Félix Sautié MederosCDXCIV
Considero de fundamental importancia alcanzar una adecuada comprensión de las incidencias que plantea en la vida cotidiana la categoría tiempo dentro del espacio en que nos ha tocado vivir, o bien en que hemos decidido vivir, porque somos relativamente libres para decidir nuestro propio espacio de vida; mientras que en lo referido a la categoría tiempo nuestro libre albedrío se encuentra esencialmente encasillado, por decirlo de una forma comprensible, dentro de unos límites de referencia básicos que en última instancia resultan realmente inviolables, porque la vida terrenal de las personas tiene siempre un punto final de agotamiento definitivo.
Me refiero a límites de referencia, al respecto de los cuales tenemos solo unas pocas posibilidades de interactuar, dado lo relativa e ineluctablemente efímera que son las esperanzas humanas existenciales, con nulas posibilidades de extenderlas más allá del determinado tiempo que marcan las esperanzas de vida en las personas, que con el desarrollo es posible lograr ascendentemente en cada país del universo. Pero nunca podrían alcanzarse más allá de una sobrevivencia en el tiempo material, que para todos tienen un final dentro del tiempo existencial, de acuerdo con nuestra salud y con nuestras posibilidades de envejecimiento activo, que también siempre llega hasta un determinado momento de agotamiento físico total, en que la existencia terrenal culmina. Esto puede suceder dentro de este tiempo existencial a partir de una muerte abrupta o incluso esperada, ya sea por causa de un accidente, una imprudencia o una enfermedad terminal.
Quizás algunos de los que me lean se pregunten el porqué de un recorrido filosófico tan extendido en lo conceptual para hablar de los tiempos, las respuestas y la impunidad, sin ir directamente al grano de lo que me propongo plantear al respecto de estos temas. Puedo comprender estas preocupaciones en quienes solo se planteen el título del artículo o simplemente lean los primeros párrafos con que inicio esta nueva entrega de La Espiritualidad Prohibida, sin continuar hasta el final de mi exposición.
La esencia del problema que quiero expresar es que tiempo y espacio deben ser comprendidos cabalmente en sus intríngulis como parte importante del ejercicio del libre albedrío en los campos sociales de lo político y lo económico. Comienzo por decir aquello que José Martí, nuestro Apóstol de la Independencia, nos expresó en el sentido de que en política lo más importante es saber esperar. Y que, además, él supo hacer muy exitosamente para lograr la unidad de voluntades que habían horadado las posibilidades de triunfo durante la Guerra de los Diez Años.
En momentos tan complejos como los que estamos viviendo, en los que de nuevo se está poniendo en juego la existencia misma de nuestra Revolución e, incluso, del país y de la nación cubana, actualmente amenazadas con una especial agresividad de un señor presidente de los Estados Unidos, que está pasando por encima de la ley, el derecho, la ética, los derechos humanos, el Derecho Internacional y la existencia misma de la vida en el universo. En este sentido, Mr. Trump y sus acólitos no tienen límites, van contra el tiempo y violan cualquier espacio porque se consideran con todos los derechos y con todos los poderes para ello. A tales efectos, pienso que para enfrentarlos y sobrevivirlos es fundamental, ante todo, entender la importancia del tiempo en el tránsito de la vida, porque el tiempo constituye una categoría universal y planetaria existencial única y realmente determinante en última instancia dentro de todos los procesos existenciales que pongamos en práctica.
Aquí se encuentra la esencia de una de mis preocupaciones más elementales para enfrentar el momento que vivimos en estos años del siglo xxi, que siempre habrán de transitar hacia el futuro porque, en definitiva, ni Mr. Trump ni sus acólitos ni quienes lo apoyan ni nosotros mismos vamos a transitar en una extensión que pase por encima de las esperanzas reales de vida con que contamos cada cual por ley de vida. Las esperanzas de vida en cada país determinan un espacio de tiempo fundamental, dentro del cual se manifiestan las esperanzas en sí mismas, las frustraciones, las desesperanzas y las acciones esenciales encaminadas a mover las voluntades de acción y de resistencia en lo político, lo social e inclusive lo económico.
Para actuar en consecuencia total en el enfrentamiento con quienes intentan destruirnos, hay dos líneas de acción que paralelamente deben ser puestas en marcha: una es el enfrentamiento a las guerras políticas, económicas e incluso calientes en sí mismas, con todas las consecuencias que ello conlleva, en lo que, en estos últimos sesenta años, hemos logrado efectividad y eficiencia real. En tanto que la otra no menos importante es la rectificación y superación de nuestros propios errores, así como el imprescindible perfeccionamiento del sistema económico funcional, social y político de la Revolución, en lo cual hemos estado trabajando en los últimos tiempos, pero que percibo que en estos campos de acción a veces nos demoramos más allá de lo que es imprescindible, y, en consecuencia, el tiempo necesario para culminarlos aceptablemente se nos está acabando.
