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Internacional

Con Lula libre cambia el juego en Brasil

Adriana Robreño

En los últimos tiempos poco había para celebrar en Brasil, pero gracias a la más reciente decisión del Supremo Tribunal Federal (STF), que dio un vuelco a las normas de encarcelamiento en el país, la alegría volvió a las calles. Lula, el líder más amado del país, salió de prisión este viernes.

Tras varias y extensas sesiones de debate finalmente la máxima corte del gigante suramericano votó a favor de la presunción de inocencia y decidió que la prisión inmediata después de la segunda instancia es inconstitucional.

Aún resonaba el voto sumiso del gobierno de Brasil a favor del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba en la ONU, cuando los magistrados del STF por apretado margen de 6 a 5 votaron a favor de que las penas solo deban ser cumplidas después de agotados todos los recursos judiciales, tal y como plantea la Carta Magna del país.

Esa decisión, que impacta a miles de prisioneros brasileños, cambia inmediatamente el panorama político en la nación presidida por el ultraderechista Jair Bolsonaro, beneficiado directo de la estancia del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la sede de la Policía Federal de Curitiba durante un año y siete meses como resultado de una maniobra política.

¿Podría volver a la cárcel? En teoría sí. Si el STF lo condena por el caso relativo al llamado apartamento tríplex que supuestamente obtuvo como soborno de la constructora OAS, tal como ocurrió en tribunales de menor instancia, puede regresar tras las rejas. Además, como parte de la persecución judicial contra el expresidente hay otros procesos en espera de juicio que pudieran resultar en condenas de privación de libertad, pero ninguno ha avanzado más allá de la primera instancia. Por tanto, de forma inmediata es poco probable que el líder más popular de Brasil vuelva a la celda donde permaneció injustamente desde abril del 2018.

No obstante, la derecha, interesada en mantenerlo fuera del radio público de acción, hará todo lo posible por revertir esa decisión de la corte suprema. Ya el Congreso avisó que comenzará a tramitar una Propuesta de Enmienda Constitucional que permita las prisiones a condenados en segunda instancia.

Pese a no haberse anulado el proceso como pide el expresidente, de momento el escenario político cambió. El Partido de los Trabajadores anunció que Lula recorrerá Brasil y a eso le temen Bolsonaro y su tropa que saben del poder de aglutinamiento del exgobernante que colocó a Brasil como la séptima economía del mundo y sacó a millones de personas de la pobreza extrema. Él resistió y soportó estoicamente el arresto de 580 días, no quebrado física o moralmente, como habían esperado sus oponentes, porque siempre ha estado convencido de su inocencia.

El futuro es difícil vaticinarlo. Bolsonaro no está fuera de la escena totalmente, aún tiene un 30 por ciento de respaldo a pesar de que la economía sigue estancada, el desempleo es elevado, la pobreza crece y la inestabilidad política preocupa a los inversores.

A partir de ahora, aunque hay retos por delante, como la necesidad de reagrupar a la izquierda, el juego cambió. La oposición brasileña tiene a su líder, y será capaz de llevar el debate político a otro nivel. Bolsonaro no estará más solo en el proscenio, ya no será el jugador sin contendiente porque Lula será su antípoda. Él tiene lo que le falta al excapitán, una intuición aguda y fina para hacer política y sabe dialogar incluso con sus opositores.

Cientos de personas estuvieron acampadas desde el mismo día en que llegó a Curitiba en la vigilia Lula Libre. Algunos pensaron que los aliados del expresidente se cansarían y se irían de allí, pero no ocurrió. Ahora lo reciben con lágrimas de alegría, abrazos, aplausos y con la certeza de que sólo él podrá cambiar el rumbo de Brasil.

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