Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
El evidente odio de los hombres a las mujeres se manifiesta en las redes sociales, cada vez que un hombre publica en su muro una noticia sobre una mujer que mata a su pareja, a su hijo o a otra mujer. Esta es una forma de justificar su odio y la violencia que ejercen hacia ellas con la premisa de que “ellas también agreden y, en algunos casos, hasta peor”.
Son como esos falsos analistas políticos (casi todos opinadores de las redes sociales) que simpatizan claramente con una corriente ideológica y se la pasan buscando un error del gobierno federal para hacerlo más grande y minimizar lo que se está logrando o, por el contrario, son como esos morenistas, incapaces de criticar al presidente o a su partido cuando cometen un error y se escudan diciendo que es una estrategia de la derecha, ser ciego a una idea porque te conviene económicamente, de ninguna forma, no es lo que se necesita para salir adelante como país.
Uno puede ver el odio evidente de los hombres hacia las mujeres cuando llenan sus muros con la noticia de una bomba Molotov, pero no son capaces de ver ni de postear los logros y acciones fruto de la marcha, basta con hablar con alguna persona que acudió a ella para entender la coyuntura. Pero, insisto, el odio siempre estará presente y hoy estamos viendo cómo algunos deciden sumarse a esa campaña de odio de manera activa, antes estaban en el clóset, simulando que eran tolerantes e incluso que las apoyaban.
Se puede leer el desprecio y las provocaciones que inundan las redes sociales y que tienen como meta minimizar el levantamiento que se está dando en el país, producto de una violencia que nos está rebasando. El discurso de siempre, de que se está vandalizando de manera inmoral la ciudad y el patrimonio histórico, pierde validez si lo contrastamos con la violencia que se ejerce contra el cuerpo de las personas, mujeres y niñas que resienten el rencor. No hay que pasar por alto las amenazas de personas que, durante el simulacro de desaparición que se realizó el pasado 9 de marzo, comentaban que si veían a una mujer en la calle la violarían o, pero aún, la amenaza de hombres de atacar con ácido a las manifestantes durante la marcha del 8 de marzo. El miedo, otra vez como mecanismo de control, aunque esta vez no surtió efecto, ya que la respuesta fue histórica y marca una coyuntura en nuestro país.
Hay personas que se siguen negando a la necesidad de un cambio de paradigma respecto a las formas patriarcales, de ahí que les sea inimaginable la furia con que las mujeres demandan un alto a la violencia y a las formas de control a las que se han visto sometidas, ya no sólo en los ámbitos laboral y educacional, sino hasta en las pequeñas acciones cotidianas. No hay nada qué cuestionar respecto a la validez de las acciones del movimiento feminista, quienes siguen encontrando peros en el movimiento es porque, de plano, no desean verse afectados en sus privilegios, todos estos ligados a la opresión y al sometimiento de la mujer, con el cual se sienten identificados. Hay hombres que ven con horror que las mujeres reclamen sus derechos y desprecien el constructo que se ha hecho respecto al papel de ellas en la sociedad, ya que de alguna manera sienten que podría repercutir en sus hijas, puesto que muchos hombres sienten que deben ser educadas a la antigua. Sin embargo, otros hombres ven este alzar la voz como una oportunidad para que sus hijas crezcan con la posibilidad de tener otro destino, en el que se incluyan el respeto y la libertad de decidir.