Aquí es donde en mi criterio entra en contrapunteo existencial aquello que nos expresó José Martí sobre la importancia de saber esperar en política; con las realidades del tiempo necesario de que disponemos para vivir, así como de los derechos de todos sin excepción de alcanzar en estos tiempos necesarios la sobrevivencia, la realización y el disfrute de una vida terrenal que no se va a repetir en lo individual específico. Por tanto, sobrepesar adecuadamente estas categorías, así como la presentación y la preexistencia de hechos existenciales que a veces nos sorprenden, constituyen incidencias básicas existenciales al respecto de lo cual quiero anotar algunas ideas que considero muy importantes en el momento y en el espacio en que vivimos.
En primera instancia, considero que la clave de poner en práctica una resistencia sostenida e, incluso, de realizar una acción que movilice y favorezca el enfrentamiento a las acciones perpetradas por el imperialismo del “norte revuelto y brutal” que nos desprecia, en mucho dependen de que podamos lograr una adecuada administración del tiempo disponible, en el que saber esperar sea una consigna básica pero específicamente enclavada dentro de marcos de referencia bien delimitados, que si bien no sean menores de lo estrictamente necesario para alcanzar los fines básicos y la resistencia imprescindibles, tampoco se extralimiten de los límites y marcos de referencia que enmarcan precisamente lo determinante de las resistencias necesarias y posibles de alcanzar.
Quizá parezca un poco complicado de entender, pero cuando nos lo planteemos en la práctica concreta de nuestras posibilidades de accionar dentro de un conjunto de realidades existenciales de cada momento histórico que nos toca vivir, entonces de acuerdo con esas realizaciones existenciales que podamos poner en práctica dentro de nuestras esperanzas de vida específicas, si además, somos profundos en los análisis sociales, lo podremos comprender todo mejor e incluso apreciar en sus magnitudes específicas las oportunidades que se nos presentan, así como las adversidades y peligros a que estamos expuestos.
En este orden de cosas, la más adecuada administración de la categoría tiempo es una clave básica para sobrevivir y vencer junto con el saber definir en cada momento lo que es esencialmente prioritario e imprescindible para ponerlo en ejecución en el tiempo que estrictamente le es necesario. Como diría muestro José Martí a quien parafraseo: hacer en cada momento lo que cada momento requiere.
Fue en esta dirección que con fecha martes 7 de mayo de 2019, publico en POR ESTO! una crónica titulada “No es un momento para alarmas, lamentaciones, dudas ni para detenerse en el tiempo” (https://www.poresto.net/2019/05/07/no-es-un-momento-para-alarmas-lamentaciones-dudas-ni-para-detenerse-en-el-tiempo/), texto que sé que creó algunas preocupaciones, incluso en amigos, que me las hicieron saber en el sentido de que atravesamos un momento paradójico, y pienso que en realidad así es; pero considero que lo es precisamente en la administración de los tiempos necesarios e imprescindibles, así como en los tiempos para resistir. También comprendo que en medio de todo esto se encuentra el pueblo de a pie, que es quien más sufre los bloqueos, las sanciones y en general las guerras con las cuales de manera pública y expresa se pretende crear la desesperación para quebrar su apoyo decisivo a la Revolución por la vía de las penurias, inclusive del hambre y de la falta de medicamentos, así como de lo necesario para la vida. Todo como parte de una acción genocida y de lesa humanidad para, además, culpar al gobierno y a la dirección del país de las carencias y penurias que provocan esas políticas imperiales.
Es eso lo que nunca debemos permitir. El pueblo hasta el momento, se ha mantenido firme y lo ha rechazado totalmente. Es ahí en donde se hace imprescindible la necesidad de aplicar un adecuado balance de tiempos, realidades para enfrentar los problemas internos junto con los ataques externos que se presenten. En esta dirección, además, la burocracia, y el dogmatismo de los detenidos en el tiempo tienen que ser muy objetivamente identificados en estas circunstancias y enfrentados sin poner en riesgo las imprescindibles necesidades de enfrentamiento, movilización y resistencias del pueblo dirigidos a vencer tan pérfidos propósitos.
En este sentido, quiero reiterar lo que expresé en (https://www.poresto.net/2019/05/05/el-juicio-de-la-conciencia/), en el que textualmente expresé que no “estoy negando a nuestros propios errores y deficiencias, pero sí estoy afirmando que los odios, los rencores, el oportunismo y la superficialidad niegan el análisis justo y objetivo a algunos cubanos de adentro y de afuera que se convierten en los mejores aliados de los enemigos que tratan destruirnos. Una cosa es la crítica objetiva y constructiva que puja por las rectificaciones, contra la burocracia, los errores y las corrupciones. Críticas que son responsables y que van a favor del perfeccionamiento de la Revolución. Y otra cosa es, la ceguera de quienes acusan de todo, de lo divino y de lo humano, al gobierno y a la Revolución”.
