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Internacional

Un ave Fénix, las guerras en Medio Oriente

Pedro Díaz Arcia

Cuando abundan augurios acerca de la desaceleración mundial y el sobrecalentamiento de importantes economías que propiciarán la tendencia a una mayor volatilidad para los mercados financieros y de materias primas para el período 2019-2020; el anuncio de la retirada de las tropas terrestres estadounidenses en Siria abre nuevos espacios de reflexión.

En un lacónico twitt, Donald Trump dijo que había logrado vencer al Estado Islámico (EI) en el país árabe y dio por cerrado el capítulo. Pero se calcula que el grupo terrorista cuenta con entre 20,000 y 30,000 tropas en Siria e Irak, según informe del Pentágono.

Hace apenas dos semanas Brett McGurk, enviado especial ante la Coalición Mundial para derrotar al principal grupo terrorista en el área, afirmó que “Nadie está declarando misión cumplida”. El hecho de que un vocero del Pentágono informara a los periodistas, después del anuncio, que la campaña contra ISIS no ha terminado, supondría que el secretario de Defensa no fue consultado.

Es cierto que en su campaña electoral el magnate había abogado por disminuir la presencia militar en Medio Oriente; pero al asumir la presidencia altos mandos militares lo habrían convencido para mantener esa presencia en el país árabe.

La retirada del contingente terrestre de Siria, aunque se mantienen fuerzas militares en Irak y no se han cancelado sus acciones aéreas en Siria, ha suscitado muchas interrogantes con relación a la proyección de Washington hacia Medio Oriente.

¿A quiénes beneficia o perjudica la orden presidencial? ¿Existen nuevas coaliciones que puedan alterar la actual correlación de fuerzas regionales o extraterritoriales?

La decisión puede empoderar a Moscú de manera decisiva y fortalecer tanto a Teherán como al régimen de Damasco, en detrimento de las huestes kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias, eje central de la oposición a Bashar al-Assad y aparente último bastión para evitar que Turquía ocupe el Norte de Siria. El Gobierno de Ankara, que actuaba con cautela en su combate contra las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, por temor a una crisis con Washington, apresurará ahora sus arremetidas.

No es casual la conversación telefónica entre Donald Trump y Recep Tayyip Erdogan ayer, enderezando entuertos. De inmediato se dio a conocer el acuerdo con Ankara que incluye la venta de misiles Patriot por parte de Estados Unidos a un costo de 3,500 millones de dólares, pendiente de la aprobación del Congreso.

Se dice que es una historia repetida, sucedió con Richard Nixon y Henry Kissinger en los 70; y después con George H.W. Bush: los kurdos son “utilizados” y cuando no son necesarios se les olvida.

La polémica decisión ha sido condenada por demócratas, sin que falten republicanos, que temen por los efectos geopolíticos. El ex diplomático de Washington ahora en el Centro para una Nueva Seguridad de Estados Unidos, Ilan Goldenberg, dijo “Estamos a punto de cometer exactamente el mismo error en el Medio Oriente que hemos cometido una y otra vez durante los últimos 20 años”, porque podría reaparecer el peligro, lo que provocaría una nueva intervención estadounidense.

Las guerras en Medio Oriente, como el ave Fénix, suelen renacer de sus propias cenizas. De todas maneras es mejor que alejen sus botas del conflicto sirio. Y creo que con independencia de otras actuales prioridades, o el reclamo de voces de campaña, la Casa Blanca no renunciará al competitivo tablero geoestratégico.

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