Internacional

Un apóstata de la Revolución Ciudadana

Pedro Díaz Arcia

El gobierno estadounidense, revuelto en una rabia perniciosa, no cesó en su empeño de pasar factura a Julian Assange, fundador del sitio WikiLeaks, por sacar a la luz millones de trapos sucios sobre las andanzas secretas de Washington por el mundo. Es curioso que uno de los documentos que se hizo público entonces tuviera como fecha de desclasificación abril de 2038. Mientras se calcula que el presupuesto del país para labores de inteligencia y vigilancia asciende a más de 50,000 millones de dólares anuales. El 70% del total es para financiar las actividades de los contratistas privados, que responden al Departamento de Defensa.

Una ficha importante para la detención de Assange fue la decisión del actual presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, apóstata de un movimiento de izquierda que había sacado a su país de la sumisión a la Casa Blanca y al capital corporativo; quien suspendió su nacionalidad y retiró el asilo para que la policía británica pudiera arrestarlo. Pero pidió a Reino Unido que no lo extraditaran a otro país donde pudiera sufrir “torturas y pena de muerte”; cuando sabía, como lo confirmaron las autoridades británicas, que la detención respondió a una solicitud de Estados Unidos donde está acusado por “delitos informáticos” por colusión con el analista de inteligencia Chelsea Manning en 2010 para acceder a información secreta, y que puede implicar una condena por 5 años de prisión.

Manning fue arrestado y acusado de filtrar el video de un ataque que causó la muerte a 12 civiles en julio de 2007 en Irak. En la cinta dada a conocer por WikiLeaks se escuchan las voces eufóricas de los soldados por acertar en sus disparos. “Mira a esos bastardos muertos”, dicen. Dos de ellos eran niños, uno de cuatro años y otro de ocho, quienes fueron “confundidos” con insurgentes. Pero los mandos concluyeron que los militares no violaron el derecho de los conflictos armados ni sus propias “normas de enfrentamiento”.

Lenín, así lo bautizó su padre en homenaje a Vladimir Ilich Lenin; pero el hijo fue la antítesis al faltar al anhelo de su pueblo de quebrar el yugo de una explotación ancestral. Su antecesor, Rafael Correa, fundador de la Revolución Ciudadana, redujo la pobreza en 12 puntos porcentuales entre 2006 y 2012; la extrema pobreza disminuyó en 7.5%; y cerca de medio millón de niños abandonaron el trabajo para incorporarse al sistema escolar; según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censo de Ecuador.

El PIB tuvo un crecimiento promedio anual de 4.3% en los últimos cinco años del sexenio. En 2012, la inversión pública alcanzó una cifra récord de 6,287 millones de dólares, seis veces superior al año precedente y se incrementó la producción petrolera, en medio de una eclosión popular que garantizó la construcción de casi 9,000 kilómetros de vialidad para potenciar la comunicación interna y con países vecinos.

Correa, que no provenía de las guerrillas que estremecieron buena parte de América Latina en la década del 60´, ni de la partidocracia tradicional, tampoco del sindicalismo militante, sino de una sólida formación patriótica, se comprometió a erradicar la corrupción, la dependencia de las transnacionales y otros males seculares que habían hundido a la nación en la miseria y el abandono; hasta que irrumpió la traición, desde las filas que la había encumbrado, para sumarse a la coalición neoliberal reconvirtiendo al gobierno en un apéndice de la política exterior de Estados Unidos.

Es que “el hombre que vive a orillas del Níger no debe lavarse las manos con saliva”, como dijo el escritor africano Chinua Achebe.