Zheger Hay Harb
Colombia: razones para la esperanza
Cuando aún no hay resultados oficiales definitivos, una hora y media después de cerradas las mesas de votación cuando esto escribo, hay ya datos que no cambiarán de manera sustantiva y que muestran triunfos de las fuerzas de izquierda y centroizquierda y la derrota aplastante del gran elector de la extrema derecha, el expresidente Álvaro Uribe.
En Bogotá, importante no sólo por ser la capital del país sino porque es la gran electora y donde generalmente se impone el voto de opinión, ganó Claudia López, la candidata apoyada por el partido Verde y el Polo Democrático. En su campaña participaron Antonio Navarro, excandidato a la presidencia de la República y exguerrillero, Jorge Enrique Robledo, del Polo y uno de los más importantes senadores, destacado en sus debates de control político en el Congreso, además de algunos de los más cercanos colaboradores de Gustavo Petro durante su alcaldía. Extraordinario triunfo porque en ella se conjugan varias condiciones que la presentan como marginal de las grandes maquinarias políticas: mujer, abiertamente homosexual y de origen humilde, símbolo de las personas que en este país logran estudiar arañando los recursos económicos y decidida partidaria del proceso de paz.
Claudia fue una de las primeras, en 2006, junto con Gustavo Petro y una organización social de la desmovilizada Corriente de Renovación Socialista, escindida del ELN, en destapar la llamada parapolítica, que puso al descubierto cómo la mayoría del Congreso colombiano había ganado sus curules con apoyo de los paramilitares. A partir de ahí se ganó el odio de Álvaro Uribe y su caverna (sanguijuela de alcantarilla, lo llamó cuando este se escabullía de un debate que le adelantaba), el establecimiento y dentro de él los políticos más corruptos, que han querido desprestigiarla presentándola como castrochavista y guerrillera.
Dio su apoyo decidido al plebiscito por la paz y una vez perdido este, dijo que repuesta del dolor se dedicaría a tratar de negociar con los enemigos de la paz negociada para salvar el núcleo que permitiera implementar el proceso. Cómo sabemos, ellos no cedieron.
Fue abanderada del proyecto anticorrupción al cual el gobierno de Iván Duque, como ha hecho con el proceso de paz, dijo apoyar pero, por el contrario, ayudó a hundir en el Congreso. Es valerosa, decidida y se ha comprometido a hacer un gobierno de alianzas en esta capital, segundo cargo en importancia en el país.
Ya avanzada la campaña por la alcaldía de Bogotá, Petro decidió lanzar como candidato suyo a Hollman Morris, funcionario de su alcaldía y uno de sus más cercanos copartidarios. Atacó varias veces a Claudia, cuando ya se vislumbraba que sería la abanderada de la paz en la campaña por Bogotá, porque ella dijo que en caso de ganar continuaría con el proyecto de metro elevado del actual alcalde, Enrique Peñalosa, al cual Petro se opone radicalmente, en lo cual tiene razón: en un proyecto absurdo, costoso y que tendrá que caerse por vicios de forma y contenido en su contratación. Pero como dice Claudia, ya aprobado y asignado por licitación, no puede desestimarse el desgaste económico que significaría empezar nuevamente de cero, como hizo Peñalosa con el proyecto del líder de la Colombia Humana.
Una vez reconocido el triunfo de Claudia López, Petro reaccionó con mezquindad y falta de gallardía diciendo que ella “no nos representa”, sin que sepamos a quiénes cobija ese nos o si es sólo plural mayestático como acostumbra este extraordinario político a quien desafortunadamente vence su arrogancia. Con mejor cálculo político, el candidato derrotado reconoció su triunfo y la felicitó.
En Antioquia, el departamento uribista por excelencia perdió el candidato uribista al cual el expresidente y su partido, que es el de gobierno, habían dado todo su apoyo. Sorprendió por lo contundente de la derrota, aunque había síntomas que hacían prever que el “presidente eterno” ya no podría seguir actuando como el capataz que ha sido: en sus presentaciones públicas en varios municipios salió abucheado, algo impensable hacía pocos años. Los escándalos de corrupción, el destape de órdenes del ejército que hacen temer por la reactivación de los falsos positivos y el proceso que le sigue la Corte Suprema en el cual actúan como testigos varios exparamilitares que lo vinculan con esos ejércitos masacradores, acabaron convenciendo a los votantes del peligro que él representa.
En Medellín, capital de ese departamento, segunda ciudad del país, del corazón del uribismo, donde el expresidente ha reinado desde hace 20 años imponiendo su política de odio y acicate a la guerra, ha ganado la alcaldía por más de 10 puntos un muchacho de 32 años, sin maquinaria política ni compromiso con un partido específico, con propuestas cívicas y de combate a la corrupción.
En el Magdalena, en su capital Santa Marta y en el departamento ganó por más del doble Carlos Caicedo, exguerrillero de la Corriente de Renovación Socialista y quien ya fue alcalde de esa ciudad, superando por más del doble a los candidatos de la clase política que, con nexos con los paramilitares, han detentado el poder por cien años.
En Cali, tercera ciudad del país, Oscar Iván Ospina, quien ya ocupó esa alcaldía, reconocido exmilitante del M19, hijo de Iván Marino Ospina, comandante general de esa guerrilla, quien murió en sus brazos en medio de una fuerte y desproporcionada operación militar, resultó vencedor frente al candidato del Centro Democrático y los partidos tradicionales a pesar de que en la recta final de la campaña quisieron entramparlo con un proceso judicial.
En el departamento del Huila, uno de los que con mayor rigor padeció el conflicto armado y que siempre se había mantenido fiel a Uribe, ahora derrotó a su candidato, tal vez porque valoró que la desmovilización de las FARC le significó una disminución sustancial de los secuestros.
En el departamento del Atlántico y su capital Barranquilla, si bien ganaron los candidatos de la mayor casta política de la región, no lograron el porcentaje esperado y el voto en blanco tuvo una representación importante. El reciente destape que la gran maquinaria de corrupción, compra de votos y posibles vínculos con paramilitares que se descubrió con la declaración ante la JEP de un exparamilitar y la espectacular fuga de una de sus más importantes miembros impactaron la votación.
Un resultado simbólicamente significativo: en Turbaco, un municipio del departamento de Bolívar, tan permeado por la corrupción, las maquinarias políticas y el paramilitarismo, un exguerrillero de las FARC recién desmovilizado ganó la alcaldía. Hay esperanza.