Zheger Hay HarbLa nota colombiana
Circulan notas de prensa sobre divisiones en la FARC y “desaparición” de algunos de los ex jefes de la antigua guerrilla, que afirman que hay división en esa organización política y que los antiguos jefes desertaron del proceso de paz.
Las supuestas divisiones no son otra cosa que el devenir natural de una organización política democrática en la cual el disenso, que puede determinar la creación de tendencias con matices no sólo es permitido sino deseado. Joaquín Gómez y Fabián Ramírez han enviado una carta pública en la cual se quejan de los procedimientos de Timochenko y Antonio Lozada reclamándoles mayor firmeza frente al gobierno.
Los medios hacen hincapié en que desde el Congreso constitutivo del nuevo partido se vio una división especialmente entre Iván Márquez y su antiguo comandante máximo, ocultando que, sin negar las zancadillas que el primero le haya puesto a su antiguo jefe, como éste mismo reveló en una sentida carta pública, Timochenko fue elegido como presidente del partido, cargo que conserva.
Otro motivo de fricción fue la captura con fines de extradición de Jesús Santrich, ante lo cual Timochenko dijo que quien delinquiera luego de la firma de los acuerdos debía atenerse a la justicia ordinaria; que se habían comprometido a respetar la Constitución y las leyes. No podía decir otra cosa, pero hubo antiguos mandos que reaccionaron pidiendo más apoyo a Santrich, sin que su jefe político se lo hubiera negado.
Quienes profetizan la división de la FARC usan la negativa a posesionarse como congresistas de Iván Márquez y El Paisa para decir que desertaron, cuando ello obedece a sus temores de que en procesos que muy probablemente les arme la Fiscalía, corran la misma suerte de Santrich. Las continuas andanadas del fiscal general contra la JEP dan suficiente fundamento a esos temores.
Pero quienes se escandalizan no dicen nada frente a las evidentes rupturas internas en el Centro Democrático. Como en la cita bíblica, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Ya hay quienes en esa colectividad empiezan a cuestionar a Iván Duque, eso sí más grave porque pretenden minar la autoridad de quien fue elegido democráticamente para dirigir el país en representación de ese partido.
Siguiendo con partidos del sistema, qué tal el embrollo en que está Cambio Radical, el del ex vicepresidente Germán Vargas, cuyos principales soportes, la Casa Char de la Costa atlántica, pactó a sus espaldas con Alvaro Uribe al considerarlo seguro ganador.
Y en el partido liberal su jefe, el ex presidente César Gaviria, traicionó a su candidato Humberto de la Calle para unirse a la campaña de Duque esperando que luego de ser elegido le diera a su hijo cargos que lo encaminaran hacia la candidatura presidencial. Para no hablar del partido de la U y del conservador donde la rapiña por puestos y las divisiones solapadas están a la orden del día.
Frente a eso las divergencias abiertamente planteadas por Gómez y Ramírez, que no ponen contra la pared a Timochenko sino que plantean sus divergencias y lo cuestionan por un supuesto aburguesamiento, corresponden más a los procedimientos de la democracia mucho más meritorios si se considera que acaban de dejar las armas y su organización férreamente jerárquica para andar los caminos del sistema.
Ante la dificultad de ubicar a Iván Márquez, El Paisa, Romaña y varios ex mandos de las FARC, los medios han concluido que se han ido a dirigir el tráfico de drogas, que se están rearmando, que muchos supuestos disidentes no son más que una retaguardia organizada desde antes de firmar el acuerdo de paz.
No es que me parezca bien que estos antiguos jefes se hayan ausentado de sus lugares de concentración dando la imagen de huida y generando entendibles temores en sus bases, pero de ahí a afirmar que hay que sacarlos de la JEP y, siguiendo con las citas bíblicas, echarlos a las tinieblas exteriores, hay mucho trecho.
Timochenko hizo una gira por las zonas de capacitación y resocialización para tranquilizar a la ex guerrillerada. A ellos y al país en general hay que repetirles que esas zonas no son cárceles, que quienes están en ellas pueden moverse por todo el territorio nacional sin necesidad de pedir permiso e incluso salir del país previa autorización de la JEP.
Ya Iván Márquez, Romaña, El Paisa y los otros “desaparecidos” se han reportado por medio de cartas y entrevistas asegurando que siguen firmes en su compromiso con la paz, que no han salido del país y que no están involucrados en el narcotráfico.
Así que sean cuales sean las críticas que puedan hacerse al comportamiento de los antiguos jefes, ninguna de sus actuaciones da pie a que pueda afirmarse que se dividió la FARC o que sus antiguos mandos superiores y medios están rearmándose y dirigiendo redes del narcotráfico. Sería en cambio saludable mirar el ojo propio y preocuparse porque las divisiones y el fuego amigo del Centro Democrático y los otros partidos de la alianza gobiernista parecen estar incidiendo en los bandazos del gobierno.