
Rafael Nadal permanece inmutable. Algunas líneas adicionales se trazan en su bronceada tez y la abundante cabellera que antaño lucía es ahora una batalla perdida. Pero el tenista ibérico continúa conmoviendo al público de la Philippe Chatrier como en épocas doradas. Y por sus mejillas aún fluyen torrentes de lágrimas producto de ese intenso romance que mantiene con la arcilla gala donde se transformó en el raquetista más dominante de la historia en una misma superficie con 14 Copas de los Mosqueteros que conserva en sus estanterías.
El mallorquín controló la tierra batida parisina durante casi dos décadas al conquistar esos 14 cetros en 19 apariciones en el certamen más relevante del tenis sobre polvo de ladrillo. Una efectividad del 73% que resultaría imposible de alcanzar para cualquier mortal. Excepto para el de Manacor. 'El Toro' se retiró al finalizar la temporada 2024, por lo que en la primera edición de Roland Garros desde su alejamiento, fue motivo perfecto para rendirle el merecido tributo que exige su prodigiosa trayectoria.
Previo al inicio de la sesión nocturna en la cancha principal, la Philippe Chatrier se rindió en un emotivo homenaje a su más grande ídolo con una ceremonia dignísima para el mejor tenista que jamás haya pisado esa tierra sagrada donde convirtió sus geniales rituales con las botellas de agua y ligero toque de hombros, nariz y orejas antes de cada servicio, en el más hermoso recuerdo posible de una manía que es hoy motivo de melancolía.
Para otorgarle al 14 veces campeón su último adiós, fue presentado de la misma manera que antes de cada partido que disputó allí. La introducción enumeró todos los títulos de Rafa en el orden en que ocurrieron y se evocaron esos intimidantes momentos que vivieron cada uno de sus oponentes en ese rectángulo de polvo de ladrillo donde estableció su casa.
"Toni (Nadal), eres la razón por la que estoy aquí. Lo que hemos vivido nunca ha sido fácil, pero ha valido la pena. Has sido el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener", expresó Rafa a su entrenador y tío para otorgarle su merecido reconocimiento. De Toni saltó a Mery Perelló, su esposa.
"Mery, eres mi mejor compañera de vida. No nos podíamos imaginar en 2005 que estaríamos aquí 20 años después siendo una familia. Has estado siempre apoyándome desde una posición no siempre fácil. Espero hacerte igual de feliz que tú a mí. Gracias a la energía y felicidad que nos da nuestro niño, todo ha sido mucho menos complicado", comentó al borde del llanto.
Roland Garros colocó una placa en la Chatrier con la huella de Nadal, así como una imagen del trofeo de Roland Garros con el número 14 por todos sus títulos. Y todos esos grandes enemigos suyos en cancha que ahora llama amigos también salieron a celebrarlo. Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray acudieron puntuales para festejarlo.
Fue pues, la despedida final de cada uno de sus mayores rivales. Esos cuatro que dominaron el tenis durante casi dos décadas y de los cuales ya solo Djokovic es el único que sigue en activo.
"Hemos enseñado al mundo que hemos podido luchar sobre la pista, pero siempre de la manera correcta. Me llevasteis al límite. El tenis es un deporte, pero nosotros sentimos algo más. Que vosotros estéis aquí, lo es todo", les dijo Nadal a sus máximos oponentes, todos ellos con los ojos vidriosos.
Al festejo no podía faltar Carlos Alcaraz, heredero suyo y llamado a continuar con la colección de glorias en el tenis para España. Alcaraz además fue la última pareja de Nadal cuando jugaron dobles en los pasados Juegos Olímpicos de París 2024 para el equipo ibérico. Igualmente estuvo Iga Świątek, quien junto con Carlitos, ambos son los vigentes campeones en los torneos masculino y femenino respectivamente del Roland Garros.
El récord de 112-4 de Nadal en Roland Garros probablemente nunca será igualado, y sin duda se erigirá como el Rey de la Tierra Batida para la posteridad. Tras las festividades del domingo, el nombre quedará grabado en la historia de Roland Garros y su leyenda pasará de generación en generación hasta que un buen día el futuro no pueda ni creer que alguien fue capaz de semejante épica en una cancha de arcilla.