Síguenos

Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Angel Miguel Valiente

741

Origen

Yo vengo del surco abierto

cuando en los días de mayo

asustaba más que el rayo

el hambre del tiempo muerto;

de aquel batallar incierto

entregando mis plantíos,

de catres viejos y fríos

y del infortunio cruel,

de una mesa sin mantel

y con los platos vacíos.

Vengo de una niñez fría,

descalza, sin alimentos

y con los ojos hambrientos

del libro que no tenía.

De cuando el niño vivía

sin una escuela cercana

y pasaba la mañana,

triste como su dolor,

clamando por el calor

de un abriguito de lana.

Vengo de la carbonera

donde los hombres en torno

a la redondez de un horno

velaban la noche entera;

de donde una oculta hoguera

era una preocupación,

y donde la población

llevaba el saco más fuerte

seguido por una suerte

más negra que su carbón.

Vengo de las noches bellas,

plenas de punto cubano,

donde hacían yagua y guano

un pacto con las estrellas;

de donde, como doncellas

asustadas, las palomas

se escondían en las lomas,

y las décimas cantadas

eran rapsodias aladas

entre sutiles aromas.

742

Mi décima

El río, hermano jimagua

de mi intimismo se estira

y en él mi verso respira

por unos pulmones de agua.

La palma le da su yagua

para un catauro de flores;

rómpese el día en fulgores,

y mi décima se asoma

con el único diploma

que se pinta en diez colores.

Mi décima trasnochó

cuando sobre duro alambre

se tiró temblando de hambre,

y el hambre la desveló.

Ella supo, como yo,

de la fría madrugada,

y cuando mi alma cansada

sufría violentas horas,

lloró lágrimas sonoras

a mis hombros recostada.

743

Me gusta

Me gusta después que acaba

de llover, tocar el guano,

y secarle con la mano

lo que el agua moja y lava.

Me gusta ir a Punta Brava

y allí en San Pedro, en el centro

donde en el último encuentro

cayó sin muerte el Titán,

sentirme arder el volcán

de su historia sangre adentro.

Me gusta esa campesina

en cotidiano trajín

con su paso de andarín

entre el patio y la cocina.

Me gusta, si tela fina

lava, o si ropa sitiera;

y cuando la guayabera

que blanqueó con su cariño

parece un mapa de armiño

tejido en la tendedera.

Siguiente noticia

Ayotzinapa y la justicia que no llegaf