Pienso al respecto, por otra parte, que no son muchas las alternativas que tenemos para enfrentar lo que nos viene arriba. En la práctica concreta, en mi criterio, hay una sola alternativa: enfrentarlo con firmeza, audacia y creatividad, y aquí en su ejercicio ante todo se impone una adecuada administración del tiempo; lo que es quizá lo más decisivo, ya que el tiempo puede ser una ocasión de vida o muerte, y el enemigo está jugando esencialmente con el tiempo, dado su estrategia de que por vía de una acumulación de agresiones quebrar la resistencia popular que apoya decisivamente a la Revolución. En los últimos sesenta años de Revolución, que han sido de agresiones y de resistencias heroicas de nuestro pueblo, se ha demostrado que cuando se le explica a la población los problemas existentes o que van a presentarse, y se hace a partir de una política de principios considerando, además, las realidades de los propósitos de los enemigos, el pueblo lo entiende perfectamente, actúa en consecuencia y no se deja engatusar.
Fidel lo probó y con su ejemplo de vida, junto con su conducción acertada, se logró que en sesenta años no nos pudieran derrotar. Y es mi convicción y mi esperanza no defraudada que el relevo de las nuevas generaciones que actualmente están asumiendo los timones de mando de la sociedad con la consigna principal de no ser ruptura, sino continuidad, podremos alcanzarlo también y vamos a salir adelante. Los métodos de acercamiento directo con el pueblo que han asumido constituyen la garantía principal de la victoria. El pueblo es lo decisivo y la unidad con el pueblo es la única estrategia posible para alcanzar la victoria. Comprendo, además, que las tareas que tienen por delante en la actualidad son muy complejas y difíciles, titánicas en realidad, por lo que si ellos no pudieran triunfar, entonces sí estaríamos hundiéndonos en el precipicio en medio del caos y la desolación. Apoyarlos con todo lo que tengamos y propiciar la unidad sin dejarnos chantajear por nada ni por nadie; incluyendo muy especialmente a quienes se traten de aprovecharse de la unidad para establecer sus dogmatismos y burocracias.
No es el momento para acorralar a las nuevas generaciones que están asumiendo efectivamente el gobierno de la República con reiteradas y excesivas demandas, dudas y alarmas. Todo ello más allá del tiempo realmente necesario, que siempre debe comprenderse su necesidad y ser capaces de realizar una administración del tiempo básica y adecuada. Es decisivo entender que su triunfo, en definitiva, deviene la única posibilidad del triunfo de todos.
Lo lógico y lo sano es, en mi criterio, manifestar un apoyo esencial al esfuerzo que realiza actualmente para salir adelante el gobierno de las nuevas generaciones presidido por Miguel Díaz-Canel. No veo otra alternativa. Porque las reiteraciones insistentes de las alarmas, lamentaciones y dudas bien podrían convertirse en una forma de inducirlas en la realidad y de apoyar, indirectamente, a la jugada imperialista con que plantean darnos jaque mate.
El bloqueo es una realidad terrible que nos aprieta y trata de ahogarnos, aunque haya quienes lo analizan como si solo fuera una consigna de los burócratas para tapar sus errores y deficiencias, que realmente existen y, en mi criterio, pasan a un segundo plano, pues en realidad son menores que los efectos genocidas del bloqueo.
En mi opinión, nunca deberíamos caer para nada en la provocación expuesta por las jugadas imperialistas que están aplicando Mr. Trump y sus acólitos fundamentalmente las de culpar al gobierno cubano, a sus dirigentes y líderes de todos los efectos del bloqueo que ellos, los imperialistas norteamericanos, están provocando. Aplican una estrategia que es evidente e incluso se encuentra expresada desde hace años y ratificada por ellos mismos. Deberíamos recordar el famoso memorando en que se plantea la necesidad imperialista de hacer sufrir al pueblo cubano de las mayores privaciones para que explote con desesperación y desista completamente de su apoyo a la Revolución cubana. Una estrategia criminal de lesa humanidad y genocida que se renueva en la actualidad y que no tiene perdón posible.
La ingenuidad en política siempre se paga muy caro, en mi criterio muy personal, y puede en ocasiones tan culminantes como las que estamos viviendo, llegar a equipararse con la maldad e incluso con la perversidad de juicio con que se ha diseñado el bloqueo.
Finalmente, les reitero mi correo electrónico con el propósito de que puedan trasmitirme dudas, criterios, opiniones y preguntas: fsmederos@gmail.com