A principios del siglo XX estaban ocurriendo cambios radicales en las artes y la literatura, que habrían de marcar nuevos y amplios rumbos a lo largo de cien años hasta nuestros días. Algo de ello se dejó entrever en Yucatán en algunas publicaciones de la primera década del siglo pasado.
En su primer número, La Arcadia, de julio de 1907, revista dirigida por Antonio Mediz Bolio, se incluye un ensayo titulado “Arte contemporáneo”, firmado por las iniciales R.M., que me hace pensar en Rodolfo Menéndez de la Peña, sin estar seguro de ello. En ese texto se habla del estado en que se encuentran las artes en otras regiones del mundo y constituye una presentación sintética de los cambios en curso. En este texto se apunta más bien características del naturalismo en la novela y del simbolismo con sus diversas variantes, del cual en Yucatán solo había algunos atisbos en poesía. Este es un párrafo que en su enumeración resume los modos expresivos de ese momento:
“La novela es entonces un arma de combate, es el desarrollo de una tesis científica o la exposición de casos teratológicos; la poesía es un conjunto de palabras que tratan de producir la idea no por su significación sino por su sonido, o como se dice ahora, por su color, cosa que entraña una nueva teoría científica; la elocuencia no admite ya aquellos vuelos de águila que encendían el espíritu hasta en la primera mitad del siglo diez y nueve; la pintura desempeña un oficio parecido al de la poesía, pues no se trata ya de representar las cosas tales como son o cómo las concibe el pintor, de acuerdo con la verdad relativa de las cosas, sino que se pretende que el cuadro debe, por la sensación extraña que produzca, hacer surgir la idea que se necesita, en virtud de misteriosas asociaciones no bien comprendidas aún; la escultura tiene ahora fraternidad con la mueblería y la tapicería, y la música, la más ideal y purísima de las artes en tiempos pretéritos, obedece en los nuestros a sabias leyes y a profundísimas teorías ultrametafisicas”.
Me llama mucho la atención el modo de referirse a la escultura, que parece prefigurar tiempos muy posteriores. En general, todas estas condiciones cambiarían en los años inmediatos para dar paso a las nuevas tendencias que con el tiempo habrían de llamarse las vanguardias.
Un escritor que firmaba con el seudónimo Escéptico publicó el artículo “Los anarquistas del arte. El futurismo literario”, en una edición extraordinaria del Diario Yucateco del 1 de enero de 1910. El texto reproduce uno de los manifiestos futuristas publicado en la revista Poesía, editada en Milán, pero juzgándolo negativamente y augurando su pronta desaparición. Sabemos que no fue así, ya que ese movimiento persistió durante muchos años e incluso tuvo una segunda época con nuevos integrantes en tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial.
Si entender el Romanticismo europeo y el modernismo era complicado para los críticos literarios yucatecos de entonces, mucho más lo sería apreciar los valores de esa corriente italiana que propugnaba por incorporar los avances tecnológicos y romper radicalmente con el pasado. Es remarcable al menos que hubiera interés por comentar un manifiesto relativo a una tendencia realmente nueva y que sus términos se reprodujeran de manera literal, para conocer de modo directo su poética.
En el número especial de La Revista de Mérida, dedicado al Primer Centenario de la Independencia Nacional, en septiembre de 1910, la portada es de la autoría del dibujante Marius de Zayas, quien poco tiempo después tendría un papel importante en dar a conocer en Estados Unidos la obra de los vanguardistas europeos, en colaboración con el fotógrafo Alfred Stieglitz.
Su relación con Yucatán se explica por el hecho de ser hijo del periodista veracruzano Rafael de Zayas Enríquez, cronista de la visita de Porfirio Díaz a Yucatán y amigo de Carlos R. Menéndez y de otros intelectuales yucatecos. A la vez, Marius de Zayas fue amigo de Mediz Bolio, tal como rememoró este en un artículo periodístico sobre sus andanzas por la ciudad de Puebla. La portada a la que hacemos referencia está impresa en tinta roja y muestra a Miguel Hidalgo, junto con el estandarte de la Virgen y el rostro de dos hombres en actitud de emprender la lucha insurgente.
Marius de Zayas fue también caricaturista, de una manera muy original, creando lo que llamó psicografías, en las cuales empleaba fórmulas algebraicas para interpretar de manera abstracta la personalidad de sus representados. También fue pionero en la distribución espacial de los poemas con un sentido cercano a las artes plásticas de vanguardia. Sería de interés saber si hubo otras colaboraciones suyas en impresos yucatecos.