Por Zheger Hay Harb
La nota colombiana
El Centro Nacional de Memoria Histórica –CNMH- es una institución a la cual debemos el registro y análisis de muchos de los peores horrores que nos ha dejado esta guerra atroz de más de cincuenta años, cometidos por todos los actores del conflicto.
Está integrado por académicos de las más altas calidades, independientes y rigurosos en sus análisis, que han recorrido el país investigando los casos que estudian, que han dado cabida a las víctimas para que cuenten su lado de la historia, así como han oído a los militares, guerrilleros, paramilitares y civiles involucrados en ellos.
Su director hasta ayer era el doctor Gonzalo Sánchez, quien, tal vez apercibido de que la forma como abordaría la recuperación de la memoria histórica un gobierno que se ha dedicado a recortar el alcance del acuerdo de paz está lejos de sus principios, presentó su renuncia.
El presidente entonces anunció que había nombrado a Mario Javier Pacheco en su reemplazo. De inmediato hubo quejas de los académicos que le recordaron al presidente que el prestigio del Centro se debía no sólo a la idoneidad de su director y su equipo sino al rigor de su trabajo, sin sesgos que desvirtúen la realidad. Recordaron algunas frases del recién nombrado, tales como: “(El CNMH) es otra de esas estructuras infiltradas, pagadas por el Estado para deslegitimar al mismo Estado”. Además, ésta, sobre los informes que allí se han producido: “están cargados de omisiones tendenciosas que pretenden minimizar los horrores de las FARC y echar la culpa de los mismos al Estado y al extinto grupo criminal de las AUC (paramilitares)”.
Era obvio para todo el mundo, menos para el gobierno, que alguien con esos prejuicios sobre el centro no podía ser su director. Fue de tal nivel la polémica que el gobierno tuvo que dar marcha atrás y “desnombrarlo”.
Entonces anunció que nombraría en su reemplazo a Vicente Torrijos, un académico muy vinculado con las fuerzas militares, por las cuales ha sido condecorado con la Medalla de la Escuela Superior de Guerra, la Medalla de la Inteligencia Militar de Colombia y la Medalla de Servicios Distinguidos a las Fuerzas Militares. Ha sido además consultor del Comando Central y de la Asociación Colombiana de Militares Retirados (Acore) que tanto se opuso a los diálogos de paz y, luego de firmado el Acuerdo, ha empeñado todos sus esfuerzos para recortar su alcance.
Más grave que lo anterior, Torrijos niega la existencia de un conflicto armado interno y dice que lo que ha habido es “una amenaza terrorista”. ¿Cómo entonces podría, con esos prejuicios, estudiarlo si considera que no existe?
En la hoja de vida que presentó para ser admitido como profesor de la Universidad del Rosario, la más antigua del país y de reconocida prestancia académica, anotó que tiene un doctorado de la Universidad Complutense de Madrid. Pero las redes sociales, de las cuales puede predicarse lo que se dice de Dios, que todo lo ve, descubrieron que ese título no existe.
La Universidad dio entonces por concluida su relación laboral con Torrijos y expidió el siguiente comunicado: “La Universidad del Rosario, fiel a sus principios y valores institucionales, tomó la determinación de desvincular al señor Vicente Torrijos, quien se desempeñó hasta el pasado 30 de noviembre como profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales”.
Duque dijo en respuesta: “Yo espero que él pueda aclarar su situación laboral con la Universidad del Rosario. Pero creo que es una persona que en términos de producción académica el país lo conoce y es una persona que merece respeto”. Ya estamos bastante acostumbrados a la liviandad de nuestro presidente deportista, cantante y bailarín, pero ¿minimizar como “situación laboral” un impedimento ético que lleva a una universidad a cancelar su relación de 29 años con un profesor?
Más franca que su jefe, la directora del Departamento para la Prosperidad Social, quien firma el decreto de nombramiento, respondió a los cuestionamientos: “Nosotros simplemente miramos los requisitos que tenía para el cargo, él los tenía y lo nombramos. El Gobierno no se va echar para atrás”.
Entendemos que, luego de que la Corte Suprema le devolvió al presidente la terna para elegir fiscal ad hoc, reemplazada malamente por los dos supérstites más otro incapaz, en vista del pantano en que se encuentra el Fiscal general de las entrañas del gobierno, además del oso de la vicepresidente que mandó el pésame público por la muerte del ex presidente Belisario Betancur estando vivo y de que Iván Duque mismo es objeto de burlas permanentes por su infantilismo, esté escaldado y quiera salvar su orgullo.
Pero esa decisión va a tener un costo muy alto. Por lo pronto, además del desprestigio, es de suponer que los investigadores del CNMH renuncien en bloque porque, luego de que su labor ha recibido todos los reconocimientos académicos por su seriedad y rigor, no se van a subordinar a un jefe que entra con el cuestionamiento ético de haber escalado con base en una mentira sobre su formación. Sin mencionar siquiera su sesgo ideológico que lo hace inhábil para una labor que exige imparcialidad.
Finalmente fue también “desnombrado” en vista del escándalo, luego de que su universidad lo destituyó por trampear con sus diplomas. Ahora, en este país donde existe un gran número de analistas llamados “pazólogos” y violentólogos, cientos de ellos Centro de Memoria Histórica. Están buscando uno no tan bueno pero obediente.