desde aquí les mando un afectuoso saludo y espero pronto verlos de nuevo.

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