Internacional

Hay que 'voltear el juego”

Pedro Díaz Arcia

El poder de un estrecho círculo de potencias, su conteo cabe en una mano, traza el destino del planeta. La idea, a principios del siglo XX, de que el reparto del mundo había concluido chocó con la realidad de nuevos y poderosos protagonistas: la aparición de los monopolios y del capital financiero; el poder de las oligarquías; la primacía en la exportación de capitales sobre la de mercancías; el fortalecimiento del Estado clasista; y el surgimiento de países con un alto desarrollo industrial y militar que exigían su espacio en la distribución del dominio territorial y de sus riquezas.

Pero solo mediante la guerra se podía lograr entonces, también hoy, el prorrateo que por supuesto no se hizo esperar. La historia es harto conocida. El siglo XX sirvió de escenario a dos guerras mundiales, ninguna motivada por principios que persiguieran un mundo de igualdad social; ni siquiera que tuviera en cuenta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa, y entendidos como universales.

La rapiña por nuevos nichos de poder ha motivado la quiebra en las relaciones internacionales, donde la fuerza pretende imponer su mandato sobre derechos inalienables de las naciones y los individuos, primando sobre las leyes y los poderes instituidos.

En un artículo publicado el sábado en el diario Granma, el fraile dominico y escritor brasileño, Frei Betto, reflexiona críticamente sobre el neoliberalismo.

Pienso que el término es difícil de apresar, como otros tantos, porque influyen en su definición visiones dispares determinadas por posiciones ideológicas. Para unos debe imperar como un modelo económico único; para otros, me sumo, es la esencia putrefacta del capitalismo.

Según el teólogo, para el neoliberalismo la ley es un instrumento para erosionar la democracia y servir a los intereses de la élite, al privatizar el patrimonio público y establecer la dictadura de los mercados financieros en una racionalidad de alcance mundial “que va de la economía de mercado a la subjetividad de las personas”.

El sistema se apoya en el autoritarismo, en “la supremacía del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial; la desinformación mediante las redes digitales; el culto a la patria; y la ofensiva descarada contra los derechos humanos”.

En medio de una cruzada desatada por los emporios mediáticos para enajenar la conciencia crítica y fortalecer el esquema de dominación mundial, tiene lugar la disparatada política comercial de la “monarquía estadounidense”, que no solo traerá billonarias pérdidas a su economía, sino también a los mercados. El impacto repercutirá negativamente en el país al contraer las inversiones y reducir la producción interna y el PIB 1%, por una incertidumbre no vista “desde la década de 1970”, según la Reserva Federal.

En el contexto, los estrategas del neoliberalismo, conscientes de que acumular capitales genera descontento en amplios sectores sociales desarrollan acciones para contener la insatisfacción de los excluidos y evitar un “caos político o una revolución”.

Un general europeo dijo hace muchos años ante la inminencia de una “revuelta” con tintes agudos: “Si debe haber una revolución, es mejor hacerla que sufrirla”. Pues en tal caso, fijarían sus límites.

Frei Betto concluye: “Les resta a los críticos salir de sus redomas académicas para ayudar a los vencidos a descubrir que poseen una fuerza capaz de voltear el juego e instaurar la democracia”.