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Entretenimiento / Virales

Homenaje a Joaquín Bestard Vázquez

Un tigre con ojos de jade

jugará con el perro como el gato y el ratón, para darle una muerte lenta y cruel, de irle rompiendo poco a poco el espinazo, y quizás, Bicho, susurra el viejo: le sirva alguna parte de tu esqueleto para escarbarse los colmillos y limpiarlos de la sangre y restos del venado, el hombre respiró con profundidad y levantó la vista al cielo, allá están otra vez las estrellas y son tantas que ni falta hace la suya, era tan insignificante que mejor la expulsaron de su rincón donde tampoco zahería a ninguna y sólo se dedicaba a mostrarle el camino, a vigilar mis penurias y a durar lo suficiente para prolongar mi vida en estos lugares que cada día se vuelven menos míos, se transforman quiera que no para darle la razón a su hermano, hay hombres que pasan el tiempo en lucha constante por mejorar la comunidad, dicen que son como su hermano: constructivos, amantes de la paz y la tranquilidad y son buenos por naturaleza, porque así fueron creados, pero existen otros que se dedican a destruir lo que levantan los primeros y en Beyhualé tienen un lugar especial donde son aislados iguales a fieras, Bicho, ten por seguro que tú, el tigre y yo seríamos encerrados de inmediato, aunque tal vez los maten antes de averiguar si se podrían adaptar a sus jaulas llamadas cárceles, zoológicos o sanatorios, el tigre está condenado a desaparecer y el animal lo sabe, tal vez sólo conozcas de los hombres la mitad, justo lo que mi hermano le contó delante de él, para convencerle de que todo es bueno y ellos son cada vez mejores en todos los sentidos, porque se dividen el trabajo y las ganancias, pero entonces ¿por qué las guerras, los asesinos, los pobres y los rebeldes?, pero no puedes ni debes decir si te gusta la forma como llevan las cosas en el pueblo, no eres nadie para juzgar a unos y otros, te lo grita en tu cara mi hermano y los otros que son como él, y que de faltarles el agua que entuban hasta sus casas, de faltarles la luz que llevan por medio de cables y de faltarles una sola de sus comodidades, no vivirían más allá de una hora, el tiempo justo que ellos miden para darle sentido a sus deberes de los que se sienten orgullosos y se vuelven esclavos, mi hermano que dice también que bajo el miedo y la angustia, bajo el terror o la presión de la muerte, se piensa mejor, y Bicho, esto debe de estarme pasando; el hombre agarró otro bejuco seco y lo quebró en varias partes, para arrojarlo sobre la llamita que empezaba a ganar en fuerza y tamaño gracias a la hojarasca que también le arrojó el viejo, ahí tienes el ejemplo, parece mentira que la luz se tenga que mantener grande y fuerte a base de basura; de repente se escuchó la ráfaga de viento entre los matorrales que abrió el tigre, esperando la oportunidad para cumplir con su naturaleza de tigre, para transformarse en lo que ya era, para surgir rápido y desaparecer jugará con el perro como el gato y el ratón, para darle una muerte lenta y cruel, de irle rompiendo poco a poco el espinazo, y quizás, Bicho, susurra el viejo: le sirva alguna parte de tu esqueleto para escarbarse los colmillos y limpiarlos de la sangre y restos del venado, el hombre respiró con profundidad y levantó la vista al cielo, allá están otra vez las estrellas y son tantas que ni falta hace la suya, era tan insignificante que mejor la expulsaron de su rincón donde tampoco zahería a ninguna y sólo se dedicaba a mostrarle el camino, a vigilar mis penurias y a durar lo suficiente para prolongar mi vida en estos lugares que cada día se vuelven menos míos, se transforman quiera que no para darle la razón a su hermano, hay hombres que pasan el tiempo en lucha constante por mejorar la comunidad, dicen que son como su hermano: constructivos, amantes de la paz y la tranquilidad y son buenos por naturaleza, porque así fueron creados, pero existen otros que se dedican a destruir lo que levantan los primeros y en Beyhualé tienen un lugar especial donde son aislados iguales a fieras, Bicho, ten por seguro que tú, el tigre y yo seríamos encerrados de inmediato, aunque tal vez los maten antes de averiguar si se podrían adaptar a sus jaulas llamadas