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La consagración, la internacionalización de Arruza, y su rivalidad con 'Manolete”

Por Ele Carfelo

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El rompimiento de las relaciones taurinas hispano-mexicanas, no afectó el desarrollo de la fiesta de toros en la república mexicana, pero los taurinos “pensantes” mexicanos, se percataron de que había “circunstancias naturales” que se estaban dando, y que hacía pensar que el “nivel taurino” mexicano podría bajar, pues las figuras aztecas se iban haciendo viejos. Un toro mató a Alberto Balderas; Lorenzo Garza se retiró, lo mismo que Jesús Solórzano; se veían venir, las retiradas también de “El Soldado” y “Armillita”, y entre las filas de la novillería mexicana, sólo se veía brillar con luz intensa, a un novillero “sensación”: José Rodríguez “Joselillo”, y cercano a su alternativa, lo mató un toro de “Santín”.

El empresario de la Plaza “El Toreo” era don ANTONIO ALGARA, quien encabezó a un grupo de taurinos mexicanos que juzgó que en un futuro cercano, podía haber una crisis en la fiesta en México. “Era hora de volver a tener un intercambio taurino con España”, y el empresario marchó al viejo continente, donde se reunió con los grupos de empresarios y agrupaciones de toreros hispanos, se dialogó, y se solucionó el conflicto que ya llevaba 9 años. Esto sucedió en 1944. Pero volvamos a Arruza.

Cuando Arruza supo a principios del 44 que Algara trataba de reanudar las relaciones con España, se embarcó a Portugal, y toreó allí unas corridas, en espera de que el Convenio Hispano-Mexicano se reanudara, con el objetivo de torear en España, que al fin y al cabo, era la tierra de sus padres, y seguía siendo la capital taurina del mundo.

Cuando estaba Carlos en Lisboa, le ofrecieron torear por vez primera en España, y lo hizo nada menos que en la Plaza “Las Ventas” de Madrid, el 18 de julio de ese 1944. Confirmó su alternativa, de manos de Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera”, con Antonio Bienvenida, consiguiendo un enorme e impactante triunfo. El famoso crítico español César Jalón “Clarito” escribió en sus memorias, la forma como toreaba Arruza, de su manera de “llegarle al toro” para poner banderillas, de su sorprendente forma de levantar los brazos, de sus “apreturas” con la muleta, y concluyó diciendo que la “gracia del toreo de este mexicano revive un pasaje arrancado a la belleza secreta y lejana del toreo de antaño”. A la sombra de este enorme triunfo, Don Pedro Balañá, que era el empresario de la Plaza de Barcelona, que en aquella época era la segunda en importancia de la fiesta en España, aún sobre la “Maestranza” de Sevilla, lo contrató para el domingo siguiente, el 25 de julio, cuando al final de la corrida, la reseña dijo que “una muchedumbre enloquecida, se llevó en volandas a los alternantes, Chicuelo, Mario Cabré y Arruza, por “La Gran Vía” de Barcelona, y el empresario repitió al mexicano, ¡SEIS TARDES SEGUIDAS! Esa Temporada de 1944, a pesar de estar “ya avanzada”, Arruza toreó más de 40 corridas.

La temporada siguiente, 1945, comenzó desde la primera Feria importante, en “Las Fallas” de Valencia, donde alternó por primera vez con “Manolete” y los presentaron en Valencia, para arrancar una rivalidad tremenda, y un “handicap” de festejos en que torearon juntos, siempre con espectacularidad y brillantez. Sobre su temporada de 1945, escribe “Clarito”: “Carlos Arruza fue quien más toreó en la Temporada, más de cien festejos, se ha proclamado definitivamente, el tercer hombre de una gran tríada azteca -GAONA, el más artista, “ARMILLITA”, el más extenso, ARRUZA, el más espectacular y arrollador- a quienes ningún otro torero de su país, le llega a los talones”.

En cuanto al toreo de “Manolete” y Arruza, “Clarito” escribe: “Mientras ‘Manolete’ gradúa su toreo rectilíneo acortando las distancias, sus naturales son rematados al girar su muñeca, que es clave en el toreo; Arruza, para su toreo ondulado, invade el terreno, se cruza, se carga la suerte, se dobla como una anguila, se friega y refriega, se vuelca en el toro, multiplica los paseos, y los adornos”… Guillermo Sureda opina de esta confrontación: “Arruza, torero de cintura, “Manolete”, torero de muñeca… nadie puede negar que Arruza es un gran torero…” y para terminar la columna de hoy, la opinión de otro reputado crítico español, Néstor Luján: “Arruza ha sido un torero iluminado por la genialidad más difícil que se conoce: la voluntad de agradar, y la más perfecta manera de expresarla. En esto, ha sido genial como nadie… quien ha logrado esto, no es un torero vulgar… es un hombre excepcional, como hay pocos en la lista del toreo…”.

Y yo, pues, me veo obligado a escribir una columna más dedicada a Carlos Arruza.

Hasta la próxima, pues…

elecarfelo@hotmail.com

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