Pedro Díaz Arcia
El presidente estadounidense, Donald Trump, dijo el lunes que si Turquía hace algo que, en su gran sabiduría, “sin igual, considere que es demasiado”, destruirá totalmente su economía, según Rusia Today. Parecieran las palabras de un enajenado que, en su inimitable pedantería, sería capaz de cualquier locura. Erdogan había asegurado que llevaría a cabo la incursión con o sin Estados Unidos.
Aunque la retórica bravucona alienta a sus bases y lanza cortinas de humo sobre el enredo que significa para él la comparecencia de sus asesores y otros personajillos de su entorno ante el Congreso para ser interpelados, al margen de si hay o no impeachment; abrió una herida que no acaba de cerrar. Considero que Trump conoce los límites, las denominadas líneas rojas; y no obstante el alboroto, con independencia de la estrategia de Estados Unidos en Medio Oriente, sabe dónde dice stop.
La Casa Blanca informó el domingo, luego de una conversación del presidente Donald Trump con su homólogo Tayyip Erdogan, que Turquía realizaría una operación en el Norte de Siria por lo que habría comunicado a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que no contarían con su defensa ante la inminente ofensiva.
La decisión de Trump permitirá la creación por Ankara de una zona de seguridad bajo su control, obligando al repliegue de las Fuerzas Democráticas Sirias (FSD) y de su aliada la milicia kurda (YPG, por sus siglas en kurdo). La jugada dejaría en manos del ejército turco a los prisioneros del Estado Islámico, tras “derrotar” su califato territorial, según dicen. La situación hizo que Trump dijera que corresponde a Turquía, la Unión Europea y otros, ocuparse de los yihadistas, bajo custodia de Washington hasta ahora.
Mientras las FSD, que estiman recibieron de Estados Unidos una “puñalada por la espalda” por el retiro de sus unidades y la ruptura del compromiso de apoyarlas, aseguran que esto generará un impacto negativo en la lucha contra el terrorismo en la región. Por su parte, Erdogan justifica las acciones militares, afirmando que Estados Unidos no cumplió su promesa de establecer una “zona segura” en la frontera sirio-turca para frenar posibles ataques de la milicia, presuntamente afiliada al Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), e inscrito en la lista negra de Turquía.
Washington y Ankara habían acordado en agosto crear dicho cinturón de seguridad. Al no ser así, la ocupación de territorio sirio por tropas turcas creará un nuevo escenario en el área; y habrá que seguir el comportamiento de otros protagonistas en un conflicto, que no son pocos, desde que se iniciaron las hostilidades en 2011.
La situación en Medio Oriente, enlace de diabólicas monarquías y pueblos a los que arrebataron sus tierras y sus derechos, de cuya escena no escapa Israel, punta de lanza de Estados Unidos, lejos de ceder paso a procesos de paz, acrecienta el peligro de peores estallidos.
Ante la advertencia del gobernante turco de que el despliegue de fuerzas en territorio sirio puede comenzar en cualquier momento, el Coordinador Regional Humanitario de la ONU para la crisis en Siria, Panos Moumtzis, declaró que el organismo internacional se está preparando, aunque dijo, para desconcierto de muchos, que hay más preguntas que respuestas y no saben “qué va a pasar”.
Es que necesitan asesorarse con la “bola de cristal”.