Joaquín Bestard Vázquez
Maxi en una de sus visitas a la clínica del IMSS de Beyhualé, a donde lleva a don Maximito a que le cheque la presión arterial el doctor Cabello, encontró en el asiento de junto al que ocupó a una mujer madura que se dijo meridana por los cuatro lados.
Que los Bakabes, dioses que dominan cada punto cardinal del mundo y lo sostienen, la colmen de bendiciones.
Aunque a don Maximito poco le interesa la plática, sí puso oídos atentos en algunos momentos por aquello de estar ocioso, cosa que lo pone de malas, y aunque la televisión estaba encendida, a don Maximito le era poco atractiva, ya por los programas, ya por la presunción de las conductoras, tienen buen palmito, pero hasta ahí nomás y ni modo de entrar al aparato y perseguirlas por los sets y salones.
Así que se vuelve una tentación premeditada y medida, pero las mustias se saben a salvo y desparraman sus gestos, ademanes y muestran cosas que no son: para ver y este solo es un capítulo más de su lucha por moralizar los programas y sobre todo a esa gente que no deja de hablar y presumen de saberlo todo. Entonces don Maximito aseguró: hablo de la televisión beyhualense, ¡atended ilusos! (no mil usos).
La señora Restrepo se quejó de la influencia de la TV en sus hijas, ¡mis hijos! ¡mis hijas! ¿chum? Ya estoy a un paso de convertirme en La Llorona ¡Mis hijas válgame Dios Santo!
En mis tiempos la visita del novio y los amigos era de siete a nueve de la noche, entonces en la radio se cantaba el pleybol y don Ferrusquino mi papá empezaba a carraspear, al último carraspeo la acera tenía que quedar libre de amigos y novios. Hoy mis hijas a las doce apenas inician su encuentro con el novio que en su auto la llevará a comer salbutes y panuchos, a las dos o tres de la noche el frenón despierta a todos.
Mi señor ya se cansó de llamarle la atención y nada, de antes con solo una caída de ojos y un gruñido todos se alineaban y oían a los papás; se perdió esto, evitar mortificar a los viejos (papás).
¡Las nietas! ¡vaya cosa! ¡me llaman sin empacho la vieja, y a mis espaldas uay chich. Como si fuera un demonio dicen que me quedé en los años de la prehistoria, mis nietas ni las veo, ni acaso en la mañana cuando despiertan y salen de sus cuartos.
–Oye, Milagritos, ¿quién es el muchacho este feo que durmió en tu cuarto?
–Ay vieja, es Pepito Covarrubias.
–Si le da coba a las rubias o no me importa un bledo. No lo vuelvas a meter, si no tiene donde dormir que se vaya a la calle y que lo recoja la policía y lo metan al calabozo.
–Qué ¿eh? Cala bozo claro que cala, si pa’ eso están, solo lo de las rubias es otro chiste.
Maximito Koyoc