
C. CORNELIA: viste hipil con bordados discretos y porta un reboso, usa chancletas y un bolso negro. Tiene aproximadamente 50 años.
I. IMELDA: es una mujer de aproximadamente 70 años, usa hipil, sobre él se cubre con un reboso.
Z. ZENAIDA: usa una blusa con bordados tipo hipil y falda hasta por debajo de las rodillas. Tiene aproximadamente 50 años. Es delgada.
LUIS: Hombre, delgado, moreno. Aproximadamente 30 años.
Un hombre, Esposo, Luis y guardia.
Una mujer, Empleada del aeropuerto, nuera y vecina.
Las descripciones físicas de los personajes son sugerencias, en el texto, los diálogos están marcados por la inicial del nombre del personaje.
1.- Despedida.
En el aeropuerto de la ciudad de Mérida. Año 2014.
G.- Disculpe, señora, buenos días, ¿a dónde viaja usted?
C.- No, yo no voy a viajar, vine a despedirme de mi nieta, acabas que yo pregunte a la muchacha de allá y me dijo que ya entraron ahí dentro de la sala.
G.- ¿A dónde viaja su nieta?
C.- Son dos ellas, ja, van a ir en México y luego en Estados Unidos, en San Francisco, van a vivir con su papá, mi hijo así.
G.- ¿Qué aerolínea?
C.- A ver, déjeme buscar lo apunté en un pedazo de papel. (Busca en el busto y saca un papel). Ahista, ya lo busqué… Areo… aro… arom… Aeroméxico es.
G.- El vuelo de Aeroméxico de las seis de la mañana ya está abordando. C.- No, pero si todavía son las cinco y media.
G.- Sí, señora, pero por el protocolo de seguridad los pasajeros de vuelos internacionales deben de abordar dos horas antes.
C.- Pero si todavía no ha salido, sólo quiero entrar a ver a mis nietas. Recio voy a ir. (Silencio). Es más si quiere le dejo mi collar en garantía de que si voy a volver, es de filigrana.
G.- No, señora, no puedo hacer nada.
C.- Pero, muchacho, es que no me pude despedir de ellas, temprano se fueron, no me despertó su mamá, yo agarré y vine en taxi desde Mulsay; quería darle su cobija, mira, se los bordé con sus nombres: Andrea y Karina.
G.- Es por seguridad. Lo lamento mucho.
(Silencio)
C.- ¿Y si las hablas para que vengan?
G.- No sería posible, lo más seguro es que ahora ya estén subiendo al avión.
C.- ¿Entonces, qué hago?
G.- Lo siento mucho, no se puede hacer nada.
Cornelia se sienta en la banca, habla por teléfono en silencio.
I.- Joven, disculpe, ¿no sabe si ya llegó el avión que venía de San Francisco?
G.- Sí, hace una hora que aterrizó.
I.- ¿Y no sabe si ya se bajaron todos del avión?
G.- Puede preguntar eso con la señorita de aquel lado.
Imelda hace mutis, Cornelia se levanta, duda en irse.
L.- Ma, ya me tengo que ir. Ya está comenzando el abordaje del avión. Nos vemos pronto, ma, dos años pasan rápido. No te despidas, porque si no, siento que no me voy a poder ir.
Luis avanza hacia el guardia, entrega sus papeles y hace mutis por la sala de abordaje. Zenaida se acerca, Cornelia corre intentando entrar a la sala, el guardia la detiene.
C.- Por favor, déjeme que yo entre, no me pude despedir de ellas, quién sabe hasta cuándo las vuelva a ver, ¿y qué tal si no vuelven?
Imelda la abraza y la lleva a la banca de metal. Oscuro.
Luz. Todos regresan a la posición inicial.
Z.- No tienes por qué irte Luis, ya te dijo tu papá mil veces que si dinero necesitas, a te da una de las parcelas para que lo trabajes.
L.- No me voy a ir mucho tiempo ma, quiero hacer mi casa de material, mira mis tíos, se fueron ahí lejos, ma, y tremendas casas tienen ahorita, y pos nosotros chen tres piezas. ¿Te gusta vivir así?
Z.- Pues muy tres piezas y lo que quieras, pero es de nosotros, y lo logramos con lo que el campo nos deja.
L.- Sí, ma, ya lo sé. Pero yo no quiero eso, además, ya te dije que esta vez sólo voy a irme dos años, dos años se pasan rápido.
Entra Cornelia corriendo hacia el guardia repitiendo la escena anterior en silencio.
Z.- Así dijiste la primera vez cuando te fuiste, y dos años se hicieron cinco, y no volvías. Luis, quédate, no me dejes sola con tu papá otra vez. Ya mero Navidad hijo, hubieras esperado, aunque sea.
L.- No puedo, ma. Si no voy ahorita la patrona no va a dejar que yo siga chambeando con ella. Además, estos días van un chingo de gringos a comer en el restaurante, voy a ganar muchas propinas, ma, y voy a mandar para los cimientos de la casa.
Z.- Cuídate mucho, hijo, acuérdate de quién eres y de todo lo que tengo enseñado. Toma.
