Nuestra precaria frustración
esa que nos hace demasiado humanos
al final del día,
despojados de intelecto,
roles, maquillaje, títulos nobiliarios,
premios, apellidos, selfies,
egos, círculos cercanos, poder,
marcas y jet set;
dejándonos sobre la cama
como arrojados al mundo
mirando a la nada
en medio de la nada,
constatando lo que somos
en un universo de 2 billones de galaxias
en un sistema solar de 8 planetas
en un mundo de 7,550 millones
de habitantes;
tanta bruma
tanto polvo de estrellas
tanta megalomanía
pero que al caer la noche –ya se dijo–
como arrojados al mundo
echados de cabeza
dura y amplia testuz,
comprobamos para bien o para mal
nuestra anodina, simple y franca
insignificancia.
Ya, hija. Eso era
todo.