Internacional

Un Réquiem por Notre Dame

Pedro Díaz Arcia

Un incendio destruyó virtualmente la catedral de Notre Dame, en momentos en que el presidente Emmanuel Macron se disponía a pronunciar un discurso contra el malestar social y tratar de paliar la crisis de los “chalecos amarillos”. Parecía buscar una difícil reconciliación nacional a mes y medio de las elecciones europeas que lo someterá al juicio de los votantes; sin embargo, la tragedia puede postergar acciones inmediatas de corrientes contestatarias.

En una visión más ampliada el drama se vive en un entorno global complicado. En definitiva, la basílica se restaurará, no faltará la ayuda. Pero es necesario cobrar conciencia de que cada día, con uno u otro pretexto, crecen las tensiones entre las principales potencias nucleares ajenas al riesgo de lo imponderable.

Rusia y la OTAN pusieron fin a cualquier cooperación de carácter civil o militar. Según el viceministro de Relaciones Exteriores del país euroasiático, Alexander Grushkó, la Organización Atlántica rechazó una agenda positiva en las relaciones con su país y ahora no sabe cómo abandonar el “callejón sin salida”. La colaboración estratégica con Rusia en el ámbito militar, rota por la OTAN, tiende a desconocer su importancia para la seguridad europea.

A principios de mes, paradójicamente, el presidente Donald Trump lamentó que tanto Estados Unidos, como Rusia y China, destinen grandes sumas al gasto militar y el desarrollo de armas. Creo, dijo, que “esos tres países pueden unirse” y usar el dinero en cosas “más productivas para lograr una paz duradera”.

¿No fue Trump quien firmó el mayor presupuesto de gasto militar en toda la historia de la nación norteamericana, ascendente a 716.000 millones de dólares para el año fiscal 2019?

¿No fue quien afirmó, embriagado de soberbia, que reemplazaría los viejos armamentos para usar la tecnología más avanzada y letal jamás desarrollada? Con suerte, aseguró, “seremos tan fuertes que nunca tendremos que utilizarla. Pero si alguna vez lo hiciéramos, nadie tendría ni una oportunidad”.

¿Cómo es posible que quien abandonó el Tratado para la Eliminación de Armas Nucleares de Corto y Mediano Alcance (INF) hable de desarme? Incluso, cuando aún no existen negociaciones para prorrogar o sustituir la aplicación del Tratado para la Reducción de Armas Estratégicas Ofensivas (Nuevo START) de 2010, que expirará en febrero de 2021.

Fue muy doloroso ver cómo las llamas avanzaban devorando sitios y reliquias de un valor incalculable. También duele ver cómo mueren cada año millones de seres humanos, de hambre, sed, o enfermedades curables, ante la mirada impasible de donantes que pueden aliviar al menos sus penurias.

¿Es posible restaurar el daño causado por el colonialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo a pueblos que subviven en estratos olvidados, obligados a emigrar del suelo que los vio nacer? Es muy difícil. Los obstáculos son altos y los brazos aún son cortos. Pero lo peor es recurrir a la resignación.

Vivimos en medio de grandes tensiones y peligros. Sobre nuestras cabezas penden ojos vigilantes y miles de armas nucleares en letal silencio. Y si faltó alguna previsión en el proceso de restauración de Notre Dame, si fuera ese el caso: ¿quién puede asegurarnos que existan todas las garantías para evitar un incendio planetario?

La carrera armamentista alimenta a los grandes capitales, en un mundo en el que, lamentablemente, aún el dinero habla más alto y más fuerte que los principios.