PALM BEACH, Florida, EE.UU., 24 de diciembre (AP/RTVE).- El presidente Donald Trump reaccionó con furia el martes ante el impasse en que se encuentra su juicio político en el Senado, donde los líderes republicanos y demócratas no se ponen de acuerdo sobre su formato y si se debe citar a testigos.
En declaraciones desde su club privado en Palm Beach, Florida, después de una teleconferencia con soldados estadounidenses alrededor del mundo, Trump apuntó sus cañones a Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, quien ha demorado sin fecha el envío de las acusaciones aprobadas por la cámara la semana pasada al Senado, de mayoría republicana.
Trump considera que un juicio en el Senado, donde su absolución es casi una certeza, es la oportunidad para vindicarse después que la cámara baja aprobó los cargos en su contra, siendo apenas el tercer presidente al que le sucede esto.
“Tenemos la mayoría y ahora quieren que McConnell haga maravillas para ellos”, dijo Trump acerca de los demócratas, y añadió que dejará que el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, haga lo que crea más conveniente”. “Es un tipo muy listo, un muy buen tipo, un tipo muy justo. Pero nos trataron de manera muy injusta. Y ahora quieren que el Senado sea justo”, dijo el presidente.
Pelosi ha dicho que quiere recibir aclaraciones de McConnell acerca del aspecto que tendrá el juicio. Él ha dicho que no descarta convocar a testigos, pero que tampoco tiene prisa para recibir nuevas declaraciones. Por su parte, el jefe del bloque demócrata, Chuck Schumer, ha respondido que un juicio son testigos sería “kafkiano” y un “fraude”.
“Si no hay documentos ni testigos, será muy difícil llegar a un acuerdo”, dijo Schumer a The Associated Press el lunes.
Un juicio histórico
No por esperado deja de ser histórico: Donald Trump será el tercer presidente de Estados Unidos sometido a un juicio político, después de que este miércoles la Cámara de Representantes aprobara, gracias a la mayoría demócrata, iniciar el impeachment por los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso en el marco de la trama ucraniana. Un proceso que parece abocado al fracaso dada la mayoría republicana en el Senado, pero que marcará de forma indeleble el mandato del presidente e influirá, quizás para bien, quizás para mal, en sus perspectivas de reelección en 2020.
Dependerá en gran parte de cómo se desarrolle el procedimiento, en el que Trump no está obligado a comparecer, aunque tanto el presidente -que mantiene todas sus funciones al frente del poder ejecutivo- como los legisladores republicanos ya han dejado claro que no tienen intención de colaborar, porque lo consideran una estrategia partidista de los demócratas para expulsarle de la Casa Blanca.
“Los demócratas tratan de anular el voto de decenas de millones de americanos”, clamaba Trump en un mitin en Michigan, justo cuando la Cámara de Representantes aprobaba los cargos contra él, según recoge AFP. En su cuenta de Twitter, su medio favorito para comunicarse con sus simpatizantes, ha dejado un mensaje fijado con un cartel en el que avisa: “En realidad no van a por mí, van a por ti. Yo solo estoy en medio”.
Nuevo episodio
Es un nuevo episodio de la negativa de Trump a reconocer la legitimidad de la investigación, tal como explica a RTVE.es la investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano, Carlota García Encinas: “Está negando la autoridad del Congreso para hacer un impeachment, cuando uno de sus deberes es la supervisión del presidente”, señala, apostillando que “a los demócratas no les quedaba otro remedio que presentar los cargos, porque la trama ucraniana es tan evidente tras la transcripción de la conversación [con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski], que no pueden dejarlo pasar, aunque solo sea por sus propias bases”.
Abocado al fracaso
en el Senado
Así, Trump se va a enfrentar ahora un juicio, no jurídico sino político, que los padres fundadores de Estados Unidos introdujeron en la Constitución para explicitar que ni siquiera el presidente está por encima de la ley. Un proceso que ya sufrieron dos demócratas, Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, aunque ambos fueron exonerados por el Senado -en el caso de Johnson por un solo voto-; además, en 1974, Richard Nixon fue sometido a un impeachment, pero dimitió antes de que el proceso llegara al Senado.
Por lo tanto, hasta ahora ningún presidente ha sido destituido del cargo por el Congreso y es muy poco probable que Trump sea el primero: para consumar el impeachment se necesitan dos tercios de los votos en la cámara alta, es decir, 67 de los cien senadores, y los republicanos tienen 53 escaños, sin que se hayan detectado fisuras notables en la mayoría.
Más bien al contrario, el partido ha cerrado filas en torno al mandatario, como reflejan las reacciones tras la votación de este miércoles. “Hemos visto testimonios falsos, testigos seleccionados y a los demócratas retorcer los hechos para que encajen en un relato ficticio. Es una vergüenza que desde el primer día de esta presidencia legítima, los demócratas hayan querido destituir al presidente. Innecesario y contraproducente. ¡El Senado pondrá fin a esta farsa!”, aseguraba el senador por Kentucky Paul Rand, un ejemplo que resume el sentir de los republicanos.
“Trump ha logrado unir aún más al Partido Republicano, sobre todo tras la muerte de John McCain”, señala García Encinas, que recalca que “lo que hay que ver no es el final, sino las consecuencias” de un proceso en el que es especialmente relevante si los ciudadanos terminan por apoyar la causa demócrata: “Hay un grupo muy importante de indecisos y moderados, un grupo de población decisivo para las elecciones”.
Porque el juicio político se va a celebrar y su desarrollo influirá en un electorado que en noviembre del año que viene vuelve a acudir a las urnas para decidir si renueva el mandato de Trump o elige a un demócrata para sustituirle. “Va a haber más utilización política por parte de los republicanos”, opina García Encinas, que subraya como los demócratas tratan de “institucionalizar el proceso, hacer ver que forma parte de la separación de poderes y el sistema de check and balances”, los contrapesos de la democracia estadounidense.