L.- ¿Qué es?
Z.- San Judas, para que te cuide, yo le voy a pedir todos los días que te cuide.
L.- Ma…
Z.- Sí, ya lo sé que no crees, ya lo sé, pero de todos modos te lo quiero dar, si no tienes fe en él, aunque sea ten fe en mí. ¿Está bien?
L.- Está bien.
Z.- Avísame cuando llegues.
L.- Mañana voy a cruzar el desierto, quiero llegar rápido.
Z.- ¡Ay, hijito, cuídate mucho! Cada vez que estás lejos te pienso mucho.
L.- No vayas a llorar.
Z.- No, yo no lloro, ya sabes que yo cuido mis lágrimas. Estoy segura que vas a volver.
Se abrazan, Cornelia se sienta en la banca, Imelda se acerca al guardia. Repite su acción, Cornelia saca un teléfono celular del busto.
C.- Hijo, hola, hijito… nada… ya están saliendo… ja… no, no estoy llorando, es mi alergia… pues ya se fueron… sí, sí vine con ella, la acompañé al ariopuerto y ya se van, cuídalas hijo… a me mandas fotos, sí, ya aprendí a usar el WhatsApp, mándamelas ahí si quieres… nada más te quería avisar, lo bueno que sacaron su visa… ni modo, me voy a quedar sola otra vez… ta bueno, a me avisas cuando lleguen, voy a prender una veladora para que lleguen con bien. Bueno, ja, ta bueno.
Luis hace mutis por la sala de abordaje y Cornelia intenta entrar. El guardia la detiene, Zenaida la detiene, la abraza y la sienta en la banca.
Oscuro.
Se escucha un avión despegando. Las tres mujeres están de espaldas al público, alzan la vista viendo el avión que despegó. Cornelia y Zenaida se sientan en la banca, Imelda sigue esperando.
C.- Agarraron y se fueron.
Z.- Ya se fue.
C.- Me volví a quedar sola.
Z.- Quién sabe hasta cuándo lo voy a volver a ver.
C.- Pero si están chicas, no sé para qué quería que se vayan con él ahí.
Z.- Pero si él dice que es por su bien, que se vaya.
C.- A lo mejor no quieren que crezcan a lado de mí.
Z.- No quiero ir a mi casa.
Se sientan en la banca, Cornelia llora en silencio.
Z.- ¿Eran tus hijas?
C.- Eran mis nietas, Andrea y Karina, mira. (Le enseña la cobija)
Z.- Sí que está bonito, ¿tú lo hiciste?
C.- Sí, a mano. Me gusta bordar. Eso hago para tener dinero, mi hijo me manda, pero no me gusta pedirle.
Z.- A mí igual me gusta bordar, hago hipiles, y blusitas, mira. (Le enseña su blusa) C.- ¿De veras? Yo también ¿Cómo te llamas?
Z.- Zenaida Poot.
C.- Creo que ya me habían platicado de tus bordados, ¿vives en la Mulsay (colonia de Mérida) verdad? Me llamo Cornelia May.
Z.- Sí, ahí vivo.
Silencio. Cornelia llora.
Z.- No llores, ¿qué lloras? Deberías de ser como yo; yo cuido mis lágrimas, no lloro, muy pocas veces he llorado, una de ellas fue cuando me dijo el doctor que no iba a poder tener más hijos; ni modo. ¿tu cuántos tienes?
C.- Uno, bueno, tuve tres, dos ya no viven. No… ya tiene mucho tiempo.
(Silencio)
C.- Duele, ¿verdad? Que se vayan, duele
Z.- Sí duele, pero ni modos, así es la vida. Los hijos son prestados, decía mi mamá. Creo que es mi culpa, cuando estaba chico mi hijo su tuch lo comió mi gata, a los tres días se escapó, nunca la volví a ver.
C.- A lo mejor cruzó al otro lado tu gata.
Z.- A lo mejor.
Ambas ríen.
C.- Pero sí es cierto eso de lo del tuch, el de mi hijo igual lejos lo tiré, a lo mejor por eso está bien lejos él.
(Silencio, Imelda se sienta a lado de ellas)
C.- Pensé que sí podía entrar ahí.
Z.- No puedes, no ves que no es como en la terminal de camiones.
C.- Eso sí.
Z.- Pero eres chingona, al menos lo intentaste. A mí me hubiera dado miedo. Eres valiente, por eso se me hace raro que estés llorando.
C.- Eso sí, cuando se trata de mis nietas, no tengo miedo.
Z.- ¿Esa cobija era de tus nietas?
C.- Se los hice para que tengan un recuerdo y no se olviden de mí cuando estén grandes, quién sabe cuándo Dios me permita verlas otra vez. Igual y me muero y ellas crecen y se les olvida que tienen abuela. La grande se parece a mí.
Z.- ¿Por qué no te despediste de ellas?
C.- Sí me despedí, anoche, les di su cena y les di un beso en sus frentes. Ya tenía un presentimiento dentro de mí de que mi nuera se iba a ir y no me iba a dejar despedirme, es que ella es mala. No se lleva conmigo, pero como sus papás no viven, pues se tragaba su orgullo y conmigo estaba.
