Adriana Robreño
Sin dar muchas explicaciones, el presidente Jair Bolsonaro dijo este viernes que su gobierno tal vez viva un tsunami la semana que viene. ¿Será que se refiere a las muy probables derrotas en el Congreso Nacional de medidas promovidas por su gabinete? ¿Tendrá que ver con los problemas de articulación política? ¿O quizás con su impopularidad o con la catástrofe en la economía del gigante suramericano?
Sin dejar claro qué problema enfrentará el mandatario, sabemos por ejemplo que la semana próxima, el día 15 de mayo, se esperan manifestaciones en el país como parte de la huelga nacional de profesores, estudiantes e investigadores contra el recorte de presupuesto al sector de la educación y en particular a universidades federales.
También puede formar parte de la ola de malas noticias, el hecho de que el Tribunal de Justicia de Río de Janeiro mantuvo la sentencia que condenó a Bolsonaro a pagar unos 38 mil dólares por declaraciones homofóbicas y daños morales en declaraciones a la TV Bandeirantes en marzo de 2011. Aunque eso no debe darle muchos dolores de cabeza al presidente.
Una de sus preocupaciones sí pueden ser las disputas internas fomentadas por él mismo. Esta semana, Bolsonaro defendió al considerado “gurú” presidencial, el filósofo Olavo de Carvalho, quien insultó públicamente a generales que ocupan altos cargos en el propio gobierno. La disputa interna en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo brasileño, enfrenta al ala ultraderechista de Carvalho, donde están los tres hijos del gobernante, y al sector militar, que aparece como un sector más moderado dentro del gobierno.
Como resultado de ese enfrentamiento –que ocurrió en las redes sociales- las encuestas ya muestran un nuevo descenso en la popularidad del jefe de Estado. El sondeo, auspiciado por una empresa corredora de valores –XP investimentos- manifiesta cómo la población desaprueba a quien llegó al poder hace sólo cinco meses. Lo más interesante de la investigación es que, a raíz de las pugnas internas del poder, el vicepresidente, Hamilton Mourao, es más popular que Bolsonaro.
En medio de los sinsabores para la derecha brasileña llegó una nueva flexibilización del decreto sobre el porte de armas aprobada por el mandatario, algo aplaudido principalmente por los bolsonaristas. Así implementó modificaciones al llamado Estatuto del Desarme para autorizar la portación y comercialización de armas a políticos electos en un cargo público, camioneros, periodistas que cubran asuntos policiales, abogados, agentes de tránsito y empleados de empresas de transportes de valores, entre otros.
¿Será que más armas en las calles harán a Brasil un país más seguro? Ese fue el cuestionamiento que llevó a la magistrada Rosa Webber del Supremo a darle cinco días al jefe del Ejecutivo para que justifique la decisión de permitir a más personas la tenencia de armamento, una medida criticada por gran parte de la sociedad temerosa del probable aumento de las muertes por estos peligrosos artefactos. Además, tanto la Cámara de Diputados como el Senado indicaron que esa medida excede límites legales que pueden ser vetados en el Legislativo.
El tsunami que prevé Bolsonaro no se sabe qué pueda ser, pero sin dudas ya sus días de luna de miel terminaron y debe afrontar una serie de problemas, la mayoría de ellos provocados por su poca habilidad para gobernar.