Pedro de la Hoz
Poco tienen que ver el joven Mario Vargas Llosa que ganó el premio Biblioteca Breve en 1962 con La ciudad y los perros y el viejo Mario Vargas Llosa que desde la Fundación Internacional para la Libertad lidera campañas a favor del neoliberalismo puro y duro, aunque coincidan en un mismo cuerpo de 83 años de edad que se deja querer por la prensa del corazón.
En Madrid asistió al estreno del documental Mario y los perros, de Chema de la Peña, indagación en torno al despertar de la vocación literaria del autor peruano hasta la publicación de la novela, no sin antes sortear la férrea censura franquista de la época.
Por la pantalla pasan los trabajos y los días del escritor emergente que alguna vez se ganó la vida fichando muertos en un cementerio e hizo sus primeras armas en un periódico donde reportaba hechos de sangre, y hasta llegó a militar en la Juventud Comunista donde era conocido por el sobrenombre de camarada Alberto. De la Peña utilizó entrevistas a Julio Cortázar, la española Rosa Regás, el chileno Jorge Edwards y el editor español Carlos Barral.
A la premier Vargas Llosa concurrió acompañado por su actual pareja, Isabel Preysler (¿recuerdan su matrimonio con Julio Iglesias?) y ya puede imaginarse el aluvión de frivolidades acerca de que si fueron tomados de la mano, o si él es más prolífico desde que está con ella, o si la novela de la vida de ambos debiera titularse Amor apasionado y otras fruslerías por el estilo. De la nueva y real novela que dará pronto a la imprenta sólo trascendió el título, Tiempos recios.
Paradójicamente el autor de La ciudad y los perros pocas horas antes del estreno del documental, coprotagonizó en la Casa de América, junto al ex mandatario español Felipe González, el XII Foro Atlántico: Un diálogo sobre los retos de España, Europa y América Latina, auspiciado por la Fundación que encabeza.
También uno puede imaginar por dónde irían los tiros cuando se focaliza al personaje que sirvió de moderador, Bertín Osborne. Aristócrata de cuna, cantante prescindible, mediocre presentador de televisión –había que ver el programa de citas Contacto con tacto de Telecinco en los 90–, no esconde su afinidad ideológica con Santiago Abascal, líder del partido Vox, que propugna un rancio nacionalismo de corte neofascista. Para no dejar margen a equívocos, Osborne declaró antes de las más recientes elecciones generales que votaría preferentemente a Vox.
Para Vargas Llosa pareciera que el principal reto de Iberoamérica es Venezuela. En otras palabras, sacar a Maduro del poder y, restaurar el neoliberalismo en ese país. Hubo un momento hilarante; Osborne preguntó a quién los panelistas veían como el hombre fuerte en Venezuela y, con la misma afinación que los sobrinos del Pato Donald, Felipe y Vargas Llosa respondieron a coro: “Guaidó”.
Si Venezuela tiene el puesto número uno en la agenda del escritor, México ocupa el número dos. Don Mario soltó en Madrid: “Es un gran país, tiene hoy en día en la Presidencia a un populista. Un populista que ha obtenido una mayoría absolutamente extraordinaria, y que podría llegar a destruir la democracia mexicana y perpetuarse en el poder si se lo planteara, y perpetuarse en el poder a través de mecanismos democráticos”.
Quisiera olvidar a este Vargas Llosa pontífice y dogmático. Sí, porque cree que lo que dice debe ser tomado por única ley, y cada palabra suya es la que vale. Llega a hacer el ridículo cuando se va de lengua con aberrantes simplezas como ésta que proclamó en marzo pasado en Buenos Aires: “En este momento, la humanidad tiene un privilegio que no tuvo nunca. Los países pueden elegir si quieren ser prósperos o elegir ser pobres. Y las recetas están ahí, probadas. Los países que reforzaron la propiedad privada, la empresa privada, el libre mercado y se abrieron al mundo han avanzado”.
La involución del novelista motivó al ensayista argentino Atilio A. Boron preguntarse en el libro, El hechicero de la tribu: Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina: “¿Cómo fue que ese muchacho tan talentoso y crítico de la realidad de Nuestra América, militante del PC de su país, derrapó para convertirse en el más descollante intelectual orgánico y paradigmático del neoliberalismo, sistema que se pretende a sí mismo universalmente hegemónico y triunfante? ¿Cómo fue que VLl, adulto, se transformó en paladín de la ideología capitalista y responde actualmente a las estructuras tradicionales y a los intereses constituidos?”
Una respuesta posible la dio nueve años atrás el mexicano Gilberto López y Rivas al decir que “con prosa impecable demuestra que fue y sigue siendo un hombre elegido para trascender su medio y enseñar al mundo que el sino del intelectual latinoamericano es ser marxista de joven y reaccionario de viejo, eso sí, laureado y adulado por la derecha cosmopolita y neoliberal a la que defiende y admira”.