Z.- ¿Y tu esposo?
C.- ¡Ay, Dios! Mi esposo hace años que se fue... Dicen que está viviendo con una muchacha en Peto. Pero no me importa.
Z.- Entonces te volviste a quedar sola.
C.- Sí.
Z.- Así yo.
C.- ¿No tienes marido?
Z.- Sí.
C.- Bueno, al menos no estás tan sola.
Z.- Segunda vez que se va mi hijo, la primera vez cinco años hizo, cuando pasó así segundo año que estaba ahí me decía siempre que hablaba que iba a volver y no volvía. Ahista, vino hace poco, en finados, un mes hizo, -¿Y si te dijera que ya me quiero ir otra vez?- Me dice, ya no estaba cómodo aquí. Se volvió a ir, ¿Qué más le voy a decir? Ya está grande, además es mi culpa por dejar que la gata coma su tuch.
C.- Mi hijo se fue hace dos meses otra vez. Ja, nada más nació Karina y se fue, que no le alcanzaba el dinero. Era su pretexto, de por sí ya tenía planeado que a los dos meses que se vaya las iba a mandar a buscar, pensé que solo estaba jugando, hasta que un día habló a la casa, bueno no a la casa, en mi celular, me compró este que tiene que su plan, que por cualquier emergencia le puedo hablar, como yo estoy sola. Me habló y me dice, mami, voy a mandar a buscar a las niñas y a mi mujer. ¿Por qué insistes? Le digo, mejor vente tú aquí. Pero no quería, es muy celoso, cuando un hijo se va, sientes como algo que se desprende dentro de ti. Ya no vuelves a ser la misma.
Z.- Yo lo pienso de noche, por más que yo no quiera, me escondo a pensarlo en el baño, si me ve mi marido me dice cosas, ¿Qué chingados piensas? Me dice, mejor me escondo a pensar.
C.- Yo igual lo pienso, y lloro, las lágrimas sirven para limpiar tu alma, me siento más bien cuando termino de llorar, es que… la verdad, no hay con quien yo hable, mi hijo, pues, yo le tengo que decir que todo está bien, para que no se preocupe, es que es muy nervioso, desde chico lo es. No le digo que no me habla mi nuera, que es floja, que ni su traste lava, a veces están las niñas llorando, ella no les ha dado su comida, es pata de perro, de perra, dice que trabaja, pero si ni necesidad tiene, la mandan su dinero. A veces, mi hijo me manda mis dólares con ella, si quiere me lo da, si no, lo gasta, yo no le digo nada, no me gusta pelear. Por eso mejor hago mis bordados, así gano mi dinero.
Z.- (A Imelda) ¿Y usted qué llora? ¿También vino a despedir a un pariente?
I.- (Niega con la cabeza)
C.- ¿Y qué tiene? Está más fácil que nos lo platiques para que te desahogues.
I.- (Niega con la cabeza) ¿Tienen hora?
Z.- Van a dar las siete. ¿Se descargó su celular? Si quiere le presto mi cargador. Nada más tiene que buscar enchufe
I.- No, está bien, de todos modos ya mero me iba a mi casa.
Z.- ¿Dónde vive?
I.- En la Mulsay.
Z.- ¿Colonia o fraccionamiento?
I.- Colonia.
Z.- Yo también.
C.- Yo en el fraccionamiento. Ahí tienes tu casa. Usted también seño, ¿Cómo dijo que se llama?
I.- No lo he dicho, me llamo Imelda.
Z.- ¿Nos quieres conversar por qué lloras? ¿Te puedo hablar de tú?
C.- No quiere, déjala.
I.- No vino, otra vez no vino.
C.- (A Zenaida) ¿Quién no vino? (Zenaida hace señas de no saber)
I.- Mi niña, ella se fue hace seis años; se casó con un gringo que conoció en el Internet y la llevaron a vivir ahí… ella cada seis meses venía, no fallaba, era puntual. Venía siempre el 30 de noviembre y siempre el 30 de julio. Agarraba y se iba antes de Navidad, pero esta vez no vino, tampoco vino en julio, yo pensé que se le olvidó avisarme; no hablamos por celular, no me gusta, no lo sé usar, tampoco me manda dinero, no tengo necesidad, cuando viene me deja un poco pero casi ni lo gasto, yo hago mis tamales y con mi ayuda del gobierno pues tengo para comer, como soy yo sola; lo que sí le digo que me mande son cartas, porque yo sé leer en español, pero hace tiempo que no me manda, a lo mejor se le olvida, como tiene marido ahí, como tiene hasta hijos… nunca los trae, pensé que los iba a traer esta vez, hoy así que debía de venir. No me avisó, pero yo vine por cualquier cosa, temprano, pregunté si hay aviones que vengan de San Francisco hoy, que sí hay, la espero, en mi casa tengo dejado listo para que hagamos el pib para el bix, pero no, no vino, otra vez no vino.
Se escucha el despegue de un avión, las tres miran hacia atrás y observan el despegue. Oscuro.