Internacional

Patadas a la democracia

Zheger Hay Harb

La separación de poderes es uno de los pilares de un Estado de Derecho pero al parecer el ex presidente Uribe y su partido de bolsillo, el Centro Democrático, olvidan ese principio.

Cuando ejercía la presidencia de la República por segunda vez, además de la irregularidad con que consiguió la aprobación de la reelección presidencial hasta entonces prohibida por la Constitución Nacional, daba órdenes de detención como si fuera miembro del Poder Judicial y no cabeza del Ejecutivo. Lo vimos en Tumaco, una de las ciudades más deprimidas del país, ordenar la detención de un secretario municipal porque en uno de esos consejos comunitarios que adelantaba semanalmente en los cuales derrochaba populismo alguien lo había acusado de corrupción.

La firmeza que demostró en ese caso para invadir terrenos de otras ramas del poder público fue la misma con que, en sentido contrario, ha intentado que sus allegados evadan la justicia. Los casos son muchos, pero baste recordar su recomendación a los parapolíticos cuando en medio de las investigaciones de la Corte Suprema que ya había producido varias capturas, les pidió que antes de que fueran capturados votaran afirmativamente sus proyectos en el Congreso. Y el caso de la directora del DAS (inteligencia del Estado) a quien recomendó fugarse cuando iba a ser capturada por haber espiado ilegalmente a los magistrados que investigaban los torcidos de sus pupilos así como a defensores de derechos humanos y opositores. Y el caso de su Alto Comisionado de Paz también prófugo de la justicia y el más reciente de Andrés Felipe Arias, el niño consentido de su corazón a quien la justicia de Estados Unidos acaba de extraditar a Colombia para que cumpla aquí su pena por peculado y en cuyo proceso ha metido la mano haciendo todas las maromas posibles para burlar a la justicia.

En el mes de marzo del presente año vimos asombrados por televisión cómo el ex presidente, hoy senador, es decir, miembro del Legislativo, daba órdenes a la directora de la Unidad de Tierras del departamento de Caldas, entidad de la rama ejecutiva, para que recibiera a una persona que “llegaría con el inventario de las personas de Río Sucio que están siendo perjudicados (sic)”. Esa unidad es la encargada de hacer la restitución de tierras a los despojados de ellas en el conflicto armado y defender la propiedad colectiva de los territorios indígenas y de comunidades afrodescendientes.

El pasado 9 de septiembre el candidato a la alcaldía de ese mismo municipio (¿hará falta decir que es del Centro Democrático?) le dice a Uribe en un acto de campaña: “tenemos que luchar por la propiedad privada, por la clarificación y titulación de nuestro territorio; tenemos una demanda de uno de los resguardos indígenas”.

Un senador, también de ese partido, ha presentado un proyecto de ley que busca desconocer la existencia y autonomía territorial del resguardo Cañamomo Loma Prieta de ese mismo municipio (Río Sucio) a pesar de que la Corte Constitucional en 2012 reconoció a las comunidades el carácter de ancestrales por lo cual están protegidas de manera especial.

El senador ponente dice que es necesario hacer un nuevo censo indígena y crear una comisión especial encabezada por el ministerio de Defensa para solucionar el problema de tierras con otros reclamantes o terceros. ¿El ministerio de Defensa haciendo censos de tierras? ¿Es esa la manera de tramitar conflictos sociales? ¿Será por eso que para oponerse al proceso de paz dicen Paz sí, pero no así?

Tal vez los sucesivos abucheos que ha debido soportar el ex presidente en sus últimas giras de campaña apoyando a los candidatos de su partido lo estén llevando a perder el sentido. Esos gritos de ¡paraco!, ¡asesino!, ¡fuera! Con que lo han recibido en varios lugares, distantes uno de otro en el país, incluso en su departamento natal donde antes nadie osaba levantar la voz contra él, lo estén llevando a perder el sentido de las proporciones. En una de esas manifestaciones le gritaron: “Uribe, desmovilízate, tu familia te espera” y ya en recinto cerrado, como los gritos de rechazo continuaban le dijo airado a la audiencia: O hacen silencio o los callamos.

¿Los callamos? ¿De qué manera puede interpretarse esa amenaza en un país donde tantos opositores populares han sido asesinados?

Esta semana, dentro del proceso que la Corte Suprema le sigue al ex presidente por supuesta manipulación de testigos, se vio llegar a ese tribunal a alias Víctor, condenado por la masacre de Río Sucio, el mismo municipio del que hemos venido hablando, en 2003, por el mismo problema de tierras.

Son demasiadas coincidencias que no ayudan al ex presidente.

NOTA: los hechos de que hablo en esta columna han sido todos denunciados por Noticias Uno, el noticiero que están obligando a cerrar.