Cultura

Un positivo paso atrás del gurú Harari

Pedro de la Hoz

La pandemia del coronavirus impacta en la economía y la sociedad con efectos, en unos países más que en otros, devastadores a corto plazo e imprevisibles en lo adelante. Descifrar lo que vendrá no sólo debe ser tarea, espero responsablemente que sea encarada, por políticos, científicos de diversas disciplinas y actores de la sociedad civil.

También, como era de suponer, entran en la liza especuladores profesionales, uno de ellos muy activo y cotizado en los últimos tiempos, el israelí Yuval Noah Harari, famoso por la relectura de la Historia y las anticipaciones futuristas, cuyos libros se venden por millones y ha sabido situar su mercancía en cuanto circuito mediático esté a su alcance. No importa que alardee de no utilizar la telefonía celular, ni acceda a internet, ni proclame la austeridad absoluta en su vida privada; Harari vende lo que dice y para muchos, incluso aquellos que aparentemente critica, es el gurú que da la hora.

Sólo que el Covid-19 le ha hecho dar un paso atrás y enfocarse de una manera diferente a la que venía haciendo. En un artículo publicado la pasada semana por el diario británico Financial Times, Harari, tras señalar que tanto la epidemia como la crisis económica resultante son problemas globales, razona cómo “ambas se pueden resolver efectivamente mediante la cooperación global”.

“Para vencer al virus –sugiere– tenemos que compartir información globalmente. Esa es la mayor ventaja de los humanos sobre los virus. Un virus en China no puede intercambiar ideas con un virus en Estados Unidos sobre cómo infectar humanos. Pero China le puede enseñar a Estados Unidos muchas lecciones valiosas sobre el coronavirus y cómo lidiar con él”.

Este llamado a la cooperación solidaria rebasa por fortuna al Harari que en sus libros, bestseller en librerías de todos los continentes, descree de los seres humanos de nuestro tiempo y vaticina la suplantación inminente del homo sapiens por el homo deus, es decir, el hombre dios, una especie de hombre máquina,

El primer éxito editorial de Harari, Sapiens, tuvo como novedad la explicación, desde una perspectiva diferente aunque abrumadora por su extensión, de la evolución de la humanidad. Algo raro se respira a mediación de la lectura, al defender la idea de que el dinero es el sistema más pluralista de confianza mutua nunca antes concebido. Cierto que el resultado de tan amplio recorrido histórico, pese a muchísimos reparos y lagunas, apunta hacia cómo trabajar desde lo interdisciplinario para explicar el origen y la transformación de los hombres y las cosas. Prefiero, por su seriedad, la lectura de Armas, gérmenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años (1997), enjundioso ensayo escrito por el biólogo estadounidense Jared Diamond, del cual existe una edición cubana.

Harari, y los editores por supuesto, le tomaron el gusto a las tormentas de ideas. Así nació Homo Deus: breve historia del mañana, publicitado como el ensayo que argumenta cómo una vez el hombre haya acabado con sus grandes maldiciones –el hambre, la guerra y la enfermedad, aunque no diga la fórmula, quizás por arte de magia–, ascenderá a un nivel superior en la escala evolutiva, con la diferencia de que no va a tener que esperar a la azarosa mutación de los genes, sino que forzará los cambios gracias a la biotecnología, la inteligencia artificial y la nanotecnología, mediante prótesis, implantes cerebrales, nanorrobots y regeneraciones genéticas, hasta dejar de envejecer y de morir. Claro que eso no es para todos, ni siquiera para la clase media, sino para las élites. Los demás seríamos prescindibles. Algo mucho más raro permea el libro: Harari parece votar por una especie de tecnodarwinismo social.

El analista español Miguel Angel Llana concluye: “No se explica, o sí, cómo con este barullo de pseudociencia y de una ignorancia manifiesta acerca de la paleontología, de la antropología, de la biología, de la genética, de afirmaciones y deducciones sin fundamento científico alguno, de profecías y, además, con este mensaje inequívocamente clasista y antisocial, ha podido llegar a vender millones de libros, a tener millones de lectores y, cómo no, a tener una cohorte de aplaudidores, críticos y aduladores que asusta y, claro, no es de extrañar el apoyo y aplauso explícito de personajes como Obama, Bill Gates, Macron y Angela Merkel, personajes tipo Gran Hermano sacados de Orwell, líderes supremos que dominan a la perfección la Neolengua neoliberal con la que nos adoctrinan”.

A continuación vino con un título de notable gancho propagandístico: 21 lecciones para el Siglo XXI. Volvió a seducir a incontables lectores rendidos ante una prosa efectista, donde el dato probatorio importa menos que la retórica pontifical. Alguien encontró la clave del hipnotismo que ejerció Harari desde el mencionado libro sobre la base de que disfrazó con pretensiones filosóficas un mediocre tratado de autoayuda.

Ahora, ante la pandemia, Harari modera sus predicciones y va al seguro. Decir que “el mundo no será igual” después de la actual crisis sanitaria no es para nada predictivo, aunque ponga de relieve la utilidad de prácticas que llegaron para tal vez quedarse: verbigracia, el trabajo y la enseñanza a distancia.

Lo realmente nuevo en el discurso de Harari pasa por suscribir lo que otros muchos han hecho por estos días: la necesidad de superar el conflicto, para decirlo con sus propias palabras, entre “el aislamiento nacionalista y la solidaridad global”.