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Cultura

Brillante presentación de la Orquesta Típica Infantil 'Alas y Recuerdos de Yucatán”

Palpar objetivamente que la música vernácula de Yucatán tiene asegurada la continuidad es un placer que no tiene comparación alguna. Desde donde estén Guty, Pastor, Palmerín, Domínguez, López Barbeito, Montes de Oca y todo el parnaso de la trova tradicional yucateca, han de sentir placer, tranquilidad y gran orgullo, al comprobar que no araron en campo estéril, que un aguerrido grupo de pequeños trovadores y músicos, cantantes e intérpretes, están levantando el guante y respondiendo con gran honor al compromiso con nuestras más caras tradiciones. Me conmovió hasta las lágrimas el concierto dominical de la Orquesta Típica Infantil “Alas y Recuerdos de Yucatán”, pues transitaron por lo más granado de la trova y la jarana, y salieron airosos y con honores en la explosiva, nutrida, estruendosa aclamación de un público que materialmente abarrotó el Palacio de la Música y les brindó una sonora ovación, puesto de pie como un solo hombre.

Un gallardo grupo, venido de todos los rincones del Estado, que va desde muy pequeños, de cinco o seis años a lo sumo, hasta imberbes pubertos y algunos adolescentes gentiles y muy bien plantados, todos portando con gallardía y orgullo el traje regional. Ellas, bellas y gentiles, con sus coloridos ternos y rebozos, con su florido buqué a un costado de la sien, y el repollado moño en el occipucio. Ellos, gallardos, plantados y almidonados, con sus blancas filipinas, sus albos pantalones, sus alpargatas chillonas y su reglamentario jipi japa. ¡Qué hermosa estampa! ¡Qué bonitos niños! Como grito sin tapujos Bertha Merodio en pleno concierto. Y ahí, en el lugar de honor, en primera fila, el último de los grandes de nuestra vernácula canción, el inigualable Manuel Merodio Caballero. ¡Papeleta de lujo y completa! Se diría en términos taurinos.

La integración, existencia y mantenimiento de este grupo, exige el concurso de muchos y muy valiosos esfuerzos. En primerísimo lugar, el de los padres de familia de estos pequeños, el de autoridades como la directora del Cecuni, Regina Carrillo, y desde luego, del director de la orquesta, Mtro. Édgar Tzab Pat. En el caso de este concierto, hemos de mencionar también la gentileza del director del Palacio de la Música por albergar el evento, M. D. Rashid Abdala Hadad. Todo esto se conjuntó para darnos un domingo musical maravilloso.

Abrió programa la interpretación del bolero “Quisiera”, con letra de Ricardo López Méndez, El Vate, y música de Augusto Cárdenas, Guty. La delicada joya de lo más granado de la trova tradicional tuvo fiel interpretación en el grupo musical infantil. Siguió “Despierta Paloma”, otro bolero, este de Enrique “Coky” Navarro, con la fresca voz de solista del joven Juan (no se informó el apellido), bien timbrada voz.

Desde este momento, hasta casi finalizar el evento, numeroso grupo de personas sin educación puso la nota mala del acto. Llegaron tarde, malamente los dejaron entrar, entraron hablando, buscando lugares, y se movieron como Pedro por su casa. La dirección y el personal del recinto deben tomar cartas en el asunto. Es una falta de respeto a quienes, en el escenario, están poniendo su mejor esfuerzo. En los conciertos de la OSY, quien llega tarde no puede entrar, hasta que concluya la interpretación de la obra en turno; en el Palacio de Bellas Artes, en CDMX, no los dejan pasar hasta el intermedio; en el Teatro del Estado, en Xalapa, Ver., el que llega tarde ¡YA NO ENTRA! ¡Hay que educar a nuestro público! ¡No están asistiendo a cine, permanencia voluntaria!

El programa siguió con el gustado chotis “Flor con Alma”, de don Luis Canto. Chotis, que no swing. Esta obra contó con un brillante arreglo del Mtro. Pedro Carlos Herrera. Vino en seguida un bambuco del último bohemio, Pastor Cervera, y este fue “A mi novia”, la de la melena bruna de caoba. El marcado ritmo de esta obra nos hizo fijar la atención en la precisión del pequeño baterista del grupo, Arturo, quien con presteza y soltura hizo su parte con excelencia. La alegría y el ritmo de la jarana llenaron el recinto, y llegaron en “Xuuc Bic Chuy” (nombre en maya del bordado en punto de cruz) a ritmo de 3/4, y de la autoría de don Juan Bautista Sosa, y con arreglo del Mtro. Vicente Batún. Los clarinetes desbordaron alegría y el sax pone sonoros acentos. Vino después “Ojos Claros”, bolero con letra del poeta Roberto Sarlat y música de Ricardo Palmerín.

Hay un momento de gran emotividad. El siguiente número es la clave, “Yucatequita”. Con letra y música de Manuel Merodio; al descubrir su presencia el director de la orquesta, le dedicó la canción, don Manuel se puso de pie y vino larga y fuerte ovación del respetable. La parte de solista corrió a cargo de Joselyn Pérez, oriunda de Hunucmá, y que tiene una hermosa voz de coloratura, pues iguala muy bien los tonos a la flauta. Una pequeña integrante del grupo leyó una semblanza del autor que puso en evidencia la deficiencia en la enseñanza de la lectura entre los niños. ¡Llamado para las autoridades de educación! Ahora correspondió turno a una alegre guaracha de Cirilo Baqueiro Preve, Chan Cil, el Padre de la Canción Yucateca. Esta es “Koo-ten Box” (Ven negrita) que los niños cantaron con gran alegría.

Siguió en programa una festiva jarana de 3/4, de Édgar Itzá, “Linda Mestiza”, que cantaron como solistas Anahí y Andrés. El director nos comentó y comunicó la inquietud de estar sembrando el amor por estas tradiciones tan entrañables, entre niños y jóvenes. “Esta semilla germinará en la edad adulta, entonces sabremos que hemos hecho algo”, dijo con emoción. De inmediato, el grupo ofreció una de las canciones más cantadas en Yucatán en todos los tiempos, el bolero “Sólo tú”, de Alejandro G. Rosas, de nuevo en la privilegiada voz de Jocelyn. El fin de fiesta nos llegó en una joya de nuestra música tradicional, se trató de una clave y jarana de 3/4, con letra del poeta Carlos Duarte Moreno y música de Pepe Domínguez, se trató de “Aires del Mayab”, de nuevo con las voces de Anahí y Andrés. El entusiasmo del respetable se tradujo en sonoras palmas que marcaron el ritmo, y al terminar la ovación estalló larga y sonora; el público se puso de pie, y pidió a gritos: “¡Otra, otra!”, que el grupo complació con la jarana “Mi Yucatán”, de Armando González.

Salimos del Palacio de la Música, con la convicción de que ¡hay trova y jarana para mucho rato! ¡Muchas gracias, niños!

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