EL VATICANO, 28 de octubre (ACI Prensa).- Al finalizar la misa de clausura del Sínodo de los Obispos, este domingo 28 de octubre, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Ante una multitud de fieles que, pese a la intensa lluvia que ha caído sobre Roma, esperaba las palabras del Pontífice, Francisco aseguró que los frutos del Sínodo “ya están fermentando, como hace el zumo de la uva en los barriles tras la vendimia. El Sínodo de los jóvenes ha sido una buena vendimia y promete buen vino”.
Recordó que “la esperanza de Dios no es un milagro, como ciertas publicidades donde todos aparecen sanos y bellos, sino una promesa para la gente real, con virtudes y defectos, potencialidad y fragilidad”.
En sus palabras, el Santo Padre explicó que las semanas del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, celebrado desde el 3 hasta el 27 de octubre en Roma, “ha sido un tiempo de consolación y de esperanza por medio de un trabajo comprometido y duro”.
“Ha sido, sobre todo, un momento de escucha: escuchar, de hecho, exige tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón. Pero este compromiso se transformaba cada día en consuelo, sobre todo para que tengamos en medio de nosotros la presencia vivaz y estimulante de los jóvenes, con sus historias y sus contribuciones”.
Señaló que “por medio del testimonio de los padres sinodales, la realidad multiforme de las nuevas generaciones ha accedido al Sínodo, por decirlo de determinado modo, por todas partes, de cada continente y de muchas situaciones humanas y sociales diferentes”.
firmó que “el primer fruto de esta Asamblea sinodal debe estar en el mismo ejemplo del método”, es decir, “un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la elaboración de un documento, aunque sea precioso y útil”.
“Más importante que el documento es, sin embargo, que se difunda un modo de ser y de trabajar juntos jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento para llegar a elecciones pastorales que respondan a la realidad”, finalizó.
Misa de clausura
El Papa Francisco presidió, este domingo 28 de octubre en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Misa de clausura de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre los tres ejes en los que han girado los trabajos de los padres sinodales en estas tres semanas: escucha, acompañamiento y testimonio.
Escucha: sobre la escucha, Francisco habló del “apostolado del oído: escuchar, antes de hablar”. “¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida!”, exclamó. Escuchar “el grito del que pide ayuda”.
Acompañamiento: en segundo lugar, el Pontífice habló sobre el acompañamiento en el camino de fe, es decir, “hacerse prójimos”. En opinión del Papa, la cercanía es esencial para la transmisión de la fe. “Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario”.
Testimoniar: el tercer eje es testimoniar. “No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús”.
El Papa finalizó su homilía afirmando que “la fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones”.
Mensaje de padres sinodales
Los padres sinodales han dirigido una carta a los jóvenes de todo el mundo en la que les piden una confianza renovada en la Iglesia: “Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre”.
En la carta, leída por el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos, al finalizar la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, presidida este domingo 28 de octubre por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano, los padres sinodales aseguran a los jóvenes que la Iglesia “no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo”.
“La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Hacéos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, sed el futuro más luminoso”, concluye la carta.