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Internacional

Caminos diferentes

Alfredo García

Un probable segundo veto del presidente, Donald Trump, contra una reciente resolución aprobada por el Congreso de EU, confirma la tendencia autoritaria del mandatario norteamericano a ejercer un gobierno sin importar el consenso de la clase política.

El pasado jueves la Cámara de Representantes ratificó con 247 votos a favor (incluyendo 16 republicanos) y 176 en contra, una resolución aprobada por el Senado el pasado 13 de marzo, con 54 votos a favor y 46 en contra, para que la Casa Blanca retire su apoyo militar a la coalición saudita en la guerra contra los rebeldes Huthi en Yemen. En esa ocasión, el senador, Bernie Sanders, declaró: “Comenzamos el proceso de reclamar nuestros poderes constitucionales, poniendo fin a una guerra que no ha sido autorizada por el Congreso y que es claramente inconstitucional”.

La resolución exige que el Gobierno retire en un plazo de 30 días a las fuerzas armadas norteamericanas “de las hostilidades en Yemen o que afecten al país”, exceptuando las operaciones contra el grupo yihadista, Al Qaeda. La petición se ampara en la Ley de Poderes de Guerra de 1973, que establece de no existir una declaración de guerra específica, el presidente no puede enviar tropas de EU sin la aprobación del Congreso.

La República de Yemen con una superficie de 527,968 km2 y casi 30 millones de habitantes, es un país bicontinental situado en el Medio Oriente y África, fronterizo con Omán y Arabia Saudita, rodeado por el mar Arábigo, el Golfo de Adén y el mar Rojo. La actual República surgió en 1990 tras la unificación de Yemen del Norte y Yemen del Sur. El Norte alcanzó la independencia en 1918 con la partición del Imperio Otomano, mientras el Sur se mantuvo ocupado por el Reino Unido hasta 1967, cuando nació Yemen del Sur. Yemen es uno de los países más pobres del Medio Oriente. Sin embargo recientes hallazgos de petróleo y gas natural, lo sitúan como un futuro Estado productor, obvio motivo de la injerencia en sus asuntos internos por parte de la monarquía del Golfo y EU.

A partir de 2011 el movimiento conocido como “primavera árabe”, promovido por las agencias de Inteligencia de las grandes potencias occidentales, impulsó en Yemen el descontento popular contra los gobiernos autoritarios y corruptos de Ali Abdullah Saleh y Abdrabbuh Mansur Hadi, que culminó en una confrontación armada entre el partido Al-Islah, de estrechos vínculos con la monarquía saudita y los Houthis, movimiento nacionalista surgido en el norte del país en la década de los 90, en oposición al gobierno corrupto de Saleh y la injerencia saudita.

En septiembre de 2014, los Houthis ocuparon la capital de Yemen y más tarde tomaron control de la mayor parte del país. Arabia Saudita acusó a los Houthis de recibir ayuda de Irán y organizó una intervención militar contra los rebeldes liderando una coalición de 9 Estados árabes sunitas con apoyo de EU, Reino Unido, Francia y el dejar hacer de la ONU, iniciando una guerra con un saldo hasta el momento de 60 mil víctimas mortales y centenares de miles de heridos, en medio de una crisis humanitaria de hambruna y enfermedades.

El pasado 15 de marzo, el presidente Trump usó por primera vez el veto contra la resolución aprobada por el Congreso, que instó poner fin a la “emergencia nacional” con el artero propósito de sortear la negativa del Poder Legislativo, a aprobar una multimillonaria partida presupuestaria para la construcción del muro fronterizo con México.

Tanto la resolución contra de la alianza militar del presidente Trump con Arabia Saudita, que se espera sea vetada, como la del rechazo a la “emergencia nacional”, vetada anteriormente, son fuertes señales de que el Ejecutivo y el Congreso de EU marchan por caminos diferentes.

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