cárceles, zoológicos o sanatorios, el tigre está condenado a desaparecer y el animal lo sabe, tal vez sólo conozcas de los hombres la mitad, justo lo que mi hermano le contó delante de él, para convencerle de que todo es bueno y ellos son cada vez mejores en todos los sentidos, porque se dividen el trabajo y las ganancias, pero entonces ¿por qué las guerras, los asesinos, los pobres y los rebeldes?, pero no puedes ni debes decir si te gusta la forma como llevan las cosas en el pueblo, no eres nadie para juzgar a unos y otros, te lo grita en tu cara mi hermano y los otros que son como él, y que de faltarles el agua que entuban hasta sus casas, de faltarles la luz que llevan por medio de cables y de faltarles una sola de sus comodidades, no vivirían más allá de una hora, el tiempo justo que ellos miden para darle sentido a sus deberes de los que se sienten orgullosos y se vuelven esclavos, mi hermano que dice también que bajo el miedo y la angustia, bajo el terror o la presión de la muerte, se piensa mejor, y Bicho, esto debe de estarme pasando; el hombre agarró otro bejuco seco y lo quebró en varias partes, para arrojarlo sobre la llamita que empezaba a ganar en fuerza y tamaño gracias a la hojarasca que también le arrojó el viejo, ahí tienes el ejemplo, parece mentira que la luz se tenga que mantener grande y fuerte a base de basura; de repente se escuchó la ráfaga de viento entre los matorrales que abrió el tigre, esperando la oportunidad para cumplir con su naturaleza de tigre, para transformarse en lo que ya era, para surgir rápido y desaparecer más veloz después de consumar lo que se le exigía, ser tigre en el monte; ¡Bicho!, gritó el viejo apenas se dio cuenta del perro adormecido, las orejas chorreadas sobre el cráneo liso y la tierra blancuzca, el hocico entre las patas fláccidas; el cazador puso la rodilla en tierra y espió el matorral, entonces el ruido que sacudió los kantirixes y bamboleó las copas de un par de kantemoes, los más altos y frondosos y que espantó a varios xtakayes de fuerte aleteo en el aire denso, cortó la pasividad del viejo y lo puso alerta; el perro dio un salto y corrió en una dirección y luego en otra, hasta resguardarse entre las alpargatas del hombre y lamerle las correas, se quedó quieto, la vista clavada en la oscuridad, las orejas tiesas y el hocico abierto, ¡quizás fue primera ocasión en percibir con fidelidad el ruido, el olor penetrante y el maullido del tigre!: el cazador se pone de pie y agarra el rifle: no creas que te olvidé, estás ahí y sé también que no me dejarás, kisín, hasta que consiga lo que quiere, todo o nada, pero óyeme bien, de aquí en adelante tendrá la suerte en contra, se lo mostraron las estrellas y así tiene que ser, por más que se ponga a negarlo y animarse a creer que los dioses están de su parte; pero eso sí, te digo que para quedarte con el venado, primero tendrás que pasar por encima de mis huesos, y acompañó las palabras con un disparo hacia el matorral y los arbustos, una descarga que retumbó y cuyo eco movilizó un enjambre de sombras, capaces de reintegrarse a las tinieblas nocturnas; dos segundos después, el hombre y el perro regresaron a la orilla de la fogata y el primero se recargó de nuevo en el tronco del yaxkatsín, sin soltar el arma, Bicho se enroscó y se cubrió los ojos con el rabo, más bien lo intentó porque le resultó muy pequeño para taparle la noche y se fingió muerto a los pies del viejo; otra vez se escuchó el susurro del viento y un llanto en forma punzante llegó a los oídos; el hombre estremece por completo al identificarlo y sabe qué ave canta en esta forma, como también está seguro de los presagios que acompañan el gemido, la tunkuluchú observa con ojos iluminados por la candela interior, desde algún tronco en donde puede disimular su plumaje, el pájaro del mal agüero pulula por las noches en compañía de la muerte y ésta, bajo el aspecto de kisín, cita, pssst, pssst, y ese frío batir de alas de los tres personajes, pájaro, muerte y kisín le cala los huesos al viejo y le endurece las articulaciones, hasta oprimirle el corazón cansado; por primera vez percibe el temblor de labios y su quijada se afloja, no consigue hacerse oír, se traga las